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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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¡Es el dióxido de carbono, estúpido!

¡Es el dióxido de carbono, estúpido!
El panorama es demasiado claro como para no entenderlo, las catástrofes climáticas que vivimos se deben al incremento de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Específicamente, es el dióxido de carbono (CO2) el que se acumula con una rapidez mayor a la que cualquier proceso natural o artificial pueda eliminarlo.

Las actividades humanas son las que mayor cantidad de CO2 producen. Entre tales actividades, las que explotan y utilizan combustibles fósiles y fabrican cemento son las que liberan más de 35 billones de toneladas anuales de este gas letal para el planeta.

Las plantas terrestres y los organismos fotosintéticos de ecosistemas acuáticos utilizan solo poco más del 50 por ciento de todo ese CO2. Cada año que pasa la porción no utilizada del gas se hace mayor, ocasionando cambios radicales en las temperaturas y la distribución del agua a nivel mundial. Es así como se producen calor y frío extremos, o sequías e inundaciones devastadoras.

Los modelos estadísticos que calculan las consecuencias del cambio climático (CC) a futuro toman en cuenta una serie de datos, entre ellos la composición, dimensión y distribución de los bosques actuales, así como estadísticas relacionadas con la deforestación y cambios de uso de la tierra. Pero no toman en cuenta los cambios estructurales y fisiológicos que las plantas sufren debido a la superabundancia de CO2. ¡Y deberían hacerlo!

Un estudio de la Universidad de Washington ha revelado que las hojas de las plantas engrosan sus tejidos a medida que la concentración de CO2 se incrementa y al mismo tiempo disminuye su eficiencia de absorción del gas.

Otro estudio, liderado por universidades australianas, ha mostrado que durante el proceso de respiración celular las plantas liberan hasta un 30 por ciento más de CO2 de lo que se pensaba. Esto se debe al aumento de la temperatura atmosférica que reduce la capacidad de absorción del CO2, con la consecuente acumulación del GEI en la atmósfera. Aun otro estudio de la Institución Carnegie para la Ciencia ha mostrado que las plantas retienen agua en sus tejidos como respuesta al incremento del CO2 atmosférico, agua que normalmente circula refrigerando el planeta.

Es obvio que en términos de políticas de reducción de GEI, la única manera de evitar una catástrofe mayor es la eliminación rápida y efectiva de los emisores. Entre ellos, debemos dejar de explotar combustibles fósiles (cerrar YPFB y optar por alternativas limpias), eliminar o reducir la industria (minera, agrícola, etc.), eliminar el parque automotor (archivar el carro), eliminar vacaciones en lugares lejanos (no más Cancún o Dubai), comer menos productos que dañen al medio ambiente (carne y cultivos que promuevan la deforestación) y recuperar la calidad de los ecosistemas acuáticos.

Estas son las actividades que deben resolverse primero, ya que este año también estamos batiendo récords de producción de GEI y de temperaturas extremas.

El realizar ahora campañas de forestación con miles o millones de árboles puede agravar la situación crítica que vivimos. Las actividades de reversión del CC deben ser sustentadas por chequeos científicos constantes. No solo hace falta corazón en esta lucha, sino también mucho cerebro y como dijera W. Albarracín “no hace daño leer de vez en cuando”.