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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DESDE AFUERA

La globalización de la censura

La globalización de la censura
Las compañías y plataformas internacionales de medios harían que todos consumiéramos las mismas películas, programas de televisión y música, transmitidos por todo el mundo. Desafortunadamente, la censura se está globalizando junto con la cultura.

En respuesta a una solicitud de las autoridades saudíes, Netflix eliminó recientemente un episodio del show de comedia en vivo “Patriot Act”, con Hasan Minhaj. El gobierno de Arabia Saudí acusó a Minhaj de violar la vaga y amplia ley de ciberdelito del reino que prohíbe la “producción, preparación, transmisión o almacenamiento de material que afecte el orden público, los valores religiosos, la moral pública y la privacidad en línea”.

En el episodio ofensivo, Minhaj evisceró al príncipe Mohammed bin Salman, responsabilizándolo por el asesinato del columnista Jamal Khashoggi y la campaña de bombardeos saudíes en Yemen. También se burló de los recientes esfuerzos del príncipe heredero para convertirse en un modernizador y un reformador.

La comedia en vivo es una forma de entretenimiento relativamente nueva en los países árabes. Pero la región tiene una larga tradición de humor en el teatro, el cine, las caricaturas políticas y el repertorio de bromas en constante evolución que se cuenta en las calles de El Cairo, Beirut y Argel (...).

En Egipto, donde viví durante la Primavera Árabe, el comediante Bassem Youssef –que se inspiró en Jon Stewart– se convirtió en un éxito fenomenal, burlándose de funcionarios gubernamentales, figuras mediáticas hipócritas y fanáticos. Se mofó implacablemente del torpe presidente islamista Mohamed Mursi, y fue llevado a los tribunales y condenado por ello.

La libertad de la que disfrutaron Youssef y otros como él duró poco. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos fueron amenazados por los levantamientos populares del 2011 y financiaron una contrarrevolución, aplastando las protestas en Bahréin y alentando a los militares egipcios a destituir a Mursi y tomar el poder. Los regímenes autoritarios que llegaron al poder decidieron reducir las demandas de la Primavera Árabe y se aseguraron de que lo que consideraban un discurso irrespetuoso era restringido y vigilado.

Arabia Saudí ha podido reducir aún más el discurso crítico –divertido o no– porque junto con los Emiratos Árabes Unidos y Qatar posee todas las principales redes de televisión satelital panárabe y puede establecer los límites del discurso admisible.

Netflix no enfrenta las mismas presiones y peligros que los canales y artistas árabes. Esto hace que sea aún más decepcionante que haya accedido a la demanda saudí, aparentemente por el deseo de no ser excluido de un nuevo mercado. Ciertamente, es difícil imaginar cualquier comedia en vivo sobre la política árabe contemporánea que no se enfrente a un régimen u otro. ¿Netflix simplemente evitará temas de importancia política como ya lo hacen muchas redes en la región?

El episodio prohibido de Minhaj sigue disponible en YouTube y ha atraído a una audiencia global mucho más grande debido a la controversia. Pero la censura no consiste solo en hacer que el trabajo y las vistas no estén disponibles por completo. Se trata de afirmar una prerrogativa para vigilar las declaraciones públicas de todos y generar un discurso clandestino, tildándolo de ilegítimo y peligroso.

Al aceptar la solicitud de Arabia Saudí, Netflix otorgó cierta legitimidad a la afirmación de que está mal que los saudíes escuchen críticas a sus líderes. A pesar de su alcance e influencia, Netflix no pudo defender el derecho de todos a reírse de los poderosos y sus mentiras.



Tomado de elcomercio.pe