Un abrazo, un te quiero, una sonrisa que refleje gratitud, la oportunidad de hacer sentir que ahí estás para él o ella… todo lo antes mencionado puede ser usado como herramienta para felicitar a ese ser al que decidiste llamar “amigo”.

Se recuerda un día especial para aquellos que adornan sus días con una hermosa amistad, una jornada que puede ser usada como pretexto para recordar y felicitar a aquellas y aquellos que son amigos porque están ahí o porque pasaron por nuestras vidas.

Podemos detenernos tan solo un instante para pensar el porqué una persona se puede ganar el título de amigo. Solo detente un momento mientras me lees y analiza lo que te digo en este escrito…

Él, que ayudó a que ganes ese partido de fútbol y que tuvo la osadía de elegirte como compañero; ella, que con una sonrisa y una dulce voz te invitó a jugar sin importar qué traías para compartir. Aquel adolescente que se convirtió en el cómplice de tus travesuras; aquella muchachita que palabra tras palabra se hizo diario tuyo escuchando, aconsejando y llorando.

Te acuerdas de ese amigo que se vistió de valentía para empujarte y decirte que te animes a decirle a “ella”, que te gustaba… te acuerdas de esa amiga que dejaba de lado su cordura para apoyar tu locura que decidía ir de frente donde “él” para decirle: “Que bonito de vez hoy”.

Y pasaron los años, la amistad creció y la vida te enseña que un amigo o una amiga se hacen familia, los empiezas a llamar así, porque así los ve tu corazón.

La vida nos pone a esos seres con los que lloramos, reímos; la vida se encarga de cruzarnos con nuestros cómplices, con esos hombros en los que decidimos llorar, con esos hombres y mujeres que estarán ahí, como la barra brava que necesitamos cuando ganamos.

La vida nos pone en medio a ellos y ellas que estarán ahí para alentarnos aunque el juego lo estemos perdiendo por goleada. A esos seres se les otorga el título de AMIG@.