Sasha, 70 años viviendo en el cuerpo de un hombre y sintiéndose mujer
Travesti. Así es Sasha, una adulta mayor de 70 años, que cuenta que siempre se sintió mujer, aunque nació en un cuerpo de hombre.
Sus siete décadas de vida se exponen en una cabellera corta blanca y en sus manos las arrugas de su piel. Usa lentes para leer textos en la computadora, porque su vista ya está cansada. Su vestimenta está marcada por los tonos pastel y telas floreadas. Lleva unos aretes plateados, que brillan ante la luz, y un anillo dorado. Su voz es suave y se muestra sonriente a la hora de contar su vida y recordar cómo salió del clóset para convertirse de hombre a mujer.
Ella es parte de la población de adultos mayores que hay en el país, pero con una distinta orientación sexual a la que nació, allá en 1947.
De acuerdo a los resultados del Censo 2012, la población adulta mayor en Bolivia es de 893 mil personas. Según el estudio “Conociendo las Necesidades y Vivencias de las Personas Adultas Mayores de Diversa Orientación Sexual e Identidad de Género en el Estado Plurinacional de Bolivia” de Manodiversa Asociación Civil, las estimaciones internacionales dan cuenta de que el 10 por ciento de la población en general es de diversa orientación sexual e identidad de género. Por tanto, en el país, habrían más de 89 mil personas adultas mayores Trans, Lesbianas, Gais y Bisexuales (TLGB).
Sasha es parte de este colectivo; al igual que Consuelo Torrico de 68 años, quien es lesbiana; y René, de 70, que es gay.
De este grupo, Sasha, Consuelo y René decidieron elevar la voz en demanda de sus derechos ciudadanos y de adultos mayores, aunque René lo hace de manera un tanto reservada, porque no todo su entorno sabe que es homosexual.
Esas voces se unieron, por primera vez, en el Primer Encuentro Nacional de Personas Adultas Mayores Bisexuales - Lesbianas - Trans - Gais, desarrollado del 18 al 20 de agosto en Cochabamba, para exigir salud, educación, vivienda, seguridad social y respeto para la población TLGB mayor de 60 años.
Esta generación del colectivo TLGB tiene demandas similares a las de los jóvenes. Sin embargo, sus historias son distintas porque su “época” fue otra. Tuvieron que enfrentar a una sociedad menos abierta, a familias más cerradas y hasta tiempos de dictadura.
Sasha relata su vida, esa que llevó como trans y que, en la actualidad, por su edad, le hace pensar con seriedad en el final. Teme que su orientación sexual sea una limitante incluso para la posibilidad de estar en una casa de acogida o un asilo. Sin embargo, dice que no le hará cambiar de idea ser lo que es hoy.
“La vida es un paso a la vejez y a la muerte”, resume su pensamiento.
El nombre que aún aparece en su cédula de identidad es Mateo Almendro. Pero, se presenta simplemente como Sasha.
“Desde que tengo uso de razón siempre fui lo que soy ahora. Soy trans. Siempre me sentí mujer”.
Asegura que no tuvo problemas en el seno familiar, porque su padre murió cuando ella tenía nueve años y supone que su madre se daba cuenta de su orientación sexual, por lo que no objetaba nada.
Recuerda que, al sentirse discriminado, hasta se agarró a golpes con algún compañero de colegio para “hacerse respetar”. Pero fue un caso aislado.
“Siempre he actuado en la escuela de mujercita y lo hacía muy bien. Los profesores, mis compañeros, me elegían (...) Además, yo he sido una persona muy requerida por mi capacidad intelectual”.
Cuando estudiaba Filosofía y Letras en la universidad, por los años 70, era parte de un grupo político que fue perseguido durante la dictadura del extinto presidente de facto Hugo Banzer Suárez (1971-1978).
“Me pilló el golpe de Banzer. Me fui a Chile y ahí se dio el golpe de (Augusto Pinochet (1973-1990). Luego, en Argentina me agarró el golpe de Rafael Videla (1976-1981). No pude culminar con una carrera. Eso me hace sentir una frustración hasta ahora”.
