META EL OBJETIVO DE LOS CENTROS DE APOYO INTEGRAL PEDAGÓGICO, IMPLEMENTADO POR EL GOBIERNO EN 2015, ES DE MEJORAR EL DESEMPEÑO ESCOLAR DE LAS NIÑAS Y NIÑOS QUE CONVIVEN CON SUS PROGENITORES O TUTORES EN LOS CENTRO PENITENCIARIO
Niños reciben apoyo escolar y alimentación durante el día
Sebastián tiene seis años y siente una gran emoción cada vez que el bus que lo va a trasladar hasta el centro de apoyo escolar llega al penal en el que vive junto con su madre.
Abrigado con una chompa de lana café, un pantalón de tela y unos zapatos negros, impecablemente lustrados, el pequeño aborda el vehículo junto a otros tres niños.
Entidades estatales y otras no gubernamentales acuden a los penales de Cochabamba para brindar apoyo escolar a los niños que todavía viven en estos espacios con sus madres (tal es el caso de San Sebastián Mujeres) y a otros que son hijos de privados de libertad, pero que ya no residen en las cárceles porque fueron sacados de esos lugares en diferentes fechas de 2016 y 2017.
CAIP DEL GOBIERNO
Desde noviembre de 2015, aproximadamente 1.000 niños y niñas (hijos de los privados de libertad) se benefician con apoyo educativo a través de la implementación del programa Centros de Apoyo Integral Pedagógico (CAIP), inaugurado por el ministro de Educación, Roberto Aguilar.
El objetivo de este programa es que los niños y niñas que viven en los penales o van de visita a sus padres ingresen al “aula pedagógica” y puedan leer, jugar o hacer sus tareas que les ayude a fortalecer su desarrollo educativo.
Para implementar este programa, el Gobierno invirtió un poco más de 3.2 millones de bolivianos, para construir infraestructura y la compra de mobiliario en 16 centros penitenciarios del país.
Aguilar confirmó que el CAIP apoya en Cochabamba a niños menores de seis años que viven en el penal de San Sebastián Mujeres y a los que visitan a sus padres de las cárceles de San Antonio, San Sebastián y San Pablo de Quillacollo.
La autoridad aseguró que en los dos años de funcionamiento del programa, los resultados “son muy positivos”, según se desprende de las entrevistas que mantuvieron con los padres de los niños.
“Los CAIP juegan un rol de espacio educativo, pero también es una especie de guardería”, señaló.
Este programa, según el Ministro tiene varias virtudes: mantener ocupados a los niños que visitan a sus padres, apoyo escolar en el aula pedagógica e incentivo de actividades complementarias como la lectura y el juego.
La pedagoga Eliana García Romero, que asiste al penal de mujeres San Sebastián, señaló que el CAIP es un espacio muy importante para los niños que se encuentran en desventaja social.
Dijo que el CAIP busca evitar la deserción escolar por parte de los hijos de las personas privadas de libertad. La prioridad de las pedagogas a cargo de este programa es que los niños ingresen a un centro educativo, asistan con regularidad y mantengan un buen rendimiento.
“Cuando los niños llegan al penal, después de sus clases en los centros educativos, se trabaja con ellos en la lectura y otras actividades recreativas”, manifestó la pedagoga.
EL CAICC
La Asociación Civil Hamiraya es una Organización No Gubernamental que presta apoyo escolar a los hijos de las personas privadas de libertad, especialmente del penal San Pablo de Quillacollo.
La directora de esta ONG, Verónica Bustillos, afirma que su organización apoya a los hijos de los privados de libertad mediante su programa Centro de Apoyo Integral Carcelario Comunitario (CAICC), que trabaja desde 1994.
Esta organización nació por iniciativa de tres voluntarios, dos españoles y una canadiense, señala la coordinadora de proyectos, Delia Rita.
Bustillos explica que el CAICC trabajaba hasta el año pasado con la totalidad de los niños que vivían en San Pablo de Quillacollo (aproximadamente 70) y actualmente les sigue apoyando, pese a que ya no viven en esta cárcel, pero son hijos de personas privadas de libertad.
Bustillos subraya que gracias a un trabajo de largo aliento con los padres, se les convenció que sus hijos podían tener una mejor calidad de vida fuera del penal, junto a sus madres, con el apoyo de esta organización. Hasta fines del año pasado, las mujeres permanecían también en el penal junto a sus parejas. Muchas de ellas ayudan a sus esposos en su trabajo, especialmente en la carpintería, comprando madera y otros materiales.
Un bus recoge a los niños, a una cuadra del penal de San Pablo, y los vuelve a dejar en ese mismo lugar con sus familiares al finalizar la tarde.
Los niños que reciben apoyo del CAICC tienen garantizados el desayuno, el almuerzo y el apoyo escolar por parte de los educadores que trabajan en este programa.
Los educadores del CAICC, según Bustillos, realizan también el seguimiento escolar en los colegios de los niños que asisten a este programa, y se informa a los padres.
Bustillos no esconde su orgullo al señalar que muchos de los niños que atendieron en pasados años ahora son profesionales, algunos policías, otros auditores, diseñadores gráficos, entre algunos.
En la actualidad, el programa CAICC trabaja con 80 niños y adolescentes de entre 6 y 18 años.
“Son hijos de padres privados de libertad y, en algunos casos, de aquellos que ya salieron de la cárcel, tanto de Quillacollo como de Cochabamba”.