Raqaypampa, una fortaleza de tradiciones y transculturación
En la entrada de la iglesia de Raqaypampa hay un tumulto. Suena una melodía de salay, interpretada por la banda Juventud Lobos de Noche, de Mizque. Los jóvenes integrantes de la agrupación están uniformados con una camisa color marengo y un pantalón negro. A la distancia, otro sonido rompe con la tonada que interpretan las trompetas y las tubas. Una orquesta de lakitas (grupo de zampoñas) se abre paso hacia la entrada de la capilla. La mayoría de los músicos lleva una vestimenta colorida por los bordados de tonalidades fluorescentes, distintivos de sus tejidos. Son vistosos, a diferencia de la combinación sobria del otro conjunto.
La agrupación raqaypampeña irrumpe como poseída por una presencia sobrenatural. Unos dicen que es el Machu, “El diablo, pues”, explica Carlos Espinoza, especialista en la cultura de este pueblo ubicado en el Cono Sur de Cochabamba, a 220 kilómetros de la ciudad. También se refieren a esa entidad como el Sirinu, el protector de la música en la cultura andina. Sea cual sea, “mantiene la disciplina del grupo”. Y se nota. Más orquestas irrumpen con sus melodías, cargando estandartes de pasantes en devoción a la Virgen de la Merced. Entran al pueblo marchando en bloque, como descendientes de los chuwis, el ejército andino que acompañó a Tupaj Katari en el siglo XVI. Es apenas el segundo día de la celebración a la advocación mariana, la fiesta más grande de la subcentral campesina, la primera que realizan como una autonomía indígena consolidada.
La chicha empieza a fluir en cada descanso de las orquestas. La fiesta de la Virgen de la Merced inicia el 23 de septiembre, prosigue con la celebración el 24 –su día– y finaliza el 25 con el pasanaku, que define quiénes serán los pasantes del próximo año, cuenta Gualberto Albarracín, ejecutivo de la Central Regional de Raqaypampa. Explica que se le da mucha importancia a la tradicionalidad de la celebración, por lo que la música de amplificación está prohibida. “Ahora incluso hay bandas. Antes no había, pero, con el paso del tiempo, las tradiciones van cambiando. No podemos utilizar amplificación, ni nada de eso. Para eso es la música tradicional, con los grupos. Tiene que ser algo propio de la gente para honrar a la Virgen”.
El olor a chicha se impregna con la tierra en cada ch’alla que se le ofrece a la Pachamama, antes de que los músicos mojen su garganta, antes de la próxima tocada. 13 pasantes son los encargados de invitar la bebida espirituosa a las orquestas. La más cotizada es la que preparan René Cadima Arnez y Blanca Cadima Guzmán. El brebaje que la pareja sirve es de muko. En lugar de germinar el maíz para liberar los almidones, el grano se muele, se humedece en la boca del fabricante para después formar pequeñas bolas y ponerlas a secar.
Blanca no hace faltar el balde lleno al medio del círculo que forman los raqaypampeños para tocar sus melodías. Es tímida y trata de pasar desapercibida, al igual que las otras pocas mujeres presentes. La imagen de los intérpretes en cerco se reproduce en distintos puntos cercanos al templo. Es una fiesta de hombres, otro ejemplo de la predominancia patriarcal y machista que rige la cultura de este pueblo. Ellas no participan de los lichiwayus (orquesta de quenas). Ya tendrán la oportunidad de sacudir sus coloridas polleras cuando intervengan en las charangueadas, en las que zapatean y cantan, según explica la antropóloga austriaca Eveline Sigl en su libro “No se baila así nomás”.
“En el modo de vida de los campesinos alteños [de Raqaypampa], las fiestas son eventos importantes, porque son espacios y momentos en los que se recrean las alianzas entre parientes y compadres. También se resuelven las diferencias y discrepancias, se redistribuye lo que se tiene, se hacen nuevos acuerdos. Las fiestas son momentos privilegiados para hacer rituales, para agradecer por las cosechas y restablecer la armonía con la naturaleza”, explica la socióloga Marina Arratia Jiménez, en la publicación “Wata Muyuy: Ciclos de vida en culturas agrocéntricas y tiempos de la escuela”.
