La Reina de Palmasola está en Cochabamba y llora a Oti
- “¡Lilian Ibañez! ¿Qué apellido me dijo? -¿Ibañez, no ve? No viene. - ¿Está segura?”. La interna encargada de convocar a las reclusas de la cárcel de San Sebastián, a través de un micrófono, para que puedan recibir a sus visitas, tuvo que perifonear el nombre tres veces. Ella, al fin apareció.
En los periódicos cruceños, la Policía la describe como una mujer muy agresiva, déspota, calculadora y fría. Sin embargo, Lilian Aderly Ibañez Pantoja, La Reina de Palmasola, la esposa de Víctor Hugo Escobar, Oti, no se ve así. Desciende del segundo piso del penal vestida con una chompa negra de lana desgastada y un buzo azul ancho. Adelgazó mucho.
Tiene su cabello oscuro peinado en una sola trenza que cae al costado derecho de su rostro y le llega hasta el pecho. No lleva ni una sola partícula de maquillaje.
Saluda y pide una botella con agua en un kiosko, mientras nos sentamos ante una mesita del patio.
LLANTO Y DOLOR
La primera pregunta destruye la entereza que aún mantenía. “¿Cómo se enteró del asesinato de Oti?”. Sus lágrimas brotan imparables y se quiebra por completo.
“Mi hermana me llamó acá y me dijo que lo habían atacado. Yo pensé que solo lo habían golpeado, pero después me volvió a llamar mi madre y me confirmó que lo habían matado. Sentí que me moría. Todo vino a mi cabeza, nuestras hijas, nuestros planes de estar juntos de nuevo, el amor que para mí no tiene otro nombre”, responde llorando. Lilian Aderly Ibañez solo tenía 17 años cuando conoció a Víctor Hugo Escobar, Oti, de 25 años, en la cárcel de Palmasola, a donde ella iba a visitar a su hermano mayor, quien estaba detenido por un delito de extorsión. Ambos se enamoraron y el 11 de julio iban a cumplir ocho años de una relación que, en lugar de enfriarse por la costumbre, “se avivaba cada día más”.
“Él me decía que soy distinta a todas las mujeres que conoció. Tuvimos dos hijas, una tiene seis años y la otra tres. Oti las amaba como nunca vi a nadie amar a un hijo. Se desesperaba y lloraba conmigo cuando se enfermaban. Queríamos tener más hijos, y también buscar un varón. Todo se truncó”.
LA CONDENA DE OTI
Escobar le contó que tenía 23 años cuando mató a dos policías. “Me dijo que estaba atravesando un período de locura cuando ocurrió eso. No me dio detalles, pero sí me repetía que se arrepentía de esos crímenes”. Fue sentenciado a 30 años de prisión por los asesinatos de los policías y ya había cumplido 10 en Palmasola cuando fue trasladado a Chonchocoro.
La Reina de Palmasola, hoy de 25 años, asegura que Oti nació en una familia muy humilde, trabajó como albañil y sabía lo que costaba ganarse un peso. Por eso le daban rabia los manejos económicos que se hacían en el penal. “Él me decía: ‘Somos 5.000 presos y a cada uno le toca 8 bolivianos diarios como prediario. Multiplicá. Son 40.000 diarios. Que gastes 10.000 en la comida, ¿dónde se va el resto?’.Y cuestionaba eso”.
Por eso, según Lilian, el descontento de la población creció hacia el anterior regente, Leónidas Rodríguez.
“La población lo sacó a él, no fue mi marido. Hubo elecciones y Oti ganó con harta diferencia, pero entonces comenzó nuestro calvario. Hasta entonces vivíamos tranquilos. Pese a que Oti mejoró la comida para todos, compró material escolar para los niños; hizo un salón grande para los artesanos y prestaba dinero a los viejitos, había gente que le tenía envidia”.
VERSIÓN DE EXTORSIÓN
Uno de sus enemigos empezó a extorsionar a los reclusos a nombre de Oti. “Mi marido se enojó mucho, lo denunció a la Gobernación, y se hizo un voto resolutivo para que lo saquen al extorsionador de Palmasola. Eso encendió la rabia contra Oti”.
Según Lilian, las denuncias de extorsiones, torturas, prostitución y cobros indebidos a internos salieron de los afectados por Oti, quienes pagaron a “testigos” para que sostengan esas mentiras.
“¿Cómo mi marido, teniendo mujer e hijas, va a permitir violaciones a menores y golpizas? Absurdo. Él siempre decía que los castigos debían ser de aislamiento, nunca las torturas porque el mundo da vueltas y le podía tocar”.
Lilian aprovecha para contar, con nostalgia, que ella jamás fue maltratada por Oti. “Ni siquiera un grito, peor un golpe. Él decía que el que pega a mujeres no es hombre. Me exigía que yo estudie y me inscribí a Contaduría, pero lo dejé cuando nació mi segunda hija. Yo pensaba retomar este año porque Oti quería que nuestras hijas se sientan orgullosas de mí”.
