Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

FORO

Rol del padre y de la madre

Rol del padre y de la madre
Las películas ponen en evidencia las fantasías, los temores y los deseos que una sociedad experimenta sobre sí misma. Con frecuencia, la puesta en escena de los guiones genera una gran expectativa, ya que, además del entretenimiento que puedan brindar, a través de ellos se expresan también pronósticos básicos sobre el futuro de nuestras sociedades. Es probable que en los últimos años los filmes sobre catástrofes hayan disminuido en relación con el número total de películas que se producen. Quizá por el cansancio engendrado a raíz de tantas reiteraciones –tan poco imaginativas– sobre el tema; o tal vez por el desgaste en los efectos especiales, cuyo uso ha llegado a un punto culminante en el que resulta imposible diferenciar lo que sucede frente a las cámaras respecto de lo meramente imaginado y creado en las computadoras

Un desastre, llámese una plaga, un terremoto o una guerra, puede terminar con la historia de la humanidad. La hipótesis implícita en muchas de estas películas es que, como especie, los humanos no merecemos seguir viviendo, pues somos nocivos para nosotros mismos y para la propia naturaleza. Pero la mayoría de estos largometrajes no llega tan lejos. Plantean situaciones pos-apocalípticas en las que la población casi ha desaparecido, pero en donde se mantiene la lucha de unos pocos por sobrevivir entre los escombros. No se trata, como vemos, de una extinción total de la raza humana, pero sí de una advertencia que nos lleva a tomar una posición esperanzadora, de lucha contra la adversidad

Respecto a lo que motiva estas catástrofes, no hay unanimidad. La mayoría de las veces la causa es la irresponsabilidad humana que no cuida la naturaleza, pues privilegia lo inmediato e individual sobre el largo plazo y los intereses colectivos. Por ejemplo, se prefiere tirar la basura al mar antes que reciclarla, dándole una nueva utilidad para hacer la vida más sustentable. Todo depende de un cálculo costo-beneficio donde se tiende a socializar los costos y a privatizar las ganancias. En las películas estadounidenses se suele hacer explícita mención a la crisis de los lazos familiares. La educación no disciplina y todos hacen lo que se les viene en gana. El mundo está, pues, dislocado desde su raíz. De esa manera, la catástrofe marcará el momento en que se ponga a prueba la verdadera voluntad de vivir de la gente. La mayoría se dejará abatir por la naturaleza y perecerá. Solo unos pocos lograrán aferrarse a la vida a la que, a partir de tan duras pruebas, encontrarán más valiosa y estimable. La catástrofe puede tener una función antidepresiva. Comenzamos a valorar lo que antes nos producía indiferencia. Y se despierta una voluntad de lucha por nuestros deseos. Somos motivados por fuerzas con las que antes no contábamos, pero que nos animan a vivir con el entusiasmo que hace valiosa la vida

Aquí me gustaría referirme a la película noruega “Terremoto” (dirigida por John Andreas Andersen-2018), que logra escapar de la banalización del género de desastres de Hollywood, mostrando que la catástrofe es un resultado complejo de una naturaleza cada vez más desequilibrada por las manos humanas que no la cuidan. En el filme se retrata a un padre que ha abandonado a su familia para atender sus investigaciones sobre prevención de sismos. Para él, más importante que el valor de sus seres queridos es el futuro de la ciudad. Mientras tanto, la madre resiente la ausencia de su pareja a quien responsabiliza de la crisis familiar (...).