Ser trans y ciega le cierra más puertas
Camina con la ayuda de sus compañeras, porque es una persona ciega.
Vanessa pertenece a la población trans. Es trabajadora sexual y perdió la vista hace más de 20 años.
Manifiesta que su situación, por su identidad de género y la discapacidad que sufre, deriva en que las puertas de las oportunidades se le cierren.
Hace apenas dos semanas, fue incluida en un grupo de mujeres trans que hay en Sopocachi (La Paz).
Tiene 45 años y fue invitada a participar del Primer Encuentro Nacional de Personas Adultas Mayores Bisexuales - Lesbianas - Trans - Gais, que se realizó entre el 18 y 20 de agosto en Cochabamba, porque vieron la importancia de que las personas más vulnerables conozcan la situación del colectivo y se preparen para su vejez.
Solo estudió hasta segundo de primaria y reconoce que eso también le perjudica. “Por eso, siempre pido que me ayuden a entender cuando hablan de temas que no conozco”.
Viene de una familia de muchos hermanos. Su padre murió durante su infancia y para su madre fue difícil cubrir las necesidades de todos sus hijos.
“Mi familia no me entendía. Yo me escapaba de la casa. Me iba donde mis amigas. Nunca les he explicado que soy así (trans), porque no me entendían. Se iban a los golpes”.
Comenzó a trabajar entre los 14 y 15 años, como ayudante de cocina o atendiendo mesas en broasterías. Pero un accidente le dio un giro a su joven vida, cuando apenas se acercaba a los 20.
“Estaban cavando unos pozos. A mí me gustaba ir a las discotecas, beber. Me accidenté, me golpeé la cabeza y de a poco fui perdiendo la vista”.
Argumenta que esa discapacidad le impidió tener el trabajo de cualquier persona sana.
“Hasta en la actualidad, pese a la discapacidad que tengo, trabajo en una calle en La Paz”.
Manifiesta que el dinero que logra como trabajadora sexual es poco. Sin embargo, apoya económicamente a su madre de 86 años y a una sobrina que también es discapacitada.
“Es dificultoso para mí. Yo quisiera un puesto, en un buen lugar, para vender algunas cosas y dejar después el trabajo de la calle”.
Describe que se siente discriminada. Oye palabras soeces.
“Me insultan en la calle (...) Gritan ‘¡no es mujer!, ¡no es mujer!’. Eso me incomoda”.
Vive sola en un cuarto alquilado en la ciudad de La Paz. Aunque casi no piensa en su futuro, al ser consultada sobre su vejez, expresa que un negocio le ayudaría.
“Puedo trabajar vendiendo lo que sea, pero no tengo hasta ahora ninguna oportunidad”.
A sus 45 años, Vanessa casi descarta la posibilidad de estudiar y superarse. Dice que “algo se puede aprender”, pero no está muy convencida.
29 por ciento
Relación familiar
Un 29 por ciento de las personas adultas mayores de diversa orientación sexual e identidad de género encuestadas afirma tener una buena relación con su familia. En tanto que un 8 por ciento reconoce que esa situación es “mala”.