Estos rituales fortalecen el ayni en los migrantes bolivianos
Los rituales que los migrantes bolivianos practican en el extranjero se basan en el ayni (solidaridad recíproca).
Los bolivianos que residen en el país, y principalmente los que se encuentran en el exterior, tratan de fortalecer la familia espiritual. Y a partir de este compromiso se hacen compadres.
Con rituales como el uma ruthuku y el t’ipanaku se trata de asegurar la subsistencia del otro, para vivir en armonía.
Con el uma ruthuku se busca garantizar la subsistencia del niño al cual se va a cortar el pelo. A cambio de un mechón se le entrega una determinada suma de dinero.
Antes, la retribución que se le entregaba al niño y a su familia era en especie, es decir, se les regalaba una gallina o una oveja. Los abuelos, que tenían una mejor condición económica, le obsequiaban una vaca, con la finalidad de asegurar su subsistencia, pero siempre con el principio fundamental de la reciprocidad.
Con la migración tan fuerte que se ha dado en los últimos tiempos, desde el área rural del país, todos nuestros paisanos que llegan al norte (España, Italia, Estados Unidos) y a países vecinos como Argentina y Brasil, llevan estas costumbres y desarrollan grandes fiestas, enriquecidas con los valores de esas culturas, pero sin perder la esencia de estos rituales, que no son hechos tan frecuentes como una costumbre o un hábito.
Son rituales con fundamentos de reciprocidad y solidaridad que buscan el equilibro y la armonía.
Es importante que los bolivianos que migran al exterior lleven toda esta riqueza cultural y espiritual que tenemos. Lo fundamental es que no olviden los principios de la reciprocidad y puedan enriquecerse estos rituales con las costumbres de los países donde residen.
Celebran con mayor fastuosidad. Pero eso no importa, porque los niños están revitalizando nuestra identidad cultural.
Otro ritual que se ve en el exterior, en los matrimonios, es el t’ipanaku. Es también la entrega de regalos, con el mismo principio, asegurar la subsistencia de esta nueva pareja.
Antes, se regalaba a la pareja gallinas, ovejas u otros animales de corral, además de semillas, pero ahora realizan el t´ipanaku, que consiste en colocar los billetes (en dólares o euros) en las ropas de los novios, diferenciando el ayllu de la mujer y del varón, y sus familiares, de tal forma que se entra en una sana competencia, con el fin de ayudar a este matrimonio que empieza a caminar un nuevo sendero, porque tendrá muchas necesidades materiales, y, por tanto, su comunidad está pendiente de ellos.
En nuestro medio, en la ciudad, estos rituales se han ido perdiendo, pero a partir de las clases medias bajas se nota su práctica, porque hay un fuerte sentimiento de la reciprocidad. Se entiende que primero hay que dar para recibir.
Mediante estos rituales se van tejiendo lazos de familiaridad entre las familias, ayllus o comunidades.
Se advierte, además, que estos rituales se fortalecen más en el exterior que en el país, porque afuera los migrantes tienen más necesidades, toda vez que están lejos. Ellos, de una manera innata empiezan a hacer lo que siempre tuvieron, los rituales, porque nuestros paisanos crecieron bajos esos cánones y principios.
Estamos convencidos de que cuando los bolivianos migran, empiezan a añorar su tierra y fortalecen sus tradiciones. Somos culturas que tratamos de asegurar nuestros rituales que nos permiten seguir creciendo y estar vigentes.
Vemos que la gente que vive en otros países contrata locales para estas actividades, los salones de evento, porque sus casas son pequeñas. La costumbre en otros países es organizar las fiestas con mayor fastuosidad, pero no se pierde la esencia, se mantiene el principio de la reciprocidad que es innato en el andino.