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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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ABAJO Y A LA IZQUIERDA

Una mujer para el Ministro

Una mujer para el Ministro
“Una dama ha lanzado la iniciativa de dar a una mujer el Ministerio del Trabajo. Waldo Álvarez, que es soltero, preferiría que se dé una mujer al ministro del Trabajo”.

Así se mofaban en un periódico paceño el 23 de junio de 1936, de las reivindicaciones de las mujeres.

Más de 80 años han pasado y todavía hay quien, como Leonardo Loza, considera que las mujeres somos moneda de cambio: “Festejaremos con calma, con tranquilidad. (El) Ministro me ha comprometido quedarse hasta horas en la noche (...) La compañera ejecutiva tiene garantizado: miss Federación, garantizado; miss Cholita Federación, garantizado; para nuestras autoridades…”.

Jerjes Justiniano, ensalzando el acoso sexual perpetrado por Percy Fernández, declaró hace unas semanas que: “Los jóvenes ahora lo ven a Percy y no están censurando el hecho de que la bese a la pelada, sin que le dé la gana o porque le da la gana a él y sin que la otra quiera o la agarra o cualquier cosa le hace, no se molesta, porque esa es la identidad de Percy, Percy es un camba realmente que nos representa a todos”.

Recupero estos hechos para demostrar lo poco que hemos avanzado en respeto real hacia las mujeres en estos años. Si autoridades y personas públicas, que deberían ser un ejemplo, expresan con tal desparpajo su misoginia y ostentan, como Jerjes, su machismo, como algo de lo cual deben sentir orgullo, no es difícil imaginar lo que sucede con el resto de la sociedad. Para rematar, sale el viceministro Cárdenas a justificar estos actos de discriminación, aludiendo que es tiempo de la Anata y “todo está permitido” y que más bien las víctimas, de racismo político, son ellos.

Estamos frente a un sistema de creencias que impone una violencia sutil sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, oculto detrás de la máscara del humor. Esto hace evidente que los avances en el ámbito legal o institucional no tienen correlación en el espacio social, pues, a pesar de las leyes y declaraciones, quedan incólumes los estereotipos y prejuicios, que afloran en lo cotidiano exponiendo que aún estamos subordinadas en lo simbólico a la visión y al poder masculino.