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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Descolonicémonos

Descolonicémonos
Para referirnos a la descolonización, es importante diferenciar entre el colonialismo y la “colonialidad”. El colonialismo es la ocupación militar y la anexión jurídica de un territorio y sus habitantes por parte de una fuerza imperial extranjera. En cambio, la “colonialidad” hace referencia a la lógica cultural heredada del colonialismo, es decir, el patrón de actitudes que perduran y se reproducen, algo así como la asimilación de una identidad colonialista. Por su parte, la descolonización o decolonialidad propone la libertad, la igualdad y la convivencia humana, más allá de prejuicios étnicos, sexistas, homofóbicos y generacionales, ejes fundamentales para entender y defender los derechos humanos en la dimensión económica, política, social y cultural.

Pues bien, hace algún tiempo estamos con la perorata de la descolonización. ¿Qué estamos haciendo para lograr este objetivo? La descolonización pasa por liberarnos de aquella aspiración a imitar lo occidental en todas las áreas de la vida, es decir, un “blanqueamiento cultural” con su ícono el racismo; a liberarnos del modelo europeo de conocimiento como único y legítimo y; de la occidentalización violenta o consentida de las formas de vida.

Una de las varias manifestaciones contundentes de las formas de vida es el machismo, que defiende la superioridad de lo masculino sobre lo femenino, mediante una supuesta virilidad creadora, ordenadora y generadora. En ese supuesto, este fenómeno también se daría en el mundo andino y el debate pasa por saber si el machismo existía en la época prehispánica o fue importado por los invasores.

Ahora bien, de acuerdo a los principios de la filosofía andina, el machismo es un elemento totalmente incompatible: lo masculino y lo femenino coexisten en el mismo nivel, pero con funciones distintas y hasta opuestas. La equivalencia de los sexos no implica equidad, sino complementariedad. Ambos tienen funciones tanto públicas como domésticas; sociales como rituales, tal es así que la ausencia del machismo se nota principalmente en las formas religiosas andinas.

Pero, más allá de lo expuesto, aquí se anota lo que se juega sin borre. Hace tiempo se habla de la descolonización, sin embargo, el machismo perdura. ¿Cómo se pretende revertir 500 años de colonialidad si los jerarcas y cuadros medios ofrecen como en un harem “misses” (señoritas en español) tal cual conquista territorial? O aquella frase de un año atrás dirigida a una ministra “que aporte a poblar El Alto, ahí está el diputado”; o “conquistar a las yuracarés para ingresar al Tipnis”; o “las cholitas sin calza por si acaso”. Alguien se ha preguntado ¿por qué de un tiempo a esta parte las quechuas han implementado en su vestimenta los buzos o calza? ¿Tal vez por la violencia perpetrada hacia ellas?

Para concluir, soy admiradora de la sabiduría y pensamiento andino y encantada comparto. Sin embargo, cuando los sabelotodo argumentan sus metidas de pata con el tema de “usos y costumbres” no tengo respuesta frente a las miradas inquisidoras del gentío. La filosofía andina y la descolonización con los dichos y hechos no casan. El respeto de los derechos humanos como enunciado de la interculturalidad es la corriente de pensamiento de la descolonización. Mucha incoherencia Sancho.