Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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SERENDIPIA

Tomar de muchas maneras

Tomar de muchas maneras
Escribo esta columna después de sufrir la toma de los espacios públicos, algo que es permanente, pero que se hace muy explícito en Carnaval, en todo el país.

El uso en convivencia de la noción de “lo público” generó en la región un debate relacionado al proceso de recuperación de la democracia y de las libertades democráticas, primero, y de las medidas de ajuste estructural, después. Hoy en otro momento, por algunos denominado como populista de “derecha y de izquierda”, pareciera que sacude otra vez la cuestión y la coloca en el centro de debate. Es complejo entender que el “socialismo del siglo XXI” pisotee y ampare el destrozo de lo público.

No es suficiente considerar lo público como lo antagónico a lo privado y en esa medida lo individual-privado a lo comunitario-grupal como público. No olvidemos que los sujetos se constituyen en individuos públicos en tanto se convierten en ciudadanos.

De lo que se trata es de entenderlo como tal, como público, que sea visible y esté disponible para todos. Cuando me refiero al “espacio” de lo público, no solo hablo del uso de calles y plazas, sino de todos los recursos y elementos asociados; es decir, evidentemente calles, plazas y aceras, pero también supone el espacio acústico y visual compartido.

Hoy no me voy a referir (pero los recuerdo) a los miles de vendedores que se instalan en plazas y aceras botando a los peatones a las calles. Tampoco me voy a referir a los minibuseros que hacen de una plazuela su baño, comedor y salón de chismes, todo junto y revuelto.

Hoy tampoco voy a referirme (pero aún los puedo escuchar) a las afrentas a lo público camufladas y cuasi imperceptibles. Es igual de molesto y abusivo que la vecina instale su karaoke y se crea la diva de la ópera, especialmente cuando se encuentra excedida en alcoholes y a altas horas de la noche, convirtiéndose en una franca tortura para los demás.

Por lo que sí recordé lo público fue por todos esos escenarios-camiones que se montaron sobre calles y avenidas en estos días y alegraron a 20 mientras atormentaban a 200 o 2.000, entre esos ancianos y enfermos.

Con autorización o no esas borracheras de comerciantes desacreditan el concepto de lo público y merecerían multas y sanciones, no aplausos.