Mientras Oti fue el regente del PC 4 de Palmasola, Lilian lo visitaba a diario y muchísimas veces se quedó a dormir con él en la “Casa Blanca”, una construcción exclusiva para él. Los fines de semana llevaba a sus hijas para que compartieran con su padre allí.
Sin embargo, La Reina de Palmasola, como la bautizó la misma Policía, asegura que no participó de extorsiones.
DOS NEGOCIOS
Admitió que, junto a Oti, tenían dos negocios que les permitía mantenerse. Uno, el de una mueblería llamada Artemso (Arte en Muebles Segunda Oportunidad) en la que se fabricaban mesas, sillas, camas y otros. El segundo, el Tigo Money. “Vendíamos tarjetas de crédito telefónico y se intermediaba el envío o salida de dinero. Había una comisión por eso, pero es un negocio legal. Aparecerán grandes movimientos de dinero, pero no nos quedábamos con eso, solo con las comisiones. No había extorsiones, eso es mentira. A nadie se le obligaba a pagar”, contó. Sin embargo, la fuerza anticrimen de Santa Cruz cree que esos negocios eran una fachada que escondían las extorsiones a reclusos y otros ingresos ilegales de la pareja.
Por eso, el 5 de marzo se efectuó una requisa en la que murieron varios reclusos y poco después trasladaron a Oti a Chonchocoro.
“Sí, eso dijeron, pero para ellos sería fachada. Era nuestro trabajo, me quitaron todo lo que habíamos ahorrado en años y lo van a comprobar. No tengo nada más”, declara.
Lilian Aderly Ibañez vio por última vez a Oti el 14 de marzo. “Fui hasta Chonchocoro y solo pude verlo 5 minutos. Me recomendó que cuide a nuestras hijas y que sea fuerte porque todo esto iba a pasar”.
Después de ello, al retornar a Santa Cruz, la capturaron cuando se dirigía a efectuar el cambio de nombre en los documentos de una camioneta. “Estaba con mi hijita menor y me insultaron, me gritaron. Ella lloraba asustada. Yo llevaba 5.000 bolivianos, pero me sembraron un arma que no es mía. Me llevaron a un lugar donde me golpearon, me bolsearon y me decían que, si yo no hablaba, me iban a seguir pegando”.
La imputaron por el delito de portación de arma de fuego, legitimación de ganancias ilícitas, estafa, extorsión y crimen organizado. Recién hace un poco más de un mes la trajeron a Cochabamba. “Me quitaron los 100.000 bolivianos que teníamos ahorrados y mi camioneta. Pero verán que yo no tengo nada más”.
Desde la Llajta siguió en contacto con Oti. Las llamadas telefónicas entre San Sebastián y Chonchocoro eran su “soporte”.
“Él me contó que estaba aislado con dos personas. Una salió después y quedaron dos. Siempre estaba encerrado bajo llave en un sector alejado. No veía a nadie. Una semana antes de su muerte lo sacaron a jugar fútbol. Él me decía que estaba bien y que sea fuerte. Una sola vez me dijo que se sentía amenazado, pero no me quiso explicar por qué. Nunca se quejaba conmigo”. Aclaró que Oti jamás tuvo un problema con Hardy Gómez, el principal sospechoso de su asesinato. “Era su amigo. Acá hay algo que no entiendo. Quizás le pagaron para matarlo o encubre a otro. La verdad, no logro entender. Yo nunca supe de ningún tráfico de armas”.
VIVIR EN LA LLAJTA
Lilian Ibañez descartó la acusación de Hardy Gómez en contra de su marido. “¿Que Oti pensaba tomar Chonchocoro? ¿Que planeaba matar al comandante de Santa Cruz? ¡Puras mentiras! Ni que estuviera loco para hacer eso”, protestó.
Luego reveló que su plan era estar juntos en Cochabamba. “Él me pidió que esperemos a que todo se calme y me prometió que pediría su traslado a una cárcel de acá para poder estar conmigo. Él nunca quiso el poder en Chonchocoro porque no planeaba quedarse allí”.
Lilian Ibañez duerme junto a otras 30 reclusas nuevas en un galpón, en el segundo piso de San Sebastián. “Aquí aprendí a tejer. La última vez que hablamos con Oti me pidió que le teja unos guantes porque se moría de frío allá. Le estaba tejiendo unos cuando me lo mataron”, llora de nuevo.
La reclusa del micrófono advierte que es la última llamada para que las visitas salgan del penal. La Reina de Palmasola, hoy casi desapercibida en San Sebastián, se despide con los ojos hinchados, luego de mostrar una fotografía en la que está junto a Oti y su hijita mayor.