Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 22:07

¿Se busca candidato presidencial para las elecciones de 2019?

¿Se busca candidato presidencial para las elecciones de 2019?



El título parece un anuncio publicitario, pero no es así, responde a la actual coyuntura política y por adelantado las elecciones de 2019, en el que, ni el oficialismo ni la oposición cuentan con candidato presidencial.

Los estrategas políticos aconsejan que ni bien termina unas elecciones al día siguiente comienza la otra, es por ello, que una de las primeras tareas del MAS fue conseguir el dominio de los dos tercios en las elecciones de 2014 y garantizar la modificación constitucional del art. 168 de la CPE, en busca de la reelección ininterrumpida o vitalicia del presidente Evo Morales. Era previsible que en la primera etapa de la nueva legislatura se aproveche la frescura de los resultados de 2014 para la reelección, pero el detonante para precipitar la reelección es sin duda el crudo futuro a enfrentar en lo inmediato.

Con la reelección el MAS apuesta por reencarnar el proceso de cambio en una sola persona, que en la teoría del populismo, según Laclau, se da en situaciones en que el sistema institucional experimenta sacudidas que le impiden desempeñar la tarea de mantener unida la sociedad, es decir, cuando “el nombre se convierte en el fundamento de la cosa”. Es decir, “un conjunto de elementos heterogéneos mantenidos equivalencialmente unidos solo mediante un nombre, una singularidad”. De esa manera la lógica de la equivalencia conduciría a la singularidad y ésta a la identificación de la unidad del grupo con el nombre del líder. No se refiere a personas realmente existentes, sino al nombre del líder como función estructural, al líder como un significante vacío o puro de la unidad. Y se remite a Hobbes, para quien solo un individuo puede encarnar la naturaleza indivisible de la soberanía, y luego a Freud, para quien “la unificación simbólica del grupo en torno a la individualidad que sería inherente a la formación de un pueblo”, estando claro para Laclau, que sin un líder fuerte no puede haber “pueblo” y, por lo tanto, tampoco puede haber política.

Si el líder es presentado como un significante vacío, es innegable también que es una persona. Y el reverso del argumento acerca de “la unificación simbólica del grupo en torno a la individualidad” está en que seguir a un líder fácilmente se trasforma en un culto a la personalidad. Dicho de otro modo, no confronta las objeciones de quienes ven en la forma populista de la unificación del pueblo, rasgos tan poco edificantes como la pretendida infalibilidad del líder, su condición de estar más allá del bien y del mal, su rol como árbitro indiscutible en las disputas entre las diferentes facciones, la percepción de que cualquier desafío al líder es una traición o la tendencia a suprimir el disenso en el nombre de la unidad del pueblo. Esto debilita el presunto empoderamiento populista de los “de abajo”, o cuando menos puede generar un empoderamiento espurio cuando termina sometiendo al pueblo a los dictados de un líder.

Como se verá, el tema es altamente controvertible y será el mismo Presidente que con su actuar encienda aún más la polémica; cuando señaló que le causó risa las demanda potosinas; cuando con poses colonialistas se hizo amarrar los zapatos y finalmente una declaración en sentido de que "no permitir un golpe de Estado y que defenderá a Dilma", generó una cantidad de bromas y hasta molestias, incluso un general brasileño, Antonio Hamilton Martins Mourâu, se atrevió a decir: “Las FFAA de Brasil están preparadas para repeler cualquier ataque del comunismo”.

Fueron los griegos quienes se ocuparon del Síndrome de Hybris o enfermedad de poder. “Hybris” significaba en tiempos de Eurípides simplemente “desmesura psicológica” en aquellos que habían atravesado la frontera de sus posibilidades humanas cuando se les había conferido “poder”, haciéndolos rígidos, egocéntricos, crueles, prepotentes y en el fondo irracionales. Entonces los dioses castigaron a aquellos que presentaron esta “patología moral” con la Némesis (diosa de la Justicia y la equidad) que no era sino una cura de humildad obligando a los afectados a volver a sus posibilidades humanas.

En nuestros tiempos, esta conducta hibrística o síndrome de hibris apareció después de un gran triunfo electoral, una guerra o un desastre financiero. Y de acuerdo al famoso neurólogo David Owen, los líderes que son víctimas de hibris presentan 14 características, a saber: 1) Ven el mundo como un lugar de autoglorificación a través del ejercicio del poder; 2) tienen una tendencia a emprender acciones que exaltan la propia personalidad; 3) muestran una preocupación desproporcionada por la imagen y la manera de presentarse; 4) exhiben un celo mesiánico y exaltado en el discurso; 5) identifican su propio yo con la nación o la organización que conducen; 6) en su oratoria utilizan el plural mayestático "nosotros"; 7) muestran una excesiva confianza en sí mismos; 8) desprecian a los otros; 9) presumen que solo pueden ser juzgados por Dios o por la historia; 10) exhiben una fe inconmovible en que serán reivindicados en ambos tribunales; 11) pierden el contacto con la realidad; 12) recurren a acciones inquietantes, impulsivas e imprudentes; 13) se otorgan licencias morales para superar cuestiones de practicidad, costo o resultado, 14) descuidan los detalles, lo que los vuelve incompetentes en la ejecución política. Y por último otra de las peculiaridades es: “la creencia en que son indispensables”.

El culto a la personalidad fue una tragedia para la humanidad en el siglo XX y por eso es vista como una amenaza. El término fue acuñado por Nikita Kruschev, quien la describió como la adulación a un líder, en la suspensión de juicios racionales y en la arbitrariedad de aquellos que creen en una megalomanía innata afirmada en victorias políticas.

Por las experiencias históricas y la idiosincrasia de los bolivianos de un rechazo natural a cualquier tipo de tiranía sea de izquierda o de derecha y de ahí que no parece buena idea la reelección. Además es un riesgo encarnar todo un proceso de logros y avances históricos en una sola persona, relegándose y desconociendo de un plumazo todo un vigoroso proceso de acumulación de luchas sociales, hasta me atrevería a decir que en el fondo se facilita el trabajo a los enemigos del proceso de cambio.

Es invalorable el trabajo del presidente Evo Morales, su consecuencia y compromiso con Bolivia, pero si uno sale a las calles puede percibir que su capital simbólico está en proceso de agotamiento, entonces la discusión debe centrarse en cómo garantizar la continuidad del proceso de cambio sin ningún exceso de confianza, porque también existe la posibilidad de perder el referendo y éste puede ser el comienzo de la interrupción del proceso de cambio.