Fueron momento duros, en los que los militares conculcaron los derechos humanos; la desaparición de personas y asesinatos estaban a la orden del día. Además, el ser gay, trans o lesbiana era todo un pecado.
CONSUELO, LA LÍDER
Durante la misma época, Consuelo estaba en puertas de conocer al “amor de su vida”, Paty, una lesbiana que murió hace cuatro años.
“Pertenezco a la población lésbica y nunca he vivido en el clóset”.
Sus 68 años llegaron con la afectación a su vista. Su ojo izquierdo se cierra levemente y utiliza lentes. En algunos momentos coloca su mano tras la oreja dando a entender que no escucha muy bien. Tiene un carácter firme.
Ella es una líder, desde hace décadas. En la actualidad, es la Secretaria Nacional de los Adultos Mayores TLGB.
“Fueron años de trabajo, de enfrentar al mundo como una es, sin esconderse, sin meterse al clóset”.
Ella se excluyó de su familia para no ser discriminada. El tratamiento con las agujas que le incrustaban en los nervios de la cabeza, “una sensación fea y ultrajante”, en los encefalogramas, y las visitas a un psiquiatra desde sus 12 hasta sus 15 años, cada mes, terminaron cuando ella salió de su casa. Dice que sintió tristeza al dejar su hogar.
Recuerda que confirmó su orientación sexual, con atracción hacia otras mujeres, cuando conoció a Tamara (quien se convirtió en su amiga hasta que ella murió hace unos años).
“Cuando nos conocimos, nos abrazamos. Hasta antes de eso, ya estábamos dudando, empezando a pensar si éramos raras o enfermas, como entonces te hacían creer”.
Ella demostró que podía estudiar. Salió bachiller e ingresó a la universidad. Pero, le expulsaron de ahí, solo por el hecho de ser lesbiana.
De acuerdo a los resultados del estudio de Manodiversa, un 48 por ciento de la población TLGB adulta mayor logró estudios superiores o técnicos, un 12 por ciento alcanzó la secundaria y un 20 por ciento solo la primaria. Este último porcentaje, que representa a una quinta parte, incide “en las ocupaciones y en el bajo monto que perciben económicamente cada mes”.
Sasha huía de las dictaduras. Consuelo también sintió la presión de la etapa histórica de su generación. “Nos perseguían, invadían hasta nuestras casas. Pero, eso ya pasó. Son conquistas que logramos a través del tiempo”.
Consuelo se enamoró a los 22. Conoció a Paty, quien tenía novio, en una fiesta de Año Nuevo en la casa de su amiga.
“Vi entrar a una mujer maravillosa. Dije ‘¡pucha, qué linda!’. Estaba con su novio. Se me acercó, charlamos (...) Nos vimos tantas veces, hasta que me enamoré, ella también. Dejó al novio”.
Consuelo vendió una casa de la herencia que recibió a los 21 años. Paty ya había viajado visitando otros países varias veces.
“Decidimos viajar por todo el mundo con Paty, el amor de mi vida”.
La mirada de Consuelo se pierde cada vez que menciona a su pareja de más de 40 años.
“Nos fuimos porque vimos que en Bolivia había mucha guerra, mucho miramiento. Eran muy homofóbicos. Nosotras queríamos conocer cuál era realmente la idea de los gais en otras partes. Hemos estado en San Francisco, Ámsterdam. Después volvimos acá y trabajábamos”.
Se dedicaban a la venta de vehículos que importaban desde Estados Unidos, hasta que llegó la época de la depreciación.
“Quedamos casi cero, pero seguimos viviendo juntas. Fuimos una familia (...) No me arrepiento de nada, porque, a esta edad, cuando hago un viaje quedo totalmente destrozada. Cuando una es joven no siente nada”.
Actualmente, Consuelo vive sola, al igual que Sasha.
MILDRED Y LA
EXCLUSIÓN LABORAL
Quien también abre su historia al mundo, para exigir sus derechos es Mildred, de 54 años, una lesbiana que si bien aún no está dentro del grupo de adultos mayores, siente que está muy cerca y para ello comienza a prepararse e interactuar con quienes ya están sobre los 60.
