UNO DE LOS ENTIERROS MÁS ANTIGUOS DATA DE 1848. LOS RESTOS DEL IMPULSOR DEL CEMENTERIO GENERAL, MIGUEL MARÍA DE AGUIRRE, YACEN TAMBIÉN EN ESTE LUGAR. DESDE SU FUNDACIÓN, SE ENTERRÓ A MÁS DE UN MILLÓN DE PE
Cementerio aloja a muertos que tienen más de un siglo y medio
La cripta de la familia Soruco Gumucio es una de las más antiguas del Cementerio General de Cochabamba, según pudo observar este medio en un recorrido que hizo por el sitio. Su construcción data de 1848, 22 años después de haberse inaugurado el camposanto, en 1826.
En el interior de esta cripta se puede observar cajones de restos óseos y urnas para cenizas, pero todo cubierto de una gruesa capa de polvo, lo que delata el poco cuidado que le prestan los descendientes de esta familia y la administración del Cementerio General.
El administrador del camposanto, Benedicto Gonzales, señala que la Alcaldía de Cercado maneja como proyecto la restauración de las criptas y mausoleos más antiguos, que tienen un gran valor patrimonial, pero que están abandonados a su suerte.
Algunos mausoleos fueron edificados con materiales especiales, como el mármol traído de Europa, por lo que son considerados históricos.
“Pero para la restauración de los mausoleos más antiguos se necesita por lo menos cinco millones de bolivianos”.
En muchos de los casos, subraya Gonzales, a los muertos más antiguos ya no les queda descendencia, o con el tiempo sus familiares los han dejado en el olvido.
Los restos de Miguel María de Aguirre, impulsor de la creación del Cementerio General, yacen en una cripta, cerca de otros personajes preclaros como los expresidentes José María de Achá y Gualberto Villarroel.
Miguel María de Aguirre fue enterrado el 23 de mayo de 1873, según se puede observar en una inscripción que tiene su cripta.
Félix A. del Granado Tardío, fundador de la Academia de la Lengua Boliviana, quien murió el 11 de julio de 1932, tiene también un lugar privilegiado en el Cementerio General.
Del Granado fue también ministro de Estado, prefecto del departamento, primer alcalde constitucional de Cochabamba y rector de la Universidad Mayor de San Simón.
Juan Manuel de Gumucio es otro personaje enterrado el primero de octubre de 1898 en la parte más antigua del cementerio. Tiene una cripta de piedra sobre una superficie de este material.
Otra cripta, de la familia Santiváñez, permanece como parte del patrimonio de este camposanto, pero se nota que está abandonada. No tiene flores y en la parte externa se destaca una pequeña imagen de la Virgen.
Lucas Mendoza de la Tapia, quien murió el 20 de mayo de 1872, tiene un lugar en el sector de los notables. Sobre su cripta se encuentra un monumento otorgado por el Concejo Municipal de Cercado.
Otro notable sepultado en este sector es el extinto presidente José María de Achá (1861-1864), quien falleció en Cochabamba el 29 de enero de 1868.
El coronel Gualberto Villarroel, quien también fuera presidente de Bolivia (1943-1946), tiene su cripta en este cementerio desde el 21 de julio de 1946. Murió golpeado en la plaza Murillo de La Paz y después colgado junto con tres de sus colaboradores más cercanos.
En su tumba se destaca su frase “no somos enemigos de los ricos, pero somos más amigos de los pobres”.
Los restos de su esposa, Elena de Villarroel, están sepultados a su lado desde el 11 de junio de 1979.
En el mismo sector está la cripta del general René Barrientos Ortuño, y su característica es que siempre tiene flores frescas.
En el pasillo principal del Cementerio General se encuentran los mausoleos más antiguos y que conservan el mayor patrimonio arquitectónico. Está el del Dr. Juan de la Cruz Quiroga, enterrado el 12 de septiembre de 1919 y de José Rosetti, el 6 de marzo de 1986.
