Se defendió cuando era violada y tuvo que inculparse de un homicidio
Seis años y seis meses de cárcel. Esa es la sentencia que pidió la adolescente Andrea, acusada del asesinato de Francisco (ambos nombres fueron cambiados).
La audiencia en el Tribunal 5 de Sentencia del Tribunal Departamental de Cochabamba fue el pasado 10 de julio, a las 10:15 de la mañana. La fiscal leyó el acuerdo de las partes, por el que Andrea pide juicio abreviado y una sentencia de seis años y seis meses, inculpándose del homicidio de Francisco, de 50 años de edad.
Una magistrada del tribunal explicó que el juicio abreviado es voluntario, que la otra opción es continuar con el proceso hasta llegar a un juicio oral.
Después de escuchar a la representante del Ministerio Público y a la abogada de Defensa Pública, la jueza pidió a la acusada que relate lo ocurrido la madrugada del 27 de enero de 2016.
Andrea, de 19 años de edad, es una adolescente de 1.56 metros de altura, de cabello largo, tez canela, ojos rasgados, contextura delgada y una gran simpatía natural. Ante el tribunal, trató de contener el llanto, pero algunas lágrimas rodaron por su rostro. Con voz pausada, relató que la noche del 26 de enero de 2016 fue a cobrar el dinero que don Francisco le debía por su trabajo de varios meses. Se hacían 6.600 bolivianos. Llegó al lugar alrededor de las 20 horas, pero su exjefe no estaba. La inquilina del edificio donde estaban las oficinas del exempleo de Andrea le abrió la puerta y le dijo que entre a esperar, pero ella prefirió aguardar afuera. Alrededor de las 21 horas llegó Francisco, de 1.80 de altura y de contextura “robusta”, según la descripción de la Policía. Ambos ingresaron a las oficinas, que hacía las veces de vivienda. Francisco le pagó solo 600 bolivianos y por el saldo le pidió que volviera. Ella le reclamó, porque en los meses que trabajó como secretaria solo recibió pequeños adelantos, cuando el salario fijado por su trabajo era de 2.400 bolivianos al mes, sin contar horas extras. Andrea le dijo que nunca más iría, que sus hermanos cobrarán la deuda por ella.
Francisco le pidió que aguarde y trajo una botella de ron, que ya estaba abierta. Andrea aceptó compartir un vaso, pero cuenta que, furtivamente, echó la bebida. Luego, su exjefe no la dejaba salir y la forzó a ir a su cama. Francisco tomó un cuchillo, que estaba en un cajón próximo a su lecho, para someter a la adolescente y abusar de ella. Ella se resistió y, en el forcejeo, el cuchillo la hirió en el abdomen y la pierna. Francisco resultó herido en el cuello y el pecho, abrevió Andrea. En otras actuaciones judiciales ella relató un segundo intento de ataque sexual de Francisco, otro forcejeo y la herida fatal.
Ante el Tribunal, Andrea relató que fue a pedir ayuda a la inquilina para que llame a la Policía y poder salir. La inquilina, en lugar de llamar a la Policía, telefoneó a su hermana y propuso a Andrea que le lance por la ventana un DVD y otros bienes de Francisco.
LLEGA LA POLICÍA
Alrededor de las 4 de la madrugada llegó la Policía. "No me fui, yo quería que venga la Policía" recalcó Andrea ante el tribunal.
No relató que estuvo hospitalizada tres días por la gravedad de sus lesiones y luego remitida a la cárcel de San Sebastián.
La madre de Andrea llegó, llorosa, poco después de empezada la audiencia. La presidenta del tribunal pidió a los asistentes que desalojen la sala para deliberar. Los cuatro representantes del difunto: la viuda, un abogado, un joven y un policía se reunieron con la fiscal.
En el intermedio de la audiencia no hubo el esperado abrazo madre e hija. Ambas guardaron las distancias, aunque lloraron juntas y compartieron pañuelos desechables para enjugar lágrimas, además de dialogar mientras deliberaba el tribunal.