Ella vive con su pareja en la ciudad de La Paz. Ambas trabajan vendiendo comida en la calle Illampu.
Casi con la voz entrecortada, Mildred relata que se dedica a esa actividad, pese a ser médica, con especialidad en obstetricia y estudios realizados en China y Rusia.
“La orientación sexual ha sido una pelea terrible. Hay una homofobia que no se imaginan. Pero, gracias a Dios y a la perseverancia, no he dejado que guillotinen mis concomimientos para estudiar”.
Las canas que guarda debajo de un sombrero rojo dan cuenta de su edad.
Le interesa que la sociedad conozca las historias del colectivo de travestis, gais y lesbianas. Su principal objetivo es evitar la exclusión laboral y garantizar una vida digna, principalmente en la vejez. Sus ojos se inundan de lágrimas al contar la frustración que siente al no poder ejercer su profesión.
“No tengo inclusión laboral. En el hospital donde trabajaba, el director no me ayudó mucho. No pude conservar mi trabajo pese a tener buen currículo estudiantil. Me marginaron totalmente, me han dado una muerte civil. A mi edad, estoy en el punto álgido de mis conocimientos y no puedo ejercer. No debe haber discriminación para nadie, ni trans, gay ni lesbiana”.
El estudio de Manodiversa expone que el 51 por ciento de los adultos mayores de este colectivo alguna vez sintió discriminación en el trabajo. Entre quienes respondieron que no sintieron discriminación argumentaron que era porque no tenían contacto con otras personas o porque su entorno no sabía sobre su orientación sexual. Entre las respuestas de los motivos de discriminación se incluyó la condición de ser adultos mayores.
Mildred explica que sintió la necesidad de “mirar mujeres” a los ocho años. Nunca habló directamente del tema en su familia, pero asegura que su mamá se dio cuenta.
“Las mujeres somos muy sensitivas. Ella siempre evitó el tema. Yo la amaba mucho y he intentado evitar su dolor”.
Casi siempre vistió con atuendos masculinos, eso fue lo natural para ella. Dice que cuando cumplió 15 años “empezó la lucha”, junto a Julieta Paredes, exactivista de Mujeres Creando. “Cuando la vi, aplaudí como foca porque vi que no era la primera ni la única lesbiana (...) El trabajo ha comenzado desde colegio, porque la discriminación ha sido desde entonces”.
Fue expulsada de varias unidades educativas donde estudiaban solo mujeres.
“Los directores decían que era un peligro por ser lesbiana”.
Pese a las dificultades, concluyó sus estudios de medicina, incluso las especialidades.
Cuenta con orgullo que tiene un hijo de 17 años, quien nació de su pareja, y a quien crían con amor. Sostiene que su hijo comprendió la orientación de su madre biológica y su pareja.
“Yo sufro discriminación dentro de mi familia. Pero, gracias a Dios y la valentía de querer vivir feliz y bien, he formado una familia”.
Fue la primera Presidenta del colectivo TLGB en El Alto (La Paz) y fundadora de la marcha nacional del colectivo en esa ciudad. Se considera una luchadora de los derechos humanos.
AÚN EN EL CLÓSET René, de 70 años, es otro adulto mayor del grupo TLGB. Su orientación con preferencia hacia otros hombres no es notoria. Viste y se expresa como varón.
Es gentil, habla pausado y pide no ser fotografiado. Solo sus congéneres del colectivo, pocos familiares (que le discriminan) y algunas personas con quienes trabajó saben que es homosexual.
“Antes se decía marica. Soy gay”, dice.
Cuando tenía 10 años murieron sus papás y él se quedó a cargo de sus hermanos hasta que salieron bachilleres. Asegura qué nació homosexual. Aunque, recuerda que fue víctima de una violación a los 11 años, “aunque fue en parte consentida y en parte a la fuerza (...) Éramos inquilinos y el hijo del dueño de casa me hizo unos tratos”.
