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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Aprendamos a conciliar

Aprendamos a conciliar
Cuando se desata un conflicto entre dos personas o grupos, el primer paso natural debería ser el de la conciliación, es decir, dialogar para encontrar una salida salomónica, que sea la más equilibrada posible para ambas partes. Sin embargo,la realidad nos muestra que la gente prefiere la querella y las dificultades.

Es verdad que no todos los casos que llegan a la justicia ordinaria se pueden conciliar, especialmente si son delitos como asesinatos, violaciones y atracos con heridos de por medio, por citar algunos, pero sí un importante número de procesos por propiedades, división de bienes o deudas.

Un informe del Tribunal Departamental de Justicia (TDJ) de Cochabamba concluye que solo tres de cada 10 litigantes optan por la conciliación en casos que pueden ser resueltos mediante esta alternativa, los otros siete prefieren ir a un juicio engorroso y que implica una pérdida de tiempo para las personas y un costo para el Estado.

El TDJ dispone de 30 profesionales que promueven la conciliación en el departamento, 17 en la capital y 13 en otras provincias. Pero, por qué las personas que enfrentan un conflicto no acuden a la opción de la conciliación. Una explicación del presidente de esta institución, Pío Peredo, apunta a que el trabajo de algunos de los conciliadores no es satisfactorio, “lo que deriva que las cifras conciliatorias sean bajas".

Sin embargo, al margen de esta explicación, debemos admitir que, lamentablemente, no tenemos como sociedad una cultura de la conciliación y que a muchas personas, aparentemente, les gusta enfrascarse en litigios duros, con el objetivo de ver a su circunstancial adversario derrotado.

Las personas que prefieren el litigio no entienden hasta ahora que la conciliación es la mejor forma de solucionar los conflictos que se presentan cada día, desde disputas pequeñas que se desatan por malos entendidos, hasta peleas por herencias y deudas, entre otros.

El presidente del TDJ señaló también en una rendición pública de cuentas que algunos conciliadores, especialmente en provincias, no se encuentran en sus oficinas cuando la gente acude en busca de ayuda, o aceptan demasiado rápido si las partes en conflicto señalan que no desean conciliar.

Si bien se debe respetar la voluntad que tienen las partes, los conciliadores deben esforzarse para convencer a las partes en conflicto que la concertación, en muchos casos, es la salida más factible, menos costosa y más expedita.

Empero, la ausencia de conciliación se puede observar también en la familia, que es la base de una sociedad. Cuando hay un problema en el seno del hogar, en muchos casos en vez de buscar soluciones amigables, los esposos empiezan a gritar y cada quien quiere imponer su punto de vista, sin examinar si tiene o no la razón.

Definitivamente, la mejor forma de resolver problemas, a no ser que sean delitos, es la concertación mediante un diálogo en el que ambas partes cedan sus pretensiones y piensen en el otro, se coloquen en sus zapatos. Porque, en la mayor parte de los casos, quienes se enfrentan son familiares o, en el peor de los casos, "buenos" vecinos que en más de una oportunidad compartieron momentos de esparcimiento.

Escuchar al otro y ser tolerantes son los dos primeros pasos que se deberían poner en práctica para alcanzar acuerdos en conflictos que no merecen más allá de un diálogo honesto y unas pocas horas de concertación. Lo contrario es mover la maquinaria de la justicia para temas que no valen la pena, además de generar resentimientos, sin motivo, entre familiares y vecinos.

Por eso, cuando una persona tiene un conflicto, debe meditar si el mismo puede resolverse en forma amistosa, dialogando, sin tener que embarcarse en los vericuetos judiciales, donde priman la chicana y las zancadillas a cada paso.