SIETE CADA DÍA
El día que OPINIÓN visitó el Cementerio General, los nombres de doce personas ocupaban una pizarra en la pared de la portería. Cada uno con la hora de su entierro. En el Cementerio General se entierran como promedio cada día siete personas, según los datos presentados por el administrador del camposanto, quien apunta que en una jornada se llegó a sepultar a 20 fallecidos.
El año pasado fueron enterradas 2.309 personas.
Este cementerio, que es el más antiguo del país, recibe cadáveres desde el 25 de enero de 1826. Fue creado por un decreto supremo en el gobierno de Antonio José de Sucre.
Está emplazado en una extensión de 16.2 hectáreas, detrás de la colina de la Coronilla. Gonzales calcula que en los 190 años de funcionamiento, en sus nichos, mausoleos y criptas se enterró a más de un millón de personas.
Los cuerpos que son inhumados en los nichos permanecen como máximo cinco años, tiempo tras el cual los familiares deben proceder a la exhumación para colocar los restos o cenizas en urnas más pequeñas, a perpetuidad.
Otras familias deciden trasladar los restos a cementerios privados, a sus viviendas, esparcir las cenizas en algún lugar elegido por el difunto o enterrarlas bajo un árbol.
El Cementerio General presta los servicios de exhumación, cremación y tiene a la venta nichos para colocar las cenizas. “Hay dos bloques especialmente construidos para que se puedan colocar las cenizas. Tiene capacidad de varios miles”.
Los familiares que tienen urnas para cenizas a perpetuidad pagan una tasa anual de mantenimiento de 45 bolivianos.
Gonzales explica que los miembros de algunas instituciones, como los excombatientes de la Guerra del Chaco, tienen nichos a perpetuidad, así como los integrantes de la Policía, el Lloyd Aéreo Boliviano y maestros, entre algunos. En estos casos, las instituciones, mediante sus directivas respectivas, son las que administran los entierros. Lo único que hace la administración del cementerio es registrar las inhumaciones y realizar los diferentes trabajos.
ENCUENTROS CON LA MUERTE
Sombras que se mueven rápidamente entre las penumbras, de un lugar a otro en los pasillos, y ruidos como si un grupo de personas caminara en tropel. Estas son algunas de las experiencias que Mario Suárez, portero del Cementerio General de Cochabamba, se animó a compartir con OPINIÓN.
Suárez trabajó como portero en el turno de la noche durante al menos nueve años y en ese tiempo señala que fue testigo de actividades extrañas en este camposanto.
Relata que durante su rondas nocturnas escuchaba lamentos, quejidos y ruidos de pasos. En varias oportunidades vio cruzar sombras por los pasillos, de un extremo a otro, y cuando investigaba no encontraba nada.
Por seguridad, los porteros del cementerio caminan siempre entre dos.
Suárez confiesa que nunca llegó a distinguir las voces que escuchaba en sus rondas nocturnas. “Son murmullos de mucha gente, como si estuviesen en una reunión”.
El lugar donde se escuchan más ruidos es en el de las almas olvidadas, en el sector noreste del cementerio, “como si mucha gente estuviese en una reunión, en un parlamento, todos hablan”.
Las almas olvidadas son visitadas por gente que cree en sus milagros, que les rezan, prenden velas, invitan comida a los asistentes y ponen misas.
Los ruidos, quejidos y voces se escuchan en la noche y por la madrugada. “Las alma hablan todas las noches. Cuando uno escucha sus voces debe pasar de largo, sin prestarles atención”.
Relata que sobre las ramas de los molles que están cerca de la pared vio a dos duendes, pequeños y juguetones. Él tomó la precaución de no hacerse ver con ellos.
Recuerda que en otra oportunidad golpearon la puerta del cementerio y cuando salió a ver, medio somnoliento, divisó a una mujer que llamaba insistentemente. Cuando se acercó, ella se alejó unos treinta metros hacia un área verde que hay afuera y recogió un ramo de flores del piso.
