Crisis en Quillacollo
17 de junio de 2019 (19:12 h.)
El pasado martes 4 de junio, el Concejo Municipal de Quillacollo, con siete votos a favor y dos en contra, resolvió abrogar la R.M. 018/19 que dio lugar al nombramiento del alcalde suplente Antonio Montaño, del Frente Para la Victoria (FPV), quien apenas duró en el cargo cuatro meses, agravando aún más la inestabilidad en el tercer municipio con mayor población (158.260) de la región metropolitana Kanata. Es lamentable el pasanaku instaurado en este municipio, que ya suma su tercer alcalde suplente en lo que va del año y el cuarto desde que empezó la crisis en junio de 2018 con la suspensión de Eduardo Mérida, dado que el gran perjudicado es la ciudadanía, por la falta de ejecución de obras en las diferentes zonas y distritos, reflejando un escaso desarrollo urbanístico y una baja ejecución presupuestaria para la presente gestión.
La crisis de gobernabilidad en Quillacollo no es reciente, pues en cinco años un total de 11 alcaldes han pasado por la silla edil desde el año 2005, representando a diversas agrupaciones políticas. Una vez electos, se aliaron con el partido gobernante MAS que, al no haber logrado ganar una elección, hábilmente se las ingenió para que estos pasen a su bando y, de algún modo, es también el gran culpable de la gran desestabilidad municipal.
Los alcaldes provisionales fueron renunciando por diversas razones, vinculadas a hechos de corrupción -tráfico de influencias, incumplimiento de deberes, beneficios en razón del cargo, cobro de porcentajes para otorgar adjudicaciones- que ha corroído la institucionalidad y causado malestar en una población preocupada por el desfile de políticos, que solo buscan satisfacer sus ambiciones personales, económicas y de cuoteo, perjudicando el desarrollo y el progreso de la tierra que cobija a la virgen de Urcupiña, considerada patrona de la integración nacional.
Quillacollo tiene muchos problemas urgentes por atender y es deber de los concejales del FPV y el MAS tener la suficiente madurez política para superar las angurrias de poder y cuoteo, frenar las pugnas políticas y buscar alternativas de solución a la grave crisis institucional. No deben olvidar que fueron elegidos para que gobiernen Quillacollo, y es su responsabilidad cumplir con las promesas que hicieron durante el periodo de la campaña electoral.
El tratamiento y manejo de la basura, el mejoramiento de calles y avenidas, provisión de servicios básicos, conservación e higiene de mercados, áreas comunes y parques; la planificación urbanística y el transporte que la han convertido en una ciudad desordenada, donde el caos vehicular tiende a incrementarse. Además de la proliferación desmedida de puestos de venta instalados en calles y avenidas por doquier, constituyen razones más que suficientes para demandar y exigir a las autoridades ediles, trabajar por su desarrollo y progreso.
Los quillacolleños se merecen una Alcaldía sólida, transparente y eficiente con capacidad de gestión y planificación participativa integral, con solvencia moral y ética para la correcta inversión y distribución de recursos, un Concejo Municipal que esté dispuesto a fiscalizar eficientemente la gestión del Alcalde, sin importar si este es o no de su propio partido; la elaboración de leyes, ordenanzas municipales y otros documentos normativos que garanticen y aseguren el desarrollo humano y la calidad de vida.
La crisis de gobernabilidad en Quillacollo no es reciente, pues en cinco años un total de 11 alcaldes han pasado por la silla edil desde el año 2005, representando a diversas agrupaciones políticas. Una vez electos, se aliaron con el partido gobernante MAS que, al no haber logrado ganar una elección, hábilmente se las ingenió para que estos pasen a su bando y, de algún modo, es también el gran culpable de la gran desestabilidad municipal.
Los alcaldes provisionales fueron renunciando por diversas razones, vinculadas a hechos de corrupción -tráfico de influencias, incumplimiento de deberes, beneficios en razón del cargo, cobro de porcentajes para otorgar adjudicaciones- que ha corroído la institucionalidad y causado malestar en una población preocupada por el desfile de políticos, que solo buscan satisfacer sus ambiciones personales, económicas y de cuoteo, perjudicando el desarrollo y el progreso de la tierra que cobija a la virgen de Urcupiña, considerada patrona de la integración nacional.
Quillacollo tiene muchos problemas urgentes por atender y es deber de los concejales del FPV y el MAS tener la suficiente madurez política para superar las angurrias de poder y cuoteo, frenar las pugnas políticas y buscar alternativas de solución a la grave crisis institucional. No deben olvidar que fueron elegidos para que gobiernen Quillacollo, y es su responsabilidad cumplir con las promesas que hicieron durante el periodo de la campaña electoral.
El tratamiento y manejo de la basura, el mejoramiento de calles y avenidas, provisión de servicios básicos, conservación e higiene de mercados, áreas comunes y parques; la planificación urbanística y el transporte que la han convertido en una ciudad desordenada, donde el caos vehicular tiende a incrementarse. Además de la proliferación desmedida de puestos de venta instalados en calles y avenidas por doquier, constituyen razones más que suficientes para demandar y exigir a las autoridades ediles, trabajar por su desarrollo y progreso.
Los quillacolleños se merecen una Alcaldía sólida, transparente y eficiente con capacidad de gestión y planificación participativa integral, con solvencia moral y ética para la correcta inversión y distribución de recursos, un Concejo Municipal que esté dispuesto a fiscalizar eficientemente la gestión del Alcalde, sin importar si este es o no de su propio partido; la elaboración de leyes, ordenanzas municipales y otros documentos normativos que garanticen y aseguren el desarrollo humano y la calidad de vida.