La banda da a colegiales instrumentos para la vida
En un escenario de casi cinco kilómetros, con lleno total, las bandas de música folclórica se aprestan a hacer lo suyo en la festividad de Urcupiña: hacer bailar a miles de fraternos y espectadores.
Entre los músicos de las bandas que acompañan a las fraternidades, sobresalen unos artistas muy jóvenes, casi adolescentes, y hasta hay algunas agrupaciones formadas exclusivamente por estos, tocando trompetas, trombones, tubas, clarinetes, bombos, tambores, platillos y otros instrumentos.
Muchos de estos jóvenes son quienes en su vida colegial optan por aprender música y enrolarse en las bandas de sus unidades educativas, con un horizonte más amplio: saldrán bachilleres y músicos.
Mientras tanto, hacen marchar en los desfiles cívicos y bailar en las fiestas folclórico-religiosas y, por si fuera poco, participan en concursos intercolegiales de bandas, donde ponen a prueba toda su destreza lograda en horas y horas de ensayos, durante meses y años, con la enseñanza de sus profesores y destacados instructores.
Muchos de estos músicos jóvenes y versátiles, que pueden ejecutar con la misma soltura una marcha, una morenada, un tema de rock o el último éxito pop internacional, como se escucha precisamente en los concursos, se educan en colegios fiscales de Quillacollo y de otros distritos del país, donde la enseñanza de música adquirió un nuevo sentido, que está más allá de solo memorizar y cantar himnos.
COMPAÑEROS
“Casi todos somos compañeros de colegio -del 6 de Agosto y del San Antonio- pero varios ya hemos salido bachilleres y estamos en la universidad. Nos reunimos para ensayar y tocar en las fiestas de la Virgen del Carmen, San Antonio, el Corso de Corsos y para Urcupiña”, cuenta Richard Baltazar, director de la banda Express, de Pukara Grande, de la ciudad de Cochabamba, haciendo un alto en la interpretación de su trompeta, mientras sus compañeros continúan tocando salay, en el convite previo a la entrada principal, que se realizará el 14 de agosto.
PROYECTO EXITOSO
“Empezar es difícil, pero con ensayos y ensayos hemos podido realizar este proyecto que es a largo plazo. Son jóvenes que han sido mis estudiantes”, dice Osmar Torrico, profesor de música del colegio Mariscal Sucre de Sacaba y director de la banda Copacabana, compuesta por 50 estudiantes y exestudiantes, mujeres y hombres.
Este maestro dice que el proyecto se enmarca en la Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez -vigente desde 2010-, que busca una educación comunitaria y productiva. Sin duda, la normativa es importante, pero lo destacable está en el empeño y la determinación de estos estudiantes para hacer de la música su opción artística-productiva.
“En la parte musical se ha podido producir talentos. Y ellos, ya saliendo del colegio, pueden trabajar con la música y pagar los gastos de sus estudios universitarios. Hay cada vez hay más profesores que están haciendo esto (formando bandas en los colegios)”, dice, mientras carga su tuba, en una breve pausa de los bailarines de diablada.
“Cada integrante de la banda ha ido pagando su propio instrumento, con lo ganado en las mismas tocadas que hacen”, comenta el director de esta banda, que para Urcupiña ya tiene firmados contratos con dos fraternidades.
“Primero entramos con la diablada, después iremos a comer para reponer fuerzas y, luego, nuevamente a la partida para ingresar con los tinkus”, dice mostrando entusiasmo.
INSTRUMENTOS
Los jóvenes músicos, por lo general compran sus instrumentos de “segunda mano”, o los fletan de algunas tiendas del rubro para “trabajar” en las festividades.
Cada uno de los miembros de estas agrupaciones, consideradas “novatas”, gana entre 130 y 250 bolivianos por día, en las festividades folclóricas, muy por debajo de los músicos profesionales o de larga experiencia que son parte de renombradas bandas, como la Poopó, la Pagador o la Intercontinental de Oruro, que ganan entre 100 y 200 dólares (en bolivianos, 680 y 1.360, aproximadamente), por cada día, en Urcupiña.
LENGUAJE MUSICAL
Los estudiantes que aspiran a ser parte de las bandas de sus colegios aprenden a leer música, lo que, sin duda, constituye un importante logro, tomando en cuenta que también deben responder a otras materias.
“Tocar en una banda demanda mucho esfuerzo, sobre todo es respiración, diafragma. Los estudiantes leen música, primero se les enseña con escalas simples y poco a poco aprenden a leer partituras, también llevan solfeo y composición musical”, explica el profe Torrico.
Ese conocimiento adquirido en sus colegios les ayuda a incursionar en otras agrupaciones musicales. En la entrada, se ve a muchos músicos jóvenes que llevan, adheridas a sus instrumentos, las partituras.
