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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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SENTIDO COMÚN

Los árboles mueren de pie

Los árboles mueren de pie
Los árboles en Cochabamba son las piezas que engalanan el paisaje, se yerguen con sus ramas frondosas y bellas y están vigilantes cual ejércitos de protección.

Históricamente, Cochabamba ha sido identificada con esa corriente mundial de ¨Ciudad Jardín¨, por la intención de convertirla en un vergel de flores, de árboles y de verde. Su generosa tierra y su clima templado fueron la garantía para ello.

Si bien esa era la intención, al llegar el ¨desarrollo ¨y la urbanización acelerada, poco a poco se fueron perdiendo las áreas de producción agrícola y pecuaria. De la misma forma, los bosques antiguos o nuevos se esfumaron, dando paso a vías, calles, avenidas o construcciones donde prima el cemento. Y es tan cierto esto que donde aparece una nueva construcción hay un inusitado interés en hacer desaparecer esas plantas que permanecieron de pie durante años y años

Tenemos ejemplos muy tristes, el bosque de la subida a la Taquiña, donde sorprendentemente apareció un bicho llamado taladro que amenazaba, clarificar ¨amenazaba¨, la destrucción del bosquecillo y, por tal razón, la motosierra se adelantó al taladro y taladrando artificialmente se destruyeron miles de eucaliptos que cubrían esos terrenos. Inmediatamente después, este lugar se convirtió en la Urbanización más cara de la ciudad, ¨El Bosque¨, al que no se pudo acceder por el elevado costo del metro cuadrado. En la actualidad, viven pocas familias en ese condominio, y han privatizado hasta las áreas verdes que deben ser de uso público, pero, además, tiene un fuerte control de parte de cuerpos de seguridad para evitar el ingreso de gente común. Acaso este no es un claro ejemplo de que es más importante el crecimiento del capital inmobiliario antes que la defensa de nuestros bosques.

Según justificaciones mal intencionadas, el mismo insecto destructor apareció en la avenida Ecológica que de ser un túnel verde, ahora, por obra de la Alcaldía, es un camino gris, quedando muy poca floresta.

De la misma forma, se han arrasado árboles en las franjas de seguridad de las torrenteras. Muchos bosquecillos se han destruido para implantar construcciones en la zona de Tiquipaya, Trojes y Chilimarca, zonas ahora codiciadas por la alcurnia cochabambina que escapan de la terrible contaminación de la ciudad.

Por otro lado, son varios los ejemplos exterminadores: las magnolias de la plaza 14 de Septiembre, tres paraísos, un molle, un jacarandá, un ciprés y un ligustro chino de la plaza de Cala Cala y otros en intervenciones de los técnicos de Emavra o de ELFEC, que con el pretexto de que las ramas son un peligro, los talan sin tener cuidado para que continúen con vida.

Tal como gigantes que se baten contra el viento, los árboles son seres que luchan por la vida, que la defienden, que dan oxígeno y sombra, que nos libran de las partículas que contaminan el aire que respiramos, que nos abrazan con la frescura de sus ramas y de sus hojas y en ocasiones nos protegen del sol calcinante o de la lluvia persistente. No solo nos dan frescura, también nos dan paz y tranquilidad. Se ha comprobado que personas que viven cerca de ellos son más felices.

Los árboles se erigen fuertes, frondosos, abrazadores, entonces, cómo no quererlos, cómo no defenderlos, cómo no protestar y denunciar cuando los destruyen. Aludiendo a Alejandro Casona, puedo afirmar que los árboles mueren de pie, altivos y con dignidad porque seres humanos mal agradecidos los agreden y destruyen, a pesar de los beneficios que nos otorgan.