Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 21:30

OJO DE  VIDRIO

Los plagios

Los plagios
En 2005, José Agustín dijo que su temprana autobiografía, que tituló “La Tumba”, es un plagio descarado de Vladimir Nabokov; y en su descargo agrega que también acusaron a Octavio Paz de haber plagiado a Samuel Ramos, Leopoldo Zea y los otros filósofos del grupo Hiperión, según la polémica sostenida con Emmanuel Carballo, otro gran escritor. Paz dijo que el león no tiene la culpa de devorar al cordero, con lo cual, según el ácido humor de José Agustín, ratificó el plagio porque es una frase de Paul Valéry.

La Contracultura en México, de José Agustín, me ayudó a descubrir la generación del empute, que quizás se inició con los existencialistas, continuó con la generación beat y de ahí Los Beatles y los hippies y la guerra de Vietnam y la revuelta de mayo 1968 en París.

En cuanto a la generación beat, William Burroughs y Ferlinghetti jamás aceptaron ser beats, no obstante lo cual se los conoce como miembros conspicuos del movimiento, junto a Jack Keruac y a Allen Ginsberg, quien por cierto estuvo en La Paz y le dedicó un poema.

José Agustín dice que a Nabokov “se lo planchó descaradamente en La tumba, y que a veces suele usar joycismos, desde que lo deslumbró el Ulises del escritor irlandés, incluido el monólogo porno sin puntuación. Cuando “se lo planchó”, José Agustín se dijo: “Si lo cachan, pues que lo cachen, y si no, no pasa nada.” Ya Malcolm Lowry había dicho que la literatura es patrimonio de todos los escritores y que se valía apropiarte de los recursos de otro si te hacían falta.

José Agustín no es chairo. Juan Villoro dice que si leíste La tumba o De perfil ya llegaste a primera base, y de ahí continúas. Y Enrique Serna agrega un chiste: Primero empiezas a leer a José Agustín y luego ya te pasas a las cosas buenas. 

Perdonen por hablar de mí, porque un día Mauricio Murillo me envió el borrador de su tesis de grado sobre Potosí 1600 que tiene un título hermoso: La Villa es sueño. Dijo que lo hacía con miedo, porque en la tesis sostenía que mi novela es un plagio consumado, pero confeso. Lo ilustré entonces sobre el grado de plagio al que había llegado, que superaba los hallazgos de él. Dije, por ejemplo, que para describir a la población de aventureros del Potosí colonial recurrí a Cela para decir que allí habitaban golfos, dancaires y otras gentes baldías. Un escrúpulo me dictó esa frase manida: Como diría más tarde el poeta--- pero nadie lo decía mejor que Cela. Y así.

José Agustín enumera una práctica común en la literatura, que la pereza de los críticos no es capaz de hallarla.