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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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José, quien comía pan y té, ahora trabaja en discoteca

Hace un año, EL LÍDER entrevistó a dos boxeadores benianos que luchaban por clasificar a los Juegos de 2018 y desayunaban con carencias. Uno de ellos alquila cuarto en Quillacollo.
José, quien comía pan y té, ahora trabaja en discoteca


El 11 de mayo de 2018, hace exactamente un año y nueve días, José, un boxeador beniano que perseguía el sueño de engrandecer su nombre, se brindaba al “ida y vuelta” del diálogo y confesaba (quizás, un poco, para liberar la bronca y, otro tanto, para aliviar su bajón) que sus primeras ingestas del día, esas que deberían ser las más ricas en valores nutritivos, no pasaban de un trozo de pan y una taza de té que compartía con soldados.

El otoño empezaba a “apagarse” y daba entrada al invierno. Y si, por estas fechas, el frío suele generar comentarios que nacen, mueren y renacen en los labios quejosos de aquellos que viajan en los micros del centro cochabambino, el viento que corre en los predios de la Escuela Militar de Sargentos del Ejército (EMSE), de Tarata, podría merecer calificativos más categóricos.

Ese era el sitio en el que José Cuéllar, ahora con 38 años, se instalaba hace un año, con el deseo de clasificar al seleccionado definitivo para los Juegos Suramericanos. Había dejado atrás Guayaramerín, su querido pueblo, a sus padres y a sus dos hijas.

Caro precio el del desafío, como caro, también, el fruto recogido tras el sacrificio: José no lograba insertarse en el equipo. Para él estaba todo en regla y “lo hicieron de lado, simplemente, por ser del oriente del país”.

“¿Cambiaron, para bien, las cosas desde aquella fecha?”, la pregunta obligada. “Participé en Chile. Salí campeón en un cuadrangular entre Argentina, Perú, el país anfitrión y Bolivia. Con eso me reconocieron el certificado de profesor”, la contestación.

Ahora, el experimentado boxeador, que todavía se ejercita para lograr su primera pelea profesional, radica en Cochabamba. Alquila un cuartito en Quillacollo desde hace seis meses y recibió el apoyo del entrenador Rafael Quiroga, quien lo llamó para que trabaje con él en su gimnasio. Allí da clases, de 16:00 a 19:00, todos los días. A cambio, como es evidente, recibe un sueldo.

El alquiler de la habitación le demanda 400 bolivianos mensuales. Es un monto significativo para el beniano. Es por ello que tiene un trabajo extra: es seguridad en una discoteca-karaoke. Esto, únicamente los fines de semana.

“A veces, también me llaman cuando hay algún matrimonio o algo similar. Son 400 bolivianos más la comida, que es aparte. Es bien sacrificado todo. Uno no se siente como en su casa”.

Lo que gana en Cochabamba no le alcanza. Es por eso que la balanza se inclina hacia su regreso al Beni. “Estoy viendo de irme a fin de mes. Casi no me sustento mucho”, dice el boxeador aún amateur, quien en su tierra cuenta con un sencillo gimnasio que se encuentra cerrado “hasta nuevo aviso”.

Y si decidió permanecer en la Llajta es por una razón en particular: aún sabe que tiene chances de estrenarse profesionalmente. No obstante, el peso del sacrificio, el hecho de no comer adecuadamente (sigue siendo así, siempre así) y el cansancio anímico pasan una ostensible factura.

“Mi meta era y es llegar a la profesional porque ya estoy a punto de entrar. Continúo con ese sueño. Quiero, aunque sea, una pelea profesional”.

Así como en mayo de 2018, cuando estaba privado de aminoácidos, suplementos vitamínicos y protenías, tampoco ahora puede acceder a ellos.

“Me pongo a pensar que, quedándome acá, necesito muchas cosas. Requiero una buena alimentación. Como lo que hay en la calle. Almuerzo y ceno en la calle... lo que se puede, lo que alcance el bolsillo”.

Normalmente compite en la categoría 75 kilogramos, pero lo animaron a presentarse encima del ring en los 81 kilos. Lo hizo muy bien. De hecho, recientemente salió campeón nacional en ese peso.

Bajo su propiedad está el certificado que lo acredita para enseñar, pero hay una asignatura pendiente: el debut profesional. Y aquí no importa la edad. José va por el golpe de su vida...