Regresó por sus mismos pasos, colocó entre las rejas las flores y le preguntó si había llegado ya don Apuli (Apolinar).
La mujer se dio la vuelta, dejó el ramillete entre las rejas y se alejó de la puerta hacia el área verde. En el lugar donde había recogido las flores unos minutos antes, desapareció en un segundo.
Al día siguiente, cuando llegaron los trabajadores del cementerio, Suárez les comentó lo sucedido por la madrugada. Sus compañeros le confirmaron que Apolinar era un trabajador que había muerto hace muchos años, y su esposa también. Al describir a la mujer que se había acercado la noche anterior, le señalaron que se trataba de ella, por su fisonomía.
El ramillete que había dejado la mujer estaba bastante todo marchito.
FUE ARRASTRADO
Roberto Suárez, otro de los porteros del cementerio, afirma que él también tuvo más de una experiencia extraña.
Una madrugada, cuando el sueño le había vencido, se encontraba sobre unos cartones en la portería. La luz se apagó inopinadamente. Sintió que alguien le agarraba por la espalda, de sus brazos y le empezaba a jalar hacia la puerta.
No podía moverse ni gritar, abrió los ojos y lo único que atinó a decir fue “Dios mío, tienes que cuidarme”. Sacó fuerzas, llevó la mano al pecho, se persignó y de repente, de golpe se prendió la luz, pero no había nadie.
Se volvió a recostar sobre el cartón y sintió nuevamente que alguien le arrastraba. Una voz le llamaba por su nombre, Roberto, y alguien le seguía jalando. Gritó y pidió que dejaran de hacerse la burla. La luz se prendió de golpe y no había nada.
No pudo dormir más y salió a hacer sus rondas por los pasillos, junto a uno de sus compañeros.
Origen
* Antes de 1826, las prácticas coloniales de inhumación eran realizadas en los atrios, pórticos o patios de las iglesias, que no preveían cuidados contra posibles contagios.
* En 1825, el Libertador Simón Bolívar crea mediante decreto supremo el puesto de presidente departamental y nombra en el cargo a Miguel María de Aguirre, quien decidió implementar un camposanto detrás de la Coronilla.
* A pesar de la rotunda oposición del sacerdote Gerónimo de Cardona, párroco de esa época, quien consideraba pecado bendecir un camposanto que no fuera la iglesia, Miguel María de Aguirre tomó contacto con Juan B. Oquendo, quien accedió a dar la bendición y realizar los primeros entierros de los restos óseos recogidos de los templos.
Creación
* El 25 de enero de 1826, el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, emitió el decreto supremo que dio lugar a la creación del Cementerio General de Cochabamba, en una extensión de 16 hectáreas.
* En uno de sus artículos, el decreto supremo enunciaba claramente que “cualquier párroco que en lo sucesivo permitiera enterrar un cadáver en su templo, sería irremisiblemente separado de su puesto sin derecho a obtener beneficio eclesiástico por 10 años”.
* A partir de su creación, durante la administración de Miguel María de Aguirre, el cementerio experimentó un proceso de consolidación y expansión, resultado del constante
crecimiento poblacional.
Algunos cambios
* En 1863 se define la primera ampliación del cementerio con un reglamento general y la venta de sitios bendecidos.
* En 1878, la ciudad atraviesa una hambruna y padece de la peste, lo que incrementa los enterramientos a 2.673 en el año 1879, lo que implicó ampliar el cementerio en un tercer bloque o sector. Una vez que se superó la crisis, el número de inhumaciones bajó a 800 por año.
* En 1892 se adjudican los primeros espacios para mausoleos, entre los cuales se encuentra el de la familia Anze.
* En 1923 se propone la elaboración de un Plan Maestro para dar solución al desorden y los problemas de organización del camposanto, se realiza una sectorización.