Reconoce que en ese tiempo no conocía del tema porque “antes no había tele”.
Adquirió conocimientos a través de libros y revistas. “Con el tiempo he ido disimulando mucho”.
René recuerda que en la escuela sufrió “lo que ahora se llama bullying”, porque le insultaban.
“En el año 60, 70 también era discriminado”.
Sus hermanas conocen la realidad de René, pero las religiones que profesan las alejan de su familiar. “Para ellas es la peor aberración del mundo. Son muy conservadores en mi familia. Pero mis sobrinos me quieren mucho, ellos no saben que soy gay”.
Actualmente trabaja en el área doméstica con familias. “En la alta sociedad entienden (el tema de la orientación sexual), hay un trato cordial y respeto. Pero, en la clase media no, con ellos es peor, usan palabras soeces, he tenido cruces”.
Le gusta el folclore. Participa en fraternidades en entradas patronales y en las fiestas es cuando algunas de sus compañeras se dan cuenta de su preferencia sexual.
“Como bailamos con parejas mujeres, siempre hay proposiciones. Como dicen ‘te quieren hacer ripiar el palito’. Yo me comporto normalmente, trato con respeto a las mujeres”.
Mientras conversa, recalca con frecuencia su decisión de no vivir acompañado.
“Como gay, prefiero vivir solo. Actualmente, con los años que tengo, no le voy a negar que he tenido encuentros casuales. Somos seres humanos”.
Sostiene que no salir del clóset tiene que ver también con su seguridad, para no ser engañado.
“Es que ya no hay cariño ni sentimiento, hay interés material. Saben que uno es gay y vienen con proposiciones, ven la cosa material. He tenido pretendientes en Santa Cruz, como aquí (Cochabamba), en La Paz, pero me he cohibido de vivir en pareja. Me doy más cariño a mí y a mis sobrinos”.
La soledad de René no es un tema particular entre los adultos mayores TLGB. Sasha, aunque tiene pareja hace ocho años, vive sola. Consuelo también quedó sola hace cuatro años, desde que murió Paty.
El estudio de Manodiversa da cuenta de que el 58 por ciento de los adultos mayores TLGB en el país vive solo. Entre quienes expresaron que están acompañados, varios informaron que “debido al estigma y la discriminación” tuvieron que alejarse de sus familias biológicas. Algunos conformaron familias no tradicionales que incluyen amigos o hijos “adoptados” de manera no legal.
Entre los entrevistados, solo Mildred vive con su pareja.
Sin embargo, todos tienen preocupaciones comunes porque en su adultez temen por su salud, su seguridad social, el dónde vivirán sus últimos días y, además, con quien. Perciben soledad, discriminación y falta de atención en sus derechos.
Sasha, Consuelo, René y Mildred se sentaron junto a sus congéneres en torno a una mesa que reunió, hace una semana y por primera vez, a adultos mayores trans, gais y lesbianas de todo el país.
Todos ellos, en la actualidad tienen trabajo y velan por tener algún ahorro para su vejez. Pero, nada les garantiza la atención adecuada en salud o centros de acogida donde no haya discriminación.
Es así que surgen algunas ideas, como la implementación de una casa solo para adultos mayores trans, gays y lesbianas.
Una de las líderes, Consuelo enfatiza que lo que falta es que la sociedad se concientice sobre la realidad de los TLGB.
“La vida pasa en un minuto. De pronto nos vemos y somos mayores. Hemos empujado el carro desde antes y nos toca seguir empujando para que los jóvenes lleguen a ser adultos tengan derecho a acceso a vivienda, a trabajo, a todo”.
Identidad de género
Se refiere a la vivencia interna individual del género, cómo cada uno se siente, lo cual puede o no corresponder al sexo asignado en el nacimiento.
Orientación sexual
Se refiere a la capacidad de cada persona de sentir una atracción emocional y sexual por personas de un género diferente o de su mismo género.
“Ultrajante”
Consuelo recuerda que asistir al psiquiatra fue “ultrajante”. Su familia identificó su orientación sexual y la obligó a asistir durante 3 años.