LA INOCENCIA DE LOS INFANTES ES APROVECHADA POR NARCOTRAFICANTES, PARA ELUDIR EL CONTROL POLICIAL. OTROS CONTRATAN A NIÑAS Y ADOLESCENTES, QUE PASTEAN OVEJAS, PARA QUE LES ALERTEN DE LA LLEGADA DE OPERATIVOS SORPRESA.
Reclutan a niñas y ancianas para evadir el control antinarcóticos
La ternura e inocencia de una niña o la fragilidad de una adulta mayor fueron advertidas por las redes del narcotráfico como un buen potencial para evadir el control antidrogas en retenes policiales e inclusive en los mismos recintos penitenciarios de Cochabamba.
“Nadie podría imaginar que un niño esté involucrado en el ilícito. Muchas veces lo dejas pasar sin realizar un control riguroso como a los adultos”, expresó una policía antinarcóticos que accedió a una entrevista bajo reserva de su identidad.
Los padres de estos infantes, aprovechan esta percepción policial sobre los niños y los utilizan como "mulas" (personas que transportan droga). Camuflan droga en sus zapatillas, entre sus alimentos o pañales.
Pero, además, para una traficante el solo hecho de ir acompañada de un niño reduce la posibilidad de ser identificada como sospechosa de transporte de sustancias controladas, según explica Damiana (nombre que guarda en reserva la identidad de una exprivada de libertad en Quillacollo.
La policía corroboró esta información y señaló que en una ocasión atendió el caso de una madre que ingresaba como visita junto con su hijo. A ella se le hizo el control de rigor, pero al alejarse se vio que un pequeño objeto sobresalía de su cabello.
“Ella tenía camuflada la droga en medio del moño de su cabello. Como mujer me dio mucha pena, porque tenía hijitos pequeños y por ese sobre tenía que cobrar un tarro de leche”, lamentó la uniformada.
Otra de las estrategias es reclutar a niñas y adolescentes en comunidades rurales. Para los fabricantes de droga, que buscan lugares alejados en la instalación de sus fábricas, las pastoras resultan ser las mejores “campanas” (alertas) y no ser atrapados por los operativos policiales que llegan sorpresivamente a las comunidades.
Las niñas, en las áreas rurales, tienen entre sus responsabilidades el pastoreo de las ovejas, actividad que las obliga a ubicarse en lugares elevados para tener un control efectivo de su rebaño.
Esta actividad es aprovechada por fabricantes de droga que contactan a sus padres o directamente seducen a las niñas y adolescentes con regalarles un celular, proveerles de crédito y pagarles un dinero extra siempre y cuando les alerten cuando vean aproximarse algún vehículo policial.
ADULTAS MAYORES Otra persona que difícilmente levanta sospecha es una adulta mayor.
“La mayoría de las personas como yo que estamos acá lo hicimos por necesidad, porque somos viudas, porque nuestros hijos nos abandonaron, porque somos viejas y nadie nos da trabajo”, explicó Antonia, una “milochera” (reclusa por delitos de la Ley Nº 1008, de narcotráfico).
Antonia tiene 72 años, quedó viuda hace seis y su única hija migró a España, luego de separarse de su marido. La promesa fue de enviarle dinero para su manutención y la de sus tres hijos.
Los primeros meses fueron críticos, porque la hija no encontró el trabajo que le habían prometido. La ayuda llegó luego de varios meses, pero con el paso del tiempo no dio más rastro de vida. “No sé que habrá sido de ella. De pronto, un día dejó de llamarme y tampoco nos mandaba dinero. No tengo cómo averiguar”, contó llorando.
Conseguir un trabajo estable y cuidar a sus tres nietos en edad escolar era para Antonia una tarea casi imposible. De día se dedicaba a lavar ropa y por las noches vendía anticuchos, siempre acompañada de los niños.
Un día, una vecina fue a su encuentro y le dijo: “Voy a ofrecerte algo. En lugar de estar sacándote la mugre vendémelo estos sobres y vas a ganar entre 150 y 300 bolivianos al día. Facilito. Es ‘la blanca’ (cocaína), pero no te preocupes, nadie va a desconfiar de vos”, recordó Antonia las palabras de aquella mujer.
“300 bolivianos era lo que ganaba lavando 30 docenas de ropa rompiéndome mis hombros toda la semana. Tener ese dinero en un día, para mí era una bendición”, citó al señalar que no fue difícil aceptar la propuesta.
Una noche, Antonia fue detenida por la Policía. "No sé si me habrán hecho seguimiento o alguien me habrá denunciado, pero me detuvieron y me quitaron a mis nietos".
Su agonía al ingresar a la cárcel fue la incertidumbre del destino de los pequeños. “Cuando me dijeron que los llevarían a un hogar me dio mucho miedo. Las señoras en San Pablo (la cárcel) me decían que ahí los golpeaban e incluso abusaban de ellos”.
Al no tener ningún familiar afuera, tuvo que vivir con ese miedo todo el tiempo que permaneció en reclusión.
Permaneció dos años en el penal de San Pablo de Quillacollo y luego pudo salir con el beneficio del indulto, el año 2014.
ESCONDITES
Para el juez de Ejecución Penal Nº 3 Santiago Maldonado, “Las mujeres son bastante hábiles para esconder la droga”.
En los años que le tocó atender estos delitos encontró casos de mujeres que envasaban la droga en bolsas plásticas o condones y la introducían a su vagina.
Otras, removían el relleno del pañal de su bebé para poner cocaína liquida en cápsulas o en polvo, que fácilmente pasaba por uno usado.
Las plataformas de tacones altos se convirtieron también en un buen “macaco” (compartimento secreto) para transportar droga de un lugar a otro.
De la misma manera en los corpiños reemplazaban las esponjas con sobres de cocaína. Y no faltaron aquellas que, para completar la fiesta, inyectaron bebidas alcohólicas en naranjas.