Al migrar a Virginia, llevamos un pedazo de Bolivia con nosotros
06 de agosto de 2017 (17:40 h.)
La comunidad boliviana en Virginia, Estados Unidos, es la más grande y la que se hace notar más por varias actividades.
Una de ellas es el deporte, especialmente por las poblaciones del Valle Alto que se agrupan por cantones, en fútbol femenino y masculino.
Organizan sus torneos relámpagos, y también durante todo el año, pero que van más allá de lo deportivo. En estos campeonatos se reencuentran pueblos con pueblos.
Se puede escuchar a los niños hablando quechua y a la gente con sus helados de canela o de leche, llevan chicharrón hecho en sus hogares, y lo ofrecen a los asistentes.
Detrás de los que venden chicharrón, otras personas ofrecen chicha, de los dos colores, rojo y amarillo, con o sin helado, tipo garapiña. Las rosqueteras también muestran su producto, el blanco y el café. Venden en bolsas bien camufladas, porque la Policía de Sanidad no permite que se manipule la comida sin permiso.
La jornada deportiva termina a las cinco de la tarde y después se continúa en dos casas donde se elabora la chicha, que solo conocemos nosotros.
Además de tomar chicha, se come enrollado. Una de las chicherías está ubicada en el centro de Arlington, pero atiende a puertas cerradas. También se toca música con charango y guitarra.
Otra actividad de los bolivianos en Arlington es el folclore, porque al irnos hemos llevado un pedazo de Bolivia, con todas las festividades del año.
Celebramos las fiestas religiosas y muchas familias tienen sus santos, como San Judas Tadeo, San Isidro, San Miguel, Tata Bombori y celebran Urcupiña, que es la más esperada.
Las fiestas más grandes de Urcupiña son organizadas por dos familias, una a cargo de Elizabeth Gutiérrez, desde hace 25 años, y la de Julia Tamayo, cuya Virgen llegó en forma ilegal, porque ingresó por el desierto.
Además de estas dos grandes fiestas, hay cinco familias que organizan otras más pequeñas.
Las fiestas de Urcupiña implican también las novenas que se realizan en iglesias que deben ser contratadas un año antes.
Después se realiza la Entrada folclórica, en una escuela contratada para este fin, donde se arma un altar para la Virgen y las fraternidades hacen su promesa después de bailar.
Tras la Entrada, se realiza una fiesta social, de gala, y finalmente el Calvario, con todos los elementos: casas y terrenos.
Los grupos folclóricos funcionan en Virginia en base al calendario religioso, como ocurre en Bolivia, y bailan en fiestas como el Gran Poder, Urcupiña o el Festival Boliviano, entre algunos eventos.
Las autoridades de Virginia y otros estados destacan que los bolivianos, justamente porque están ocupados en sus actividades culturales, no se han metido todavía con drogas ni pandillas.
Algunas fraternidades de bolivianos bailan para ciudadanos de otros países en sus aniversarios, mientras que otras para universidades y museos.
Estos grupos de bailarines contribuyen a la economía de Bolivia, porque mandan a confeccionar sus trajes y, por ejemplo, una fraternidad de San Simón trae unos 60 mil dólares a Cochabamba y La Paz.
Sin embargo, lo negativo es que se está empezando a distorsionar los trajes y la danza porque no se mantiene su esencia.
El Festival Boliviano, uno de los eventos folclóricos más importantes en Estados Unidos está organizado por el Comité Pro Bolivia, que cumple el 17 de octubre 30 años de vida.
Al principio se celebraba solo el aniversario de Bolivia, el 6 de agosto, y después se dio inicio con el Festival Boliviano.
Para este evento se alquila un estadio al cual ingresan más de 10 mil personas y participan unos 40 grupos con unos 3.000 bailarines. Se inicia a las siete de la mañana y concluye cerca de la medianoche.
Una de ellas es el deporte, especialmente por las poblaciones del Valle Alto que se agrupan por cantones, en fútbol femenino y masculino.
Organizan sus torneos relámpagos, y también durante todo el año, pero que van más allá de lo deportivo. En estos campeonatos se reencuentran pueblos con pueblos.
Se puede escuchar a los niños hablando quechua y a la gente con sus helados de canela o de leche, llevan chicharrón hecho en sus hogares, y lo ofrecen a los asistentes.
Detrás de los que venden chicharrón, otras personas ofrecen chicha, de los dos colores, rojo y amarillo, con o sin helado, tipo garapiña. Las rosqueteras también muestran su producto, el blanco y el café. Venden en bolsas bien camufladas, porque la Policía de Sanidad no permite que se manipule la comida sin permiso.
La jornada deportiva termina a las cinco de la tarde y después se continúa en dos casas donde se elabora la chicha, que solo conocemos nosotros.
Además de tomar chicha, se come enrollado. Una de las chicherías está ubicada en el centro de Arlington, pero atiende a puertas cerradas. También se toca música con charango y guitarra.
Otra actividad de los bolivianos en Arlington es el folclore, porque al irnos hemos llevado un pedazo de Bolivia, con todas las festividades del año.
Celebramos las fiestas religiosas y muchas familias tienen sus santos, como San Judas Tadeo, San Isidro, San Miguel, Tata Bombori y celebran Urcupiña, que es la más esperada.
Las fiestas más grandes de Urcupiña son organizadas por dos familias, una a cargo de Elizabeth Gutiérrez, desde hace 25 años, y la de Julia Tamayo, cuya Virgen llegó en forma ilegal, porque ingresó por el desierto.
Además de estas dos grandes fiestas, hay cinco familias que organizan otras más pequeñas.
Las fiestas de Urcupiña implican también las novenas que se realizan en iglesias que deben ser contratadas un año antes.
Después se realiza la Entrada folclórica, en una escuela contratada para este fin, donde se arma un altar para la Virgen y las fraternidades hacen su promesa después de bailar.
Tras la Entrada, se realiza una fiesta social, de gala, y finalmente el Calvario, con todos los elementos: casas y terrenos.
Los grupos folclóricos funcionan en Virginia en base al calendario religioso, como ocurre en Bolivia, y bailan en fiestas como el Gran Poder, Urcupiña o el Festival Boliviano, entre algunos eventos.
Las autoridades de Virginia y otros estados destacan que los bolivianos, justamente porque están ocupados en sus actividades culturales, no se han metido todavía con drogas ni pandillas.
Algunas fraternidades de bolivianos bailan para ciudadanos de otros países en sus aniversarios, mientras que otras para universidades y museos.
Estos grupos de bailarines contribuyen a la economía de Bolivia, porque mandan a confeccionar sus trajes y, por ejemplo, una fraternidad de San Simón trae unos 60 mil dólares a Cochabamba y La Paz.
Sin embargo, lo negativo es que se está empezando a distorsionar los trajes y la danza porque no se mantiene su esencia.
El Festival Boliviano, uno de los eventos folclóricos más importantes en Estados Unidos está organizado por el Comité Pro Bolivia, que cumple el 17 de octubre 30 años de vida.
Al principio se celebraba solo el aniversario de Bolivia, el 6 de agosto, y después se dio inicio con el Festival Boliviano.
Para este evento se alquila un estadio al cual ingresan más de 10 mil personas y participan unos 40 grupos con unos 3.000 bailarines. Se inicia a las siete de la mañana y concluye cerca de la medianoche.