“Los estudiantes van adquiriendo la base de lectura musical, al menos un 50 por ciento de los miembros de la banda, y eso es lo que debemos reforzar, llegar a un 70 por ciento , al menos”, sostiene Ariel Cachi, instructor de la banda del colegio Cristina Prado de Quillacollo.
PROYECCIONES
La banda Espectacular Bolivar, de Oruro, con más de 150 miembros, tiene contrato por dos años con una afamada morenada de Cochabamba. Esta agrupación está compuesta por músicos de trayectoria.
“Tenemos festividades en julio, agosto, septiembre, casi año redondo. Cuando un músico es preparado y constante, la banda da para vivir, es como una profesión, y mientras más preparado esta uno recibe mejor salario”, sostiene el director Franklin Challapa, que no pasa de los 35 años, y aconseja a los más jóvenes a “tomarse la banda en serio”.
“Como grupo, hemos viajado a Perú, Chile, Argentina y México, contratados por inmigrantes o instituciones culturales”, relata.
EMPRENDIMIENTO
Richard Encinas, de 18 años de edad (no de experiencia), es también director de una banda, Los Angeles Band de Tarata.
“Somos 32, la mayoría somos jóvenes, solo hay dos mayores. Tuvimos problemas con nuestro anterior director, pero ahora yo estoy a cargo de los muchachos. Tengo 18 años recién cumplidos, pero tengo el coraje y el carisma para dirigir una banda”, dice Richard, quién aprendió a tocar instrumentos gracias a sus amigos que ya integraban otras agrupaciones.
Este carismático director afirma que practican dos veces por semana, en el barrio, y que la especialidad de este grupo es el caporal. “Lo que más practicamos es caporales y es lo que mejor nos sale, por eso siempre estamos con este tipo de fraternidades”.
SEMIPROFESIONALES
Cuando preguntamos qué colegios tienen las mejores bandas estudiantiles, en Quillacollo, la respuesta de profesores y estudiantes es unísona: el Calama, el Cristina Prado y el Urcupiña (este último del sistema particular). Estas unidades educativas, desde hace varios años, compiten en concursos locales y nacionales, disputándose siempre los primeros premios, con colegios fiscales y privados de Cochabamba, Oruro, La Paz y otros departamentos.
Las bandas de estas unidades educativas superan la centena de miembros cada una, cuentan con finos instrumentos, dotados por sus colegios, y su instrucción musical es rigurosa, lo que les lleva a competir en la categoría semiprofesional.
“Las unidades educativas, con ayuda de los padres de familia y nuestros benefactores, nos encargamos de dotar a los estudiantes los instrumentos necesarios”, cuenta el director del colegio Cristina Prado, Delfín Colque.
Y como no podía ser de otra manera, el Calama y el Cristina Prado también tienen importantes camadas de jóvenes músicos que participan en las festividades folclóricas. De ahí nacen las bandas Juventud Central, Proyección Unión Juvenil y Juventud Imperial, entre otras, conformadas por alumnos y exalumnos. Estas agrupaciones ya son requeridas por conocidas fraternidades de bailarines.
“En el colegio Calama damos los primeros pasos en la música, luego algunos se profesionalizan y también se van a otras bandas más grandes o a estudiar otra cosa en la universidad, pero nunca se olvidan y vienen a visitarnos o para tocar con nosotros”, cuenta Bryan Luna de Juventud Central.
Los músicos de más experiencia llevan la batuta en los bloques de los distintos instrumentos y a la vez se convierten en maestros de los nuevos integrantes.
“Somos 60 componentes, en edades estamos entre los 18 y 20 años, pero también tenemos algunos integrantes de 15 a 17 ”, cuenta Marcos Zambrana, representante de Proyección Unión Juvenil.
La banda de música se constituye en una fuente de creación y recursos para miles de jóvenes que del colegio dan su salto a la universidad, con el respaldo económico que logran con las “tocadas”.
Dani Pascual es precisamente uno de esos estudiantes que aprendió música en la banda estudiantil de su colegio, el Calama; se enroló en una banda de fraternidades folclóricas, y ahora cursa el primer año de la carrera de medicina en la Universidad Mayor de San Simón.
“Toco hace dos años y medio, me gusta la banda como hobby, pero me ayuda también para mis gastos”, cuenta empuñando orgulloso su trompeta, para una fotografía junto a sus compañeros.
Lo indiscutible es que no hay fiesta que se precie de tal, sin una banda, y con estos jóvenes hay banda para todos.
Apuntes
Participantes
El presidente de la Asociación de Conjuntos Folclóricos de Quillacollo, René Valdez, informa que 58 agrupaciones de bailarines serán parte de la festividad de Urcupiña, este año, varias de las cuales tienen como acompañamiento más de dos banda. Asegura que unos 8 mil músicos participarán en la festividad, de los que un 40 por ciento es de colegiales o bachilleres recientes, unos 3 mil.
