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DESDE AFUERA

Aniversario de la Constitución española. Salud y Democracia

Aniversario de la Constitución española. Salud y Democracia
El título de esta columna bien podría ser una forma de desear buenos augurios a alguien a quienes apreciamos, y en efecto son dos cosas de las que escandalosamente se carece en gran parte del mundo y de las que los españoles no hemos gozado durante la mayor parte de nuestra historia. Algo a tener muy presente para valorar lo conseguido en este país y para hacer todo lo posible por conservarlo porque no hay razones para pensar que las cosas sean eternas y no necesiten mantenimiento.

Los 40 años de vigencia de la Constitución española de 1978, un verdadero pacto social no tan valorado ahora, sobre todo por quienes no vivieron lo anterior, constituyen una buena ocasión para hacer un balance tranquilo e intentar ver en qué hemos acertado y en qué quizás no tanto.

La Constitución representó de entrada el reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos a la protección de la salud, y para articularlo se creó un Ministerio de Sanidad específico con su organismo de gestión: el Insalud. El mayor logro en este periodo ha sido la consolidación de un Sistema Nacional de Salud sobre la base de la Ley General de Sanidad de 1986, público, de cobertura universal y financiado vía impuestos. Fácil de enunciar, pero difícil de conseguir, si nos fijamos en la situación preconstitucional, cuando existía un sistema meramente asistencial, muy fragmentado, basado mayoritariamente en las cuotas de los trabajadores, en la beneficencia o en mutualidades privadas, con escasos hospitales de excelencia donde acudir con ciertas garantías.

Por contra, el sistema actual, muy descentralizado -como exige nuestra Constitución-, no solo dispone de hospitales de alto nivel en las 17 comunidades, lo que ha reducido al máximo el peregrinaje sanitario a Madrid o Barcelona de hace unas décadas, sino que hace hincapié en la salud pública y la atención primaria.

Por resumir en cifras, en estos 40 años se ha pasado de dedicar el equivalente en pesetas de 78euros/persona año en 1978 a más de 1.500euros en 2016, y del 3.9 por ciento al 6.3 por ciento del PIB, una cantidad en todo caso inferior a la de los países de nuestro entorno, pero con la que se han alcanzado logros tan importantes como aumentar en más de nueve años la esperanza de vida -que ya está entre las tres primeras del mundo-, reducir a la cuarta parte la mortalidad infantil o a la mitad los decesos ajustados por edad.

El ranking de eficiencia que compara resultados con recursos empleados nos sitúa en tercer lugar del mundo, solo por detrás de Singapur y Hong Kong, y por delante de todos los países occidentales.

Hoy nadie tiene que buscar en el extranjero un tratamiento porque no exista en España, dejando obviamente aparte los tratamientos experimentales aún no contrastados.

Como reflejo del nivel alcanzado por la sanidad española, el sistema de donación y trasplantes, dirigido por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), es reconocido como el mejor del mundo y ostenta un liderazgo global desde hace 26 años. De igual manera, nuestro sistema de Médicos Internos y Residentes (MIR), nuestra atención primaria o nuestro sistema de emergencias, son ejemplos de calidad que gozan de una amplia aceptación entre la población española.

Tomado de la agencia EFE