"Solo tenías que reconocer que en el forcejeo lo mataste" le recordó la abogada defensora. "No puedo, no puedo decir eso", aclaró Andrea.
La defensora pública confirmó después que, desde la primera etapa de la investigación, se buscó demostrar lo que decía Andrea, que actuó en legítima defensa. “Sé que es difícil, pero con todo lo que contaste, el tribunal está analizando”, añadió la abogada, que compartió con Andrea unas galletas.
La fiscal y la abogada defensora fueron convocadas por el tribunal. Luego se volvió a plantear a Andrea el alcance del juicio abreviado. "Podemos ir a juicio oral, pero la sentencia puede ser por más tiempo o por menos años. La fiscal ha adelantó que cuenta con todas las pruebas. Nosotros tenemos el informe forense y algunas pruebas, pero nada de testigos.
-¿Quieres seguir con el juicio abreviado?, insistió nuevamente la defensora.
- Sí, respondió Andrea, sin dudar.
-Entonces solo tienes que decir que en el forcejeo lo mataste.
"Tienes que decir la verdad", interrumpió la madre no muy convencida de sus palabras.
FRASE ACORDADA Minutos más tarde, Andrea habló ante el tribunal, con aplomo y dijo las frases acordadas: que hubo el forcejeo con Francisco y que ella provocó las heridas que derivaron en la muerte. La presidenta del tribunal rememoró los antecedentes y dictó la sentencia de privación de libertad en el penal de San Sebastián Mujeres. También ordenó que Andrea asuma las costas del Estado y del fallecido.
Tanto la fiscal como la defensora renunciaron en la audiencia al plazo de 15 días para apelar, pero la Presidenta del Tribunal aclaró que el fallo no estará ejecutoriado hasta que se notifique a los familiares de la víctima.
Más de dos meses después, la sentencia seguía sin ser ejecutoriada, porque para notificar a la familia de la víctima se debe publicar un edicto y ni Andrea ni la Defensa Pública cuentan con esos recursos.
“No hay justicia”, dijo Andrea pensativa, semanas después de su audiencia. Cuenta los días para salir de la cárcel y juntar todo el dinero posible para dejar atrás la condena de seis años y seis meses.
27 De enero de 2016
La Policía auxilió a Andrea y la llevó al Hospital Viedma. Hasta ahora no tuvo oportunidad de decir su verdad, porque su primera declaración fue cuando estaba sedada por el dolor.
Ante el Tribunal 5 de Sentencia, se limitó a inculparse del homicidio.
Andrea trabajaba para comprar una moto, hoy para cuando sea libre
Son las 17:00 horas y Andrea se lleva a la boca el primer bocado del día. Arroz, papa y dos alas de pollo a la parrilla. Hasta esa hora estuvo lavando ropa. Su jornal fue de 10 bolivianos. Por eso prefiere el planchado, porque puede ganar un poco más. Vive hace 18 meses en el penal de San Sebastián, acusada por la muerte de su exempleador Francisco.
La adolescente de 19 años se entristece porque no tiene visitas.
EMPLEO En 2015, y durante cinco meses, Andrea trabajó como secretaria. Era su tercer empleo, pues a los 15 años tuvo su primer trabajo. En el colegio le iba muy bien y cumplía todo lo que pedía su madre, que año tras año le prometía una bicicleta. Cuando Francisco la empleó, Andrea ya era independiente y vivía sola. No medía las horas de trabajo y, a veces, se quedaba hasta tarde, con tal de ganar algo más de dinero. Quería ahorrar para una moto y así movilizarse fácilmente. Los diez empleados trabajaban en dos grupos. Unos iban a ofrecer servicios y conseguir contratos y otros producían. Comían en la oficina, junto a los dos pequeños hijos del dueño. A veces, Andrea les llevaba al colegio, porque no había quién más lo haga. Francisco estaba separado de su esposa.
En noviembre, Andrea anunció a su empleador que se retiraba, porque se acercaba el inicio de clases y debía volver al colegio.
La declaración de un compañero de trabajo de Andrea, que está en el expediente, señala que ella era víctima del acoso sexual de su empleador.
