La información sobre la muerte de un conscripto en el cuartel de Cotapachi fue desde el principio -y tal vez algunos detalles siguen en la nebulosa- confusa y contradictora. Primero se dijo que se trató de un tiroteo entre militares y después se aseguró que había sido un accidente por mala manipulación de un arma de fuego entre soldados.

Otra versión que salió a la luz pública, después de que la Policía interrogó a varios soldados y oficiales militares, es que el accidente fortuito se produjo cuando los conscriptos se tomaban selfis posando con el armamento, mientras realizaban una actividad rutinaria de limpieza.

La familia del soldado José Flores Mamani, de 19 años, no está conforme con la explicación y pidió una exhaustiva investigación en el Regimiento de la Policía Militar 3 Esteban Arze, donde el joven cumplía su servicio militar.

El hecho, de acuerdo con la información brindada por el comandante de la Séptima División del Ejército, Fuad Ramos Espinoza, ocurrió a las 22:40 horas del lunes 7 de enero, cuando la víctima y otros camaradas realizaban la limpieza del armamento.

Si la versión de los selfis tuviera asidero, la pregunta es si en ese momento había algún instructor en el furrielato, donde ocurrió el incidente, y por qué permitió que los jóvenes se tomaran selfis manipulando el armamento, toda vez que es una acción peligrosa.

Y si en ese momento no se encontraba ningún oficial o sargento en el furrielato, la situación se agrava, porque los instructores de guardia deberían estar siempre atentos a lo que hacen los conscriptos, más aún sí se trata de manipulación de armas, sea en instrucción abierta o cerrada, o cuando se hace la limpieza de las mismas, como es, aparentemente, este caso.

Además, se supone que cuando se realiza la limpieza de un arma, por seguridad se deben quitar las cacerinas, con el fin de minimizar el riesgo de que se dispare por accidente. No olvidemos que hay un refrán que advierte que “las armas las carga el diablo”, por lo que cualquier cuidado es mínimo para evitar tragedias.

Juan José Flores se iba a licenciar del servicio militar en 10 días. Quería estudiar gastronomía y luego ingresar a las Fuerzas Armadas, pero todos sus proyectos quedaron truncados por un disparo, aparentemente accidental.

Las muertes por disparos de arma de fuego en los cuarteles son varios en los últimos años. En agosto de 2016, un conscripto perdió la vida en Colomi, Cochabamba, con un tiro en la cabeza. Otro caso se conoció en julio de 2013 cuando un soldado murió en Tarija, también con un disparo, en el Batallón de Ingeniería Eustaquio Méndez.

Enseñar el manejo de armas en los cuarteles es una parte fundamental de la instrucción militar, pero es menester que los instructores, sargentos, subtenientes y tenientes, supervisen al detalle cuando los jóvenes conscriptos están en el proceso de aprendizaje.

No debemos perder de vista que se trata de adolescentes de 17 y 18 años, en algunos casos más jóvenes, que necesitan de una supervisión minuciosa cuando se trata de manejar armas.

Las familias de los conscriptos confían a sus hijos a los instructores y jefes que están a cargo de los cuarteles, y esperan tenerlos sanos y salvos una vez que han cumplido el año de servicio militar obligatorio.

Una investigación exhaustiva e imparcial se necesita en este caso para sancionar, si los hay, a los responsables de esta tragedia. Pero, también será importante asumir en los cuarteles medidas extremas de seguridad cuando se trata del manejo de armas, para evitar que otro joven conscripto o cadete muera por accidente. Está en manos de las autoridades castrenses supervisar con celo el protocolo que se debe cumplir para tomar un arma. Ojalá que no se vuelva a escuchar más sobre este tipo de noticias en predios militares.