LAS HISTORIAS DE LETICIA Y DANIELA SON UNA MUESTRA DE LOS CIENTOS DE SITUACIONES DE AGONÍA QUE ATRAVIESAN LAS RECLUSAS.
Una rea se enteró de que mataron a su hijo y otra tuvo 3 abortos en prisión
Son las cuatro de la tarde y entre el bullicio de un hacinado recinto penitenciario de Cochabamba, los gritos desconsolados de una mujer no han parado de oírse desde la noche anterior. Leticia, una de las reclusas, leyó en un periódico de crónica roja que su hijo fue asesinado y lloraba impotente pidiendo que la dejen salir.
Las historias de Leticia y Daniela, una joven de 22 años que sufrió tres abortos involuntarios, son solo una muestra de los cientos de historias de dolor que guardan las “Reclusas 1008”, como las denominan en el ámbito judicial.
LETICIA
“Un mototaxista es asesinado a bala. Delincuentes lo interceptaron cuando se dirigía a descansar”, citaba el titular de una noticia de Santa Cruz. Daniel D.M., de 17 años de edad, un joven que recientemente se había independizado y se ganaba la vida en la ciudad de Montero, murió acribillado por dos atracadores.
La noticia fue confirmada a Leticia horas más tarde con la llamada telefónica de uno de sus familiares.
A diferencia de cualquier otra madre, Leticia (nombre que guarda en reserva la identidad de la privada de libertad) no podía salir de inmediato para abrazar a su hijo. Ella fue detenida por delitos tipificados en la Ley 1008 (Narcotráfico) y solo conseguiría salir con un permiso especial, tras después de cumplir una serie de requisitos.La desgracia no terminaba ahí, el diario citaba que el joven iba a ser papá. “Deja a su pareja embarazada de ocho meses”, especificaba el diario.
La noticia provocó una crisis de llanto a la madre que suplicaba que la ayuden a salir. Entre los requisitos, le exigían presentar el certificado de defunción, un documento que acredite el vínculo y los pasajes de ida y vuelta en avión (para ella y sus dos custodios), entre otros.
Sus compañeras hicieron una colecta y la Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de Cochabamba coadyuvó con las autoridades de Régimen Penitenciario y familiares en Santa Cruz para agilizar el envío de los documentos requeridos. Cuando todo estaba listo, al día siguiente de la noticia, la salida fue nuevamente truncada, ya que el juez otorgó un permiso solo por cuatro horas.
“Resulta que el juez pensó que Montero estaba en Cochabamba”, citó una de las delegadas sobre la explicación que le dieron.
La corrección del error tomó otro tiempo y Leticia perdió el vuelo, que provocó una pérdida de alrededor de 4 mil bolivianos.
Finalmente, la solidaridad de todas las internas en el penal hizo posible la compra de nuevos pasajes y Leticia puedo llegar al velorio de su hijo, tres días después del hecho. En la práctica, el permiso judicial le permitió estar cuatro horas, entre su arribo a Santa Cruz, el velorio, el entierro y unos minutos de recogimiento con sus familiares, siempre al lado de sus custodios policiales.
“Es doloroso. Como madre, en esta situación, no puedes ni asimilar en paz la muerte de tu ser querido. Tienes que estar rogando para que agilicen tu permiso, no tienes la paz ni el consuelo para llorar a tu ser querido. Es muy triste, se siente mucha impotencia”, expresa una de las reclusas del penal.
DANIELA
La historia de Daniela es una de aquellas en que se paga una pena por amor. Ella fue interceptada por policías antinarcóticos, cuando descansaba junto a su pareja en un parque de la ciudad.
“Mi novio, repentinamente se fue y me dijo que volvería en un momento. Me dejó su mochila y resulta que en ella tenía marihuana”, relató Daniela.
Obviamente, nadie le creyó que la droga no era suya. “En delitos de narcotráfico, la norma es clara, ya sea tenencia, portación, transporte o tráfico son delitos y penados con cárcel”, explicó la juez Melvy Camacho.
El novio nunca reconoció su delito y, por el contrario, convenció a la joven de inculparse. La persuadió indicando que la amaba y quería tener una vida a su lado y que si se embarazaba podría ser beneficiada con la detención domiciliaria.
Frente a unos planes, aparentemente serios, la joven continuó con el plan y quedó embarazada, pero a los meses tuvo un aborto involuntario. “No sé si sea por la mala alimentación, el estrés o que alguien, por maldad, me haya dado algo en mi bebida”, enumera las posibles respuestas.
Ante esta primera pérdida, dos abortos más sucedieron en la vida de esta reclusa. El alejamiento de su pareja agravó su agonía. Las llamadas al celular de su novio no son respondidas, son colgadas o simplemente son contestadas por una mujer.
“Nosotras le decimos, que ese hombre no vale. Ella dice que lo va a olvidar, pero cuando estás enamorada y no tienes a nadie, vuelves a caer”, cita una de sus compañeras.
Microtráfico tiene la pena entre 10 a 18 años
La comercialización de sobres de cocaína o marihuana en pequeñas cantidades tiene una pena de 10 a 18 años de privación de la libertad en un centro de rehabilitación penitenciaria, según el
artículo 48 de la Ley Nº 1008 del Régimen de la Coca y Sustancias Controladas, promulgado
el 19 de Julio de 1988.
El perro del hijo de Leticia hizo noticia
En Santa Cruz, el perro del hijo de Leticia hizo noticia. Según los parientes,
él viajaba siempre con su dueño en una mochila. Los testigos del crimen indicaron que el perro no se separó de su amo hasta que llegó la Policía, pero una joven, que hizo la llamada de auxilio, se lo llevó. Ahora, los familiares buscan al cachorro.
1 Fondo de ahorro sirve para las emergencias
Un fondo de ahorro en el penal de San Sebastián Mujeres permite a las reclusas disponer de algunos recursos económicos para situaciones de emergencia como las de Leticia, que viajó al velorio de su hijo.
Una pareja no pudo salir por la multa
Una pareja de esposos, recluidos en distintos penales, que tuvo la oportunidad de beneficiarse con el indulto no pudo salir de la cárcel, debido a que perdonaron su pena, pero no la multa dispuesta por el Estado; cada uno debía pagar 30 mil bolivianos.
Finalmente recurrieron a informes sociales para reducir la multa.