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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DIDASCALIA

Cuaresma

Nunca me han gustado la Cuaresma ni el Adviento, pero cómo disfruto de la Pascua y de la Navidad, de la alegría exultante que emana de la liturgia y del mensaje evangélico y, por supuesto, de la comida en familia, la alegría de los niños y los dulces de ocasión.

Sin embargo, esta Cuaresma me ha pillado en un estadio medio filosófico de mi vida, por lo que, no solo parece que está adquiriendo sentido –la Cuaresma-, sino que además me quiere comprometer a hacer un camino para entender mejor la Pascua. ¿De qué se trata?

Como sabemos, la Cuaresma son los cuarenta días que anteceden a la Pascua, se trata de una tradición cristiana que proviene del Siglo IV y que se caracteriza por buscar la renovación de la Iglesia a través de la penitencia, el ayuno y la abstinencia. Es un tiempo de conversión. ¿Ahora entiende, amable lector, por qué no me gusta este tiempo?

Este año, sin embargo, el papa Francisco ha invitado al pueblo cristiano a practicar tres cosas: el ayuno, la oración y la limosna. En palabras del propio Pontífice, el ayuno para cambiar nuestra actitud con los demás y la creación; la oración para salir de la idolatría del yo; y la limosna para salir de la necedad de acumularlo todo para nosotros mismos.

Cambiar nuestra actitud con los demás y la creación. He reflexionado mucho acerca de mis actitudes con los demás, y cada vez comprendo mejor que salir de mí para acercarme al otro y reconocerlo, nos ayuda a ambos a vivir más felices. Mi actitud con la creación es algo sobre lo que he reflexionado poco, recién lo empiezo a hacer. Sin duda tiene que ver con lo que hago para contribuir o aminorar el calentamiento global, no solo por las consecuencias que está trayendo este fenómeno, sino y sobre todo porque –aquí viene mi estadio medio filosófico- el hombre, el ser humano, no puede vivir sin el mundo, el mundo es como una extensión del cuerpo del hombre y no solo como una especie de prótesis que se puede usar y sacar, el mundo es constitutivo del hombre. Por esto, lo que hagamos con el mundo nos lo hacemos a nosotros mismos como humanidad. ¿Cómo no volver a conectarme con la hermosa naturaleza que este valle nos regala y poner de mi parte –pequeñísima parte, granito de arena- para que los bosques, los maizales, los campos de flores y los ríos de las montañas sigan cantando la alegría de vivir?

La oración para salir de la idolatría del yo. Yo, cada individuo, el hombre entendido como simple sujeto se convierte en dios de sí mismo, cuando pretende que por su inteligencia, por el desarrollo tecnológico que ha producido y por la riqueza que ha acumulado, es capaz de todo. Olvida que existe una dimensión trascendente que lo lleva a ligarse con la divinidad y que esta sostiene en el amor el universo. ¿Cómo no orar para bajarme del altar y comprender que soy uno más y que Dios es Dios?

La limosna para salir de la necedad de acumularlo todo para nosotros mismos. Vivimos entrampados en un sistema económico que nos ha enseñado que la generación de excedente es la esencia de la economía y que quien accede al excedente tiene el poder sobre los demás. Por eso lo demuestra acumulando incluso lo que no necesita, comprando lo que al pobre le falta y explotando la naturaleza al máximo. ¿Cómo no dar algo de gratuidad en un mundo en el que parece que todo tuviera precio, incluso aquello que quiero hacer como un servicio no remunerado? ¿Cómo no compartir lo que ya no uso? ¿Cómo no estar atento al pobre que es víctima de un sistema que nos engaña haciéndonos creer que nuestra dignidad reside en tener?

Aun así no me gusta la Cuaresma, pero hoy en la situación en la que vive el mundo adquiere sentido. Es más, creo que no será un tiempo de 40 días solamente, esta Cuaresma durará hasta que la humanidad afronte y solucione el problema medioambiental.