YESMI URÍA ÁLVAREZ UTILIZA UNA “ÑATITA” (CRÁNEO HUMANO) PARA DAR CON EL PARADERO DE PERSONAS DESAPARECIDAS.
Yatiri afirma que logró encontrar a mucha gente gracias a Celso Sánchez
Yesmi Uría Álvarez asegura que ha logrado dar con el paradero de muchas personas desaparecidas y no recuerda el número ni las circunstancias de todos los casos.
La yatiri y curandera que vive en la zona sur de la ciudad de Cochabamba dirige su mirada hacia una vitrina que tiene en su “consultorio”, donde guarda la calavera de Celso Sánchez, para explicar que gracias a él ha logrado dar con mucha gente que estaba desaparecida.
"Yo tengo acá a don Celso Sánchez. Es una alma muy bendita", afirma Uría, mientras agarra un juego de barajas para hacer una demostración.
Su voz es pausada, pero firme. Suelta cada palabra con convicción cuando explica sobre la importancia de las cartas.
“Cuando una persona que ha desaparecido está muerta, el Celso hasta con su ojo te puede avisar, te guiña”, puntualiza.
En su consultorio hay imágenes de santos y otras figuras religiosas. En su escritorio ve las cartas.
Hasta su casa acuden personas de todos los estratos sociales y condiciones económicas: intelectuales, profesionales y campesinos, entre algunos.
Para ubicar a una persona desaparecida, la curandera requiere de al menos una semana, según la situación que se le presenta y si esta ha sido llevada lejos o si permanece cerca.
Explica que cuando le prende velas a la “ñatita” de Celso Sánchez, esta almita le dice cómo proceder, a dónde acudir, qué caminos deben tomar los familiares, cómo y en qué circunstancias encontrarán a la persona.
Uría es oriunda de La Paz, pero vive en Cochabamba desde hace 27 años, ciudad en la que se afincó con su familia.
LAS CARTAS
Cuando se trata de hallar a una persona desaparecida, la yatiri debe confirmar primero si está viva o muerta, y dónde se encuentra, mediante las cartas, las velas o fumando cigarrillos. En algunos casos, los naipes le indican que la persona se ha ido por su propia voluntad.
Si la desaparición es como consecuencia de un secuestro o asesinato, las cartas le indican las circunstancias en las que ocurrió y cómo se puede encontrar a la persona.
Uría toma un juego de cartas para explicar cómo procede. Agarra uno de los naipes, lo acerca a sus labios y susurra el nombre de la persona desaparecida. Esta baraja representa a quien se está buscando.
Como siguiente paso, la curandera pide a quien busca a la persona desaparecida cortar el juego de naipes en tres. Junta las cartas y empieza a colocarlas sobre la mesa.
Si la carta que representa a la persona desaparecida queda rodeada por la baraja que simboliza a la muerte, el desenlace es casi seguro, la persona ha fallecido.
Cuando se colocan los naipes sobre la mesa y el que representa a la persona está rodeada por la carta del triunfo, lo más probable es que se la encuentre con vida.
Las cartas, de acuerdo con su significado, le indican a Uría si la persona ha sido secuestrada, si ha sufrido algún accidente, si está enferma, si sufre de alguna enfermedad mental o si ha dejado su hogar por voluntad propia.
Para cerciorarse del resultado, ella arroja las cartas tres veces. Coloca sobre la mesa ocho naipes en el orden que los saca de la baraja.
En las cartas puede salir también el camino, que representa que hay una salida y que la persona que está desaparecida volverá.
Recuerda que en una oportunidad, una autoridad de un partido político estaba desaparecida y sus adeptos le solicitaron su ayuda para encontrarla.
La exesposa de la persona desaparecida llegó hasta la vivienda de la curandera y le encargó que viera por las cartas si su expareja seguía con vida. Después de echar los naipes, Uría se percató de que Juan vivía, pero que estaba en una situación delicada. Cuando los familiares lo buscaron con más detalle lograron dar con él.
"Y Juan vive, hasta ahora sigue con vida", exclama la yatiri. “Él estaba maltratado, herido a causa de una pelea que había tenido con los correligionarios de otro partido”.
En otro caso, los padres de un estudiante le pidieron dar con su paradero porque había desaparecido. La mujer vio las cartas y se dio cuenta de que esa persona estaba muerta, pero sus familiares no se daban por vencidos y mantenían la esperanza de encontrarlo con vida.
La curandera soñó, esa misma noche, con el alma de Celso Sánchez, quien le confirmó que la persona que buscaba estaba muerta y que se lo debía decir a sus familiares.
Uría utiliza también velas para ver en qué situación está una persona desaparecida. Si está muerta, la llama empieza a botar chispas y hacer toda clase de ruidos.
Pero cuando la persona está viva, la llama de la vela arde “bien llanita”.
Con el cigarro es igual, se puede ver si la persona desaparecida continúa con vida. Uría utiliza tres cigarrillos para este fin. Uno de ellos representa al que está extraviado.
Si la persona está muerta, en el cigarro se forma un hueco, como una tumba. Pero si está viva se abre un camino.
Antes ella solía ver bastante en cigarro, pero desde que el médico le prohibió porque empezó a tener problemas en los pulmones dejó de hacer esta práctica.
La “ñatita” que tiene es de un curandero
La ñatita (cráneo humano) que guarda Yesmi Uría Álvarez es de Celso Sánchez, un curandero que no tenía familiares y fue enterrado en el cementerio de la ciudad de La Paz después de que sus colegas hicieran una colecta para sus exequias.
Uría puntualiza que le hubiera gustado tener también las cenizas de Celso Sánchez.
Su don lo heredó de sus abuelos
La curandera Yesmi Uría Álvarez revela que su don lo heredó de sus abuelos, quienes miraban la suerte en coca, estaño y cerveza.
Afirma que es católica, cree en Dios, reza el rosario en su hogar todos los jueves por los necesitados, enfermos, encarcelados, abandonados, niños con cáncer y personas que sufren de enfermedades incurables.