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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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UN POCO DE SAL

Deconstruir las masculinidades tóxicas

Deconstruir las masculinidades tóxicas
El año 2019 empezó mal. Tres feminicidios el 1 de enero. Las irregularidades en la investigación sobre la “manada de violadores” en Santa Cruz. Las desacertadas declaraciones del exdirector de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) de La Paz, culpabilizando a las mujeres por los feminicidios. La santa alianza de políticos machistas en defensa del uniformado: un concejal del Movimiento Al Socialismo (MAS) y un diputado de la oposición. El despiste del principal candidato de la oposición: cree que cumpliendo reglamentaciones disminuirá la lacra de la violencia machista. Un creciente movimiento religioso conservador que se opone a la educación sexual integral en las escuelas: #ConMisHijosNoTeMetas, y que ahora tiene como propagandista al candidato a la Vicepresidencia de Unidad Cívica Solidaridad (UCS).

Gran parte de estos personajes creen que la violencia machista es una “enfermedad”. Una patología que debe ser “curada” con leyes más duras. Con la cárcel. Si es posible con la castración química. El enfermo, el violador, debe ser apartado de la sociedad. El castigo más duro debe caer sobre él para “escarmiento” de los demás. Esta posición no solo es ineficiente; sino, sobre todo, es una legitimación de la misma violencia que en teoría busca combatir, por dos razones. Primero porque soslaya el hecho que la violencia machista en general, y la violencia sexual en particular, no es una patología. No es una enfermedad. Es resultado de masculinidades tóxicas ampliamente extendidas. Masculinidades que basan su valor en la firmeza, en la virilidad, en la fuerza y en una excluyente heterosexualidad. Segundo, porque en ninguna parte “leyes más duras” han ayudado a disminuir la violencia en razón de género.

El desafío es “deconstruir” estas masculinidades tóxicas. Es fomentar un nuevo tipo de masculinidad centrada en la sensibilidad, en el cuidado, y en la aceptación de la diversidad. Hasta donde se sabe, la mejor manera de hacer esto es una política pública que priorice la educación integral para la sexualidad con enfoque de género desde primaria. Un estudio impulsado por la Unesco en varios países, en 2010, ha demostrado que allí donde se aplica este tipo de educación, disminuye la violencia machista, aumenta la equidad y se ejercen más y de mejor manera los derechos sexuales y los derechos reproductivos.