Instrumentos
Una trompeta nueva de marca china, “que es la que generalmente se usa en las bandas”, nos dicen, cuesta alrededor de 800 bolivianos, una de segunda mano, de las mismas características, puede conseguirse en 500 bolivianos, según los músicos.
Colegios se preparan para concursos
El colegio Cristina Prado de Quillacollo da un sitial importante a su banda estudiantil, que ha logrado destacados premios en concursos nacionales, pero este año apunta a tener el primer lugar, en la categoría semiprofesional. En busca de ese objetivo ahora cuenta con varios instructores, músicos profesionales.
“La banda resulta ser, tal vez, el primer medio para dotar un instrumento a los estudiantes, para que puedan defenderse en la vida. Y es así que estamos logrando una educación productiva”, sostiene Delfín Colque, director de esta unidad educativa.
Este profesor, coincide en que hay un fenómeno juvenil colegial en las bandas. “Antes el mito era que las agrupaciones de Oruro eran las mejores, sin duda, tienen una gran trayectoria, pero hoy en día los colegios se han convertido en formadores de músicos”, dice.
En estas fechas, las bandas de colegios realizan intensivos ensayos, despertando a más de un vecino, para presentarse en los concursos de septiembre.
Delfín Colque sostiene que el principal objetivo de esta unidad, lo mismo que de los otros colegios, es formar bandas estudiantiles para participar en desfiles cívicos y en concursos; sin embargo, el mayor valor de este aprendizaje es que los jóvenes van adquiriendo conocimientos para realizar actividades musicales por cuenta propia, como ser parte de las bandas para las festividades y otros tipos de grupos musicales.
“Asumiendo que hoy en día la educación debe ser integral, queremos desarrollar esos talentos, esas habilidades que tienen nuestros estudiantes, su inclinación a la música, y a muchos les encanta”, asegura.
El director del Cristina Prado aclara que los alumnos de ese colegio no solo se destacan en la banda estudiantil, sino también en el deporte y las ciencias sociales y exactas. “También somos subcampeones en futsala damas a nivel nacional y en las olimpiadas científicas tenemos importantes logros”.
Este colegio consigue los instrumentos para su banda gracias a los aportes y actividades de los padres de familia y a su benefactor, Julio León Prado, hijo de la insigne mujer cuyo nombre lleva esta unidad educativa.
“Enfrentamos desafíos y rompemos barreras”
“Muchos temas tienen alta complejidad en su interpretación en banda. Enfrentamos desafíos, siempre nos animamos a más y las competencias son más duras”, sostiene Ariel Cachi, un reconocido joven instructor de bandas estudiantiles.
Este músico, oriundo de Patacamaya, actualmente se encuentra a cargo de la banda del Colegio Cristina Prado. Hasta el año pasado era instructor en el Calama, ambas unidades de Quillacollo.
“Antes, se decía que la banda estaba solo para música nacional, es decir, morenadas, caporales o tinkus, pero con las bandas estudiantiles se han roto las barreras, porque se ha demostrado que se puede interpretar todo tipo de música”, continúa.
Los clásicos internacionales o los éxitos musicales del momento, son los preferidos por los estudiantes. Es así que en concursos anteriores se escuchó la interpretación de “September”, “Sing Sing Sing”, “Happy”, “Marcha de los Vengadores” y “17 años”, además de varios temas de Michael Jackson, elegidos por distintas bandas.
“En los concursos no solo tocamos para el jurado que es muy exigente, sino, sobre todo, para el público, y es por eso que los temas del momento son los más peleados, para ver quien los toca primero y mejor”, afirma.
Este maestro sostiene que el trabajo con los estudiantes debe ser constante, porque, a medida que salen bachilleres, se van, y hay nuevas generaciones.
Ariel Cachi se encuentra al frente de un equipo de instructores, varios de estos cursan estudios universitarios de música y algunos ya están graduados. “Se trabaja por separado, la percusión, los bronces, solo los trombones, y también los barítonos, la tuba, los clarinetes y los saxos”, dice mostrando la complejidad que puede llegar a tener una banda estudiantil.
“Lo más trabajoso está en la unión de la pieza. Sin embargo, la experiencia que vamos adquiriendo nos permite trabajar bien con los estudiantes”, comenta.
Elmer Silvestre Ramos, también músico profesional, soxofonista, es el encargado de la “parte dulce” de esta banda.
Sostiene que, por su experiencia en varios colegios, ha podido ver que los estudiantes se sienten atraídos por la banda, pero su capacitación depende de la “dedicación y la constancia” que ponen, además de los atributos musicales que puedan demostrar.
“Aquí en la banda manejamos los saxofones, en todas sus variedades; el clarinete y la flauta sopranina que la estamos implementando este año. Son instrumentos que le dan acompañamiento y arreglo a la banda, es la parte dulce ”, sostiene.