Andrea cuenta que se fue del trabajo porque su primo, que hacía negocios viajando a Chile, le invitó a ir con él a comprar los maquillajes al por mayor. Andrea tenía un grupo de animación de cumpleaños y viajó ilusionada al vecino país.
Una mañana, su primo la dejó en el alojamiento, con el encargo de que vaya a desayunar en el local que estaba cruzando la calle. En cuanto Andrea salió, encontró a su exjefe en la puerta. Ocultaba un cuchillo debajo el saco que llevaba en el brazo y la obligó a subir a un auto para traerla de vuelta a Cochabamba, bajo amenaza de hacerle daño a ella y a su familia si no obedecía. Andrea no gritó ni denunció el secuestro, pensando que en otro país nadie le creería. En la terminal de buses no pudieron comprar pasaje. Así que, de inmediato, volvieron al alojamiento y ella tuvo segundos para sacar su cédula y luego partir de retorno a Cochabamba.
Francisco encontró a Andrea porque ella no cambió de celular y su ubicación estaba activada. Le exigía que vuelva a la oficina, porque los clientes apreciaban su trabajo e ideas.
Pese a ese secuestro, al acoso sexual en el trabajo de parte de Francisco y a la falta de pago de sus salarios, Andrea no recurrió al Ministerio de Trabajo y solo escapó de Francisco en cuanto llegaron a Cochabamba.
INFANCIA DIFÍCIL
Andrea tuvo una infancia difícil. La relación con su madre era tensa. Conoció a su padre a los 12 años y le pidió ir a vivir con él, pero no hubo posibilidad. Las pocas veces que lo vio marcaron su vida. Su padre murió un año después de conocerlo y Andrea fue a Potosí al entierro, para quedar atrapada en el más largo paro cívico de ese departamento. Al retornar, cerca de Oruro, sufrió un accidente de tránsito que segó la vida de su sobrinita de dos años, a quien Andrea quería demasiado.
LA TRAGEDIA Andrea fue a cobrar el dinero que Francisco le debía, sin pensar que esa noche tendría que luchar por preservar su integridad y su vida. “Lo que me pasa por ser buena trabajadora”, comentó Andrea.
Aquella noche, después de esperar una hora, llegó Francisco y pasaron a la oficina. Solo le pagó 600 bolivianos de una deuda de 6.600 bolivianos y le invitó a beber ron. El exempleador, de 1.80 metros de altura, moreno de ojos y cabellos negros y contextura fornida, no aceptó el rechazo de Andrea y la arrastró a su cama. Tomó un cuchillo que estaba en una caja próxima al lecho para herir y someter a Andrea. Clavó el arma y en el vientre y la pierna de Andrea. En la lucha, él resultó lesionado superficialmente en el cuello.
Después de violarla una vez, quiso volver a cometer el abuso y, cuando Andrea se negó y trató de huir, él la alcanzó y la tomó del cuello con una mano elevándola, pegada a la pared del pasillo, mientras con la otra blandía el cuchillo. Andrea, que tenía las manos sueltas, pudo arrebatarle el arma y clavó el cuchillo en el pecho de Francisco. Con el dolor, él soltó a Andrea. Cayó de espaldas, quedando debajo de Andrea que, al caer, descargó accidentalmente su peso en el puñal.
Andrea pidió auxilio a la inquilina de la casa a las 3.30, pero ella no llamó a la Policía de inmediato. A las 4 de la madrugada del 27 de enero de 2016, llegó Radio Patrulla 110 y posteriormente miembros de la División de Homicidios.
El examen forense de Andrea señala que, además de las heridas con cuchillo, la adolescente tenía policontusiones, equimosis en el cuello y lesiones genitales.
Pese a eso, la fiscal del caso no tomó en cuenta la violación.
Tres días después, Andrea ingresó a la cárcel San Sebastián Mujeres, acusada de asesinato.
DEFENSA La defensa legal de Andrea osciló entre abogados particulares y el Servicio de Defensa Pública, factor que perjudicó la obtención de pruebas contundentes para el juicio.
