Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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TEXTUAL

El pintor

Hace pocos días, en la víspera del Corso de Corsos, el centro de la ciudad era el caos total: graderías que se levantaban en las aceras de avenidas principales, tráfico de vehículos que reclamaban la circulación, bocinazos estridentes, peatones que sorteaban serios peligros para atravesar las vías y vendedores apoderándose de las esquinas.

En síntesis, el caos mismo a lo largo y ancho de todo el recorrido. Todo ello hube de sortear para llegar al concierto que ofrecía la creadora del grupo "Wiphala", en el teatro Achá, único escenario cochabambino que permite la realización de tales eventos culturales en condiciones aceptables. La platea se hallaba relativamente ocupada. Demás está decir, dada la calidad y el recorrido de la artista, que el concierto fue notable, consecuentemente, amplia y reiteradamente aplaudida la actuación por un público, que bien podría ser calificado como selecto.

Fue en tal oportunidad que conversé con un conocido y destacado artista, que por cierto no se desempeña en las artes musicales sino en la plástica, actividad a la que no se le atribuye una musa de inspiración, ya que en la antigua cultura griega la pintura era considerada como un oficio y no como un arte. El pintor me hizo saber que por muchísimos años también desempeñó la academia, consecuentemente se hallaba ligado a varias generaciones que de alguna manera recibieron su influencia. Sus trabajos y el éxito que obtuvo se manifestó en múltiples exposiciones, realizadas en el país y también en el extranjero. Sin embargo, jamás pudo vivir de sus creaciones.

La enseñanza y, consecuentemente el salario por tal desempeño, le permitió mantener a su familia en un marco de dignidad austera. Más hoy, cuando los años transcurrieron inexorablemente, y obligado a la jubilación, su vida transcurre en zozobra periódica marcada entre el cobro de la miserable pensión y los inmediatos pagos de servicios de energía eléctrica, agua, teléfono, etc. etc.; los gastos de alimentación y los costos de transporte a los centros de seguridad social en horarios insólitos e inverosímiles.

El hombre, artista y maestro con quien conversaba aquella noche, no tenía una actitud mendicante y mucho menos pretendía obtener la condolencia y la piedad, solo era un ser humano que pretendía comunicar la soledad y abandono del arte nacional y sus cultores, sojuzgados por la imperturbable burocracia estatal, sus trabas, los impuestos y gravámenes a los que son sometidos . Mas, no todo el desprecio viene de las instituciones públicas, sino también de los particulares que muestran un desdén total por las manifestaciones artísticas. Los compradores son ocasionales y son muy pocos, siempre regatean al máximo el valor de las obras me dijo, y añadió: el colega es el peor enemigo.

No me lo dijo en palabras, pero tenía pintado en sus ojos cansados que la mayor carga y desdicha que lo agobiaba era la indiferencia que recibía del entorno familiar, quien consideraba su entrega total al pincel y al lienzo como el vicio irrefrenable que llevó la desventura al hogar, restándole bienestar y holgura económica y menosprecio social.