Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DESDE EL CUARTO PROPIO

En tiempo de Carnaval

En tiempo de Carnaval
De oriente a occidente, entre precarnavaleras, coronaciones de reinas, entradas, una mezcla extraña entre devoción religiosa y fiesta pagana, Carnaval es un tiempo que asociamos a la fiesta, la alegría, los colores, el ruido, la tradición, expresiones culturales; pero que también, relacionamos con el desborde, los delitos, accidentes, el consumo de bebidas alcohólicas, los excesos y la violencia.

Solo en 2018 se registraron alrededor de 500 delitos, la mayoría de ellos (56 por ciento ) casos de violencia contra las mujeres, seguidos en importancia por delitos contra la propiedad (38 por ciento ), casos de asaltos, hurtos, robos y 6 por ciento robos de autos y autopartes.

¿Se podría pensar en un Carnaval diferente? Al parecer eso es lo que proponen un conjunto de iniciativas que buscan promover carnavales sin violencia. El colectivo feminista “Warmis en Resistencia” ha iniciado una campaña en redes sociales para celebrar la fiesta de comadres de manera segura, evitando el acoso y el hostigamiento. Las “Mochas copleras” son una muestra viva del uso de las tradiciones para transformar sentidos, demostrando que con ingenio y creatividad se pueden cantar coplas para despatriarcalizar.

Instancias gubernamentales como el Ministerio de Justicia ha lanzado una campaña “por un Carnaval sin Violencia”, por su parte, el Ministerio de Culturas y Turismo y la Fundación Viva, lanzaron la campaña “Sin excusas, Sin violencia” para contribuir a la prevención y concientización sobre violencia y lograr cambios de conducta de las personas.

Gobiernos municipales, como el de Oruro se han sumado a estas iniciativas prohibiendo el consumo de bebidas alcohólicas tanto para los espectadores como para los bailarines de su famosa entrada.

No se trata de coincidencias, sino del progresivo reconocimiento de que enfrentar la lucha contra la violencia requiere más que un buen marco normativo, y que se necesita concentrar los esfuerzos en cambios simbólicos que incidan en los comportamientos y los valores que sostienen la cultura de violencia contra las mujeres. Desde diferentes espacios, los colectivos feministas, la empresa privada, los gobiernos e instancias estatales, todo esfuerzo suma en la lucha contra la violencia.