Faltó, por ejemplo, una pericia psicológica. Andrea tampoco contó con los testigos que, en principio, afirmaron que era víctima de acoso sexual en el trabajo.
Una exconcubina de Francisco dio testimonio aterrador de su vida con él, pero tampoco pudo ser convocada para que declare en el juicio oral.
RECONSTRUCCIÓN
Andrea vivió en la cárcel un trauma tras otro.
La cuarta vez que determinaron hacer la reconstrucción de los hechos “pasé lo peor de mi vida”, relató.
“Me llevaron obligada. Yo no quería salir de la cárcel. Fue horrible ir al lugar donde ocurrió todo. Allí aún estaban mis lentes destrozados, los que me hice ahorrando de a poco, porque nunca pude tener nada de una sola vez”.
Andrea reclamó al fiscal porque sentía que se hacían la burla al llevarle una y otra vez a ese lugar . La reconstrucción se suspendía cada vez porque faltaba alguien o algo.
“Le dije al Fiscal que no iría más a ninguna reconstrucción y él hasta se mostró comprensivo diciéndome : Yo tengo una hija de tu edad”, pero añadió “... claro que cada quien sabe dónde se mete”.
“Yo no quería que don Francisco muera. Si él no moría se hubiera sabido la verdad. También se podía ver al menos parte de lo que pasó en el video que nunca apareció en el juicio. La cámara estaba en el pasillo y allí pasó la última parte”, señaló.
INJUSTO Para Andrea “todo es injusto”, porque en la cárcel encontró a personas inocentes .
Andrea se dedica al estudio y al trabajo para lograr su redención.
“Si no ahorro no podré salir. Cuento las horas de estar aquí, donde es más fácil que te inviten un cigarro u otras cosas, antes que un plato de comida. Claro que después te cobran”, dijo.
NO MÁS PROBLEMAS
“No sé por qué me odia tanto”, reflexionó Andrea, al recordar que la viuda de Francisco le llamó por teléfono varias veces para amenazar a su familia e incluso fue al penal para insultarle. Andrea solo le dijo que nada tenía que hablar con ella y eludió el escándalo.
“Yo prefiero evitar los problemas, porque no sé cómo puedo reaccionar”, afirmó Andrea, que a diario tiene que lidiar con dificultades.
VISITA La Gobernación y las policías le ayudan y acogen por ser joven y, si tiene visita, se alegran con ella. Andrea es una de las cuatro estudiantes que cursa quinto y sexto de secundaria simultáneamente.
En el penal San Sebastián mujeres casi no queda espacio. El patio es la sala de visitas y casi todas las tardes, pero en especial los sábados no quedan mesas ni sillas para charlar. Se puede improvisar un lugar en la lavandería y hablar con una estridente amplificación, los gritos de los niños y la bulla de todas las visitas, alrededor de 180, casi el mismo número de internas. El alcantarillado abierto impregna de fetidez el ambiente. En la cocina contigua a la lavandería sigue indiferente su intenso ajetreo de llevar y traer diversos platos e ingredientes. Los niños pequeños chapalean en las aguas detenidas y se distraen poniendo papeles , cartones y lo que encuentran en los turriles que están llenos de agua para lavar de ropa.
Los prediarios que asigna el Estado para la alimentación, de 6.50 bolivianos al día, le alcanzan para desayuno o almuerzo. Si el prediario se atrasa, afortunadamente para Andrea, hay una señora que le da el alimento a crédito.
“Yo prefiero no comer bocado a robar”, concluyó Andrea.
Ayuda para la defensa
Las personas privadas de libertad requieren de la ayuda de familiares y amigos para tareas que el Servicio de la Defensa Pública no puede cumplir. Cada defensor tiene a su cargo hasta 110 casos y hace falta recoger documentos, notificar testigos y preguntar sobre los requerimientos. Andrea quedó sola en momentos clave y se cumplieron plazos para presentar pruebas. La defensa de Andrea resultó muy débil para llegar a juicio oral y demostrar la legítima defensa.