PASARON SEIS AÑOS DESDE EL DÍA EN QUE SU PADRE LAS GOLPEÓ CON UN COMBO HASTA DEJARLAS EN COMA, PERO SOBREVIVIERON. SU MADRE Y SU HERMANO MAYOR NO TUVIERON LA MISMA SUERTE Y FALLECIERON.
Las niñas a las que su agresor dio por muertas aún son un “milagro”
Han pasado seis años y un mes desde el fatídico día que cambió la vida de las niñas. El 20 de mayo de 2011 perdieron a su madre, a su hermano mayor y se salvaron milagrosamente de correr el mismo destino, a manos de su padre quien las atacó con un combo hasta dejarlas inconscientes en calidad de “muertas”.
Las hermanitas conocidas como las “niñas milagro” tenían tres y cinco años. Meses antes, su mamá había huido, desde Argentina con sus tres hijos, de la violencia de su pareja, pero el viaje de miles de kilómetros fue inútil.
Finalmente, el agresor dio con ellos y los golpeó a muerte. Ahora se encuentra prófugo. Se lo acusa de los delitos de infanticidio y feminicidio cuya pena es de 30 años de cárcel sin derecho a indulto.
El tiempo ha pasado y las cicatrices van sanando, las del cuerpo y las del alma, como lo cuenta Lucy Maldonado Camacho, responsable de la Gerencia Operativa de Aldeas Infantiles SOS, donde las niñas viven junto a una “mamá” sustituta y cinco hermanos.
Desde el día en que fueron dadas de alta de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital del Niño Manuel Ascencio Villarroel han pasado seis años. Sus principales lesiones eran en la cabeza. “Todos los huesos de sus cráneos tienen múltiples fracturas y ya es un milagro que ellas sigan vivas”, refirió su médico.
El pronóstico inicial de los médicos fue desalentador, discapacidad intelectual. No podrían ni leer ni escribir, pero se equivocaron porque hoy la realidad es diferente.
El camino de su recuperación continúa. Lo más dificil fue la adaptación de las menores a un nuevo hogar. Durante muchos meses preguntaban por su mamá y su hermano y se negaban a aceptar que no los verían más.
La “madre”, a un principio, sintió temor de no poder atender adecuadamente a las niñas por su delicado estado de salud, tenían golpes en el cuerpo, cicatrices en la cabeza y el rostro y estaban desnutridas. Decidió buscar ayuda profesional y lo primero que hizo fue contactarse con el personal del pediátrico Albina Patiño para que le asesoren en la alimentación y en el cuidado de sus heridas. “Ella (la madre) sentía inseguridad de usar algunos ingredientes que hagan infectar las heridas y quería darles alimento que les aumente las defensas”, narra Maldonado, quien sigue de cerca el desarrollo de las niñas.
Durante cinco años las niñas contaron con apoyo de profesionales de diferentes disciplinas, psicólogo, neurólogo, foniatra, traumatólogo y otros que fueron necesarios para lograr la rehabilitación de las niñas que vencieron a la muerte en los 10 días de lucha en terapia intensiva.
Los psicólogos jugaron y juegan un papel muy importante en su recuperación. Les ayudaron a tener una etapa de duelo para aceptar la pérdida y comenzar un nuevo episodio en sus vidas. Eran hurañas y desconfiadas “principalmente” con los hombres adultos. Les costaba integrarse, incluso, a los grupos de niños. “Eso es cosa del pasado”.
La mayor luce una cabellera negra y es de contextura delgada. Es autónoma en todas sus actividades y es una gran deportista. El basquetbol se ha convertido en una pasión y le dedica gran parte de su tiempo.
Para su madre es una alegría porque su autoestima ha mejorado y también su motricidad.
La menor tiene diez años y es la que sufrió más daño físico. Los golpes le afectaron la vista y presentaba dificultades al caminar. Con el apoyo de un oftalmólogo, traumatólogo y fisioterapeuta las lesiones fueron atenuadas y ahora son imperceptibles.
Las niñas, como sus cinco hermanos, participan en todas las tareas de la casa. Van al colegio, arreglan sus habitaciones y realizan labores comunes como el lavado de la vajilla y la limpieza de la sala, entre otras actividades.
Las hermanas asisten a una unidad educativa privada que se caracteriza por tener pocos alumnos. De esta manera, reciben atención individualizada. Maldonado recuerda que las niñas tienen un aprendizaje más lento. Al inicio de su etapa escolar se frustraban porque demoraron al leer y escribir y al realizar operaciones matemáticas. La madre fue persistente y les apoyó de cerca en su proceso académico.
Contra todo pronóstico, las niñas leen, escriben y realizan los ejercicios básicos.
La llegada de una niña de dos años y un bebé de ocho meses ha traido felicidad al hogar de las “milagro”. Han asumido su rol de hermanas mayores y se ocupan de cuidar y consentir a los bebés. Les gusta pasear a su “hermanito” en coche por la aldea y festejan todas las “monerías” que realizan.
La situación legal de las sobrevivientes aún no está definida porque tienen parientes de primer grado, un tío, el hermano de su madre. SOS cuenta con la custodia temporal de las menores y trabaja en la aproximación de las niñas con sus parientes.
Tras la muerte de la madre, llegó un tío de Potosí quien expresó su interés en tener la custodia de las sobrinas. Con el paso del tiempo no se concretó la decisión. Pero hubo avances y se logró que las niñas viajaran al pueblo de sus familiares a pasar sus vacaciones. Este acercamiento es importante porque les ayuda a tener un referente y a afirmar su identidad.
“Han vencido a la muerte y encaran la vida con fortaleza”, finaliza Maldonado.
Protección
Las autoridades guardan con reserva la identidad de las menores porque su padre tiene el perfil psicológico de un psicópata.
5
Días
Las hermanas permanecieron cinco días sin agua ni comida, estaban inconscientes. Los vecinos las rescataron al sentir un olor desagradable. La pestilencia provenía de los cadáveres de la madre y el niño de siete años.