Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Nuestro callejón oscuro

Nuestro callejón oscuro
En la década de los treinta, una sociedad desintegrada, duramente afectada por la pobreza, pero dotada de nueva sensibilidad y conciencia después de la guerra, inauguraba un proceso de transición política que, 16 años más tarde, dio a luz la Revolución de 1952.

En ese periodo, Augusto Céspedes bautizó como Callejón Oscuro a su exitosa columna en el periódico La Calle. El Callejón, en parágrafos breves, lanza piedras, palos y dardos en forma de agudos comentarios que a fuerza de ingenio, crudeza e ironía desfigura a los personajes mas fuertes de la rosca, como era conocida la oligarquía de la época. Callejón también es una metáfora del momento: no es un callejón sin salida, pero son tiempos en los cuales no se vislumbra el futuro y solo se tiene certeza de una transición a golpes hacia lo incierto.

El “Puto calendario”, best seller de las fiestas de fin de año, fue el producto más ingenioso y que más claramente refleja la visión que una gran parte de nuestra juventud tiene del momento que vivimos. Después de las “putas elecciones” con que se presenta el mes de octubre, aparece noviembre con su “puto futuro incierto”.

Y es que vivimos un tiempo muy similar a aquel en que “el chueco Céspedes” o “el fiero Montenegro” pergeñaban el proyecto nacionalista desde las barricadas levantadas en las páginas de La Calle. Hoy además sufrimos una crisis de intelectuales capaces de pensar al margen del poder hegemónico, por lo tanto, incapaces de soñar y pensar algo nuevo.

Estamos en un momento en el que sabemos lo que no queremos, pero a la vez no tenemos un proyecto político alternativo. Dicho claramente, ya estamos cansados del MAS y de su impostura, pero ninguno de los proyectos políticos de oposición, sí ninguno, nos ofrece hasta hoy un proyecto nuevo. Me refiero a algo que prometa más que una renovación de caras, pero una restauración paulatina de las mismas –viejas- prácticas.

El 36, la juventud y la intelectualidad desfiguraba a la rosca y la burocracia estatal a su servicio, hacían añicos las formas y las formalidades, irrumpían en el escenario político con vehemencia, sueños y sin pedir permiso a los “monolitos parlantes” o a los “metafísicos del fracaso”

En este tiempo falta introspección y reflexión en varios sectores de la población boliviana, principalmente: universitarios, obreros y mujeres feministas que se encuentran en un cauce de interrogantes y preocupaciones comunes que encarnan una ‘conciencia’ de época y un compromiso con la cuestión pública, pero requiere un sentido claro y no un andar desorientado.