Sin discernir ni discriminar
22 de mayo de 2019 (21:50 h.)
La persona es honesta o corrupta, buena o mala, patriota o desleal, inteligente o ignorante, sin discernir ni discriminar su oficio, profesión, jerarquía, educación, sexo, ideología, raza, religión, estrato social, región o nacionalidad.
Reflexión comprimida de los tiempos que corren, en un mundo globalizado, donde en un segundo nos enteramos de lo importante o banal. De nuestra cuenta depende, si nos afecta o se convierte en otra trivialidad que pronto olvidamos.
Las naciones y sus instituciones no son corruptas. Pueden ser los ciudadanos o funcionarios que incurren en acciones dolosas, desempeñando cargos en el Estado, aunque también empresarios privados o simples mortales, suelen caer en la corrupción, pasiva o activa.
Me sorprendió la valentía de un ciudadano anónimo, que al ingreso de Luis Almagro al Palacio gritaba a voz en cuello ¡Bolivia dijo no! apelando a su derecho de libre expresión. Cuántos pensamos lo mismo, pero preferimos callar, por temor al abuso del poder, por conformismo o apatía, que es nuestra característica.
Hace más de dos años, la mayoría votamos porque se respete la Constitución, pero el poder pretende imponer su capricho y consigue que alguien venga a decirnos que su violación es un derecho humano y que resistirnos es una discriminación. ¡Inconcebible!
A mediodía, mientras los que podemos almorzamos, los medios nos ametrallan con noticias generalmente malas y tenebrosas.
La que más impactó fue el fallecimiento del árbitro Víctor Hugo Hurtado, hijo, padre, esposo, amigo, que como miles de jóvenes bolivianos, sueñan con un mejor futuro y para eso se esfuerzan y capacitan, son ciudadanos de bien, que disfrutan con lo que mejor saben hacer, se superan a diario, sin provocar daño a nadie. Duele infinitamente su temprana partida, que ojalá sirva para mejorar las condiciones de trabajo de sus colegas, con seguro de salud y vida.
En contracara, presentan como personaje a un encausado que saltó a la fama por el ejercicio delincuencial de la ley y le dan identidad al perturbado, para amedrentar a inocentes y culpables, que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.
No perdamos la capacidad de asombro o indignación, participemos donde podamos, vivamos a plenitud. De acuerdo a nuestras circunstancias.
Reflexión comprimida de los tiempos que corren, en un mundo globalizado, donde en un segundo nos enteramos de lo importante o banal. De nuestra cuenta depende, si nos afecta o se convierte en otra trivialidad que pronto olvidamos.
Las naciones y sus instituciones no son corruptas. Pueden ser los ciudadanos o funcionarios que incurren en acciones dolosas, desempeñando cargos en el Estado, aunque también empresarios privados o simples mortales, suelen caer en la corrupción, pasiva o activa.
Me sorprendió la valentía de un ciudadano anónimo, que al ingreso de Luis Almagro al Palacio gritaba a voz en cuello ¡Bolivia dijo no! apelando a su derecho de libre expresión. Cuántos pensamos lo mismo, pero preferimos callar, por temor al abuso del poder, por conformismo o apatía, que es nuestra característica.
Hace más de dos años, la mayoría votamos porque se respete la Constitución, pero el poder pretende imponer su capricho y consigue que alguien venga a decirnos que su violación es un derecho humano y que resistirnos es una discriminación. ¡Inconcebible!
A mediodía, mientras los que podemos almorzamos, los medios nos ametrallan con noticias generalmente malas y tenebrosas.
La que más impactó fue el fallecimiento del árbitro Víctor Hugo Hurtado, hijo, padre, esposo, amigo, que como miles de jóvenes bolivianos, sueñan con un mejor futuro y para eso se esfuerzan y capacitan, son ciudadanos de bien, que disfrutan con lo que mejor saben hacer, se superan a diario, sin provocar daño a nadie. Duele infinitamente su temprana partida, que ojalá sirva para mejorar las condiciones de trabajo de sus colegas, con seguro de salud y vida.
En contracara, presentan como personaje a un encausado que saltó a la fama por el ejercicio delincuencial de la ley y le dan identidad al perturbado, para amedrentar a inocentes y culpables, que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.
No perdamos la capacidad de asombro o indignación, participemos donde podamos, vivamos a plenitud. De acuerdo a nuestras circunstancias.