Durante la fiesta, algunas de las orquestas se mantienen estáticas cuando interpretan, otras comienzan a bailar y tocar sin romper el cerco. El percusionista del bombo marca el ritmo, mientras danza incansable. El sonido de las zampoñas y quenas debe ser impecable, al igual que la ropa que llevan los músicos. No sería una fiesta tradicional sin su vestimenta. Los hombres, en su mayoría, llevan una camisa blanca de tocuyo, encima un chaleco bordado con figuras de animales, flores y plantas coloridas. El pantalón es de tela de oveja. Tiene en la parte de adelante un tejido con los mismos diseños que la chaquetilla. En la parte trasera de la prenda inferior, lucen un tejido que se asemeja a un par de borlas de colores vivos que van amarradas a la faja. El tamaño del pompón a sus espaldas tiene distintas interpretaciones. Arratia dice que los jóvenes lo llevan de mayor tamaño debido a que se encuentran solteros y están buscando pareja. En cambio, los hombres casados visten un colgante menor.
Las mujeres, por su parte, lucen blusas de diferentes colores, con bordados en el cuello y mangas. Sus polleras son de colores llamativos y tienen ornamentos como la prenda superior. Visten muchos adornos, usados mayormente por las solteras. A diferencia de los hombres, las borlas las llevan en sus sombreros blancos de lana de oveja. La preparación de los materiales para lograr la confección de tejidos (esquila de lana, lavado, hilado, teñido) se realiza durante todo el año, explica Arratia. “Hilan la lana mientras caminan hacia sus chacras o de una comunidad a otra y cuando están pasteando ovejas. Las mujeres se dedican mayormente al tejido en los telares, y los hombres a la confección y los bordados de ropa a máquina”.
Los raqaypampeños conforman una cultura agrocéntrica de mucho respeto a la Madre Tierra. Durante la celebración de la Virgen de la Merced, se da una mezcla entre paganismo y religiosidad, característica de muchas celebraciones litúrgicas en el país. La procesión que se hace alrededor del pueblo, cargando a la divinidad, la efectúan un par de monjas –no quieren curas– junto a los pobladores. Durante las paradas que hacen para orar en quechua, no faltan los pedidos de prosperidad agrícola.
A pesar de que la comunidad trata de permanecer auténtica, antigua, llena de misterios y encantos, ni siquiera la fortaleza que ha construido alrededor puede con los embates de la globalización. Por un módico precio de 10 bolivianos, los jóvenes lucen un corte de raya al lado, como el jugador del Real Madrid Cristiano Ronaldo. “Es el estilo más popular”, afirma el peluquero del pueblo. Algunos incluso llevan diseños en los costados de su cabello. La transculturación se ve aun en la ropa. Si bien las nuevas generaciones no renuncian a elementos típicos de la vestimenta, como el sombrero de lana de oveja o el chaleco, los estilizan usando jeans estilo chupín, estrechos, entre otras prendas.
Si un incauto visitante no supiera que la fiesta de la Virgen de la Merced se realiza en el pueblo, podría confundir el evento con una previa de la Champions League. La camiseta del Paris Saint-Germain, con el 10 estampado del brasileño Neymar, se pasea en el cuerpo de un joven. Al lado, su amigo lo acompaña vistiendo los colores de la polera que defiende el astro argentino del Barcelona, Lionel Messi. Otro de ellos lleva una camiseta de la Juventus, de Italia, el otro una del Real Madrid y encima el chaleco típico. La imagen se repite. Lo tradicional y lo nuevo conviven entre montes y pampa a 3.000 metros de altura, donde este pueblo de más de 7.300 habitantes preserva orgulloso su cultura y reafirma su autonomía.
3 Días de fiesta
La chicha empieza a fluir en cada descanso que se toman las orquestas. La fiesta de la Virgen de la Merced inicia el 23 de septiembre, prosigue con la celebración el 24 –su día– y finaliza el 25 con el pasanaku.
Globalización
A pesar de que la comunidad trata de permanecer tradicional y auténtica, no puede con los embates de la globalización.