Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Phoebus

Hace 44 años, un día como hoy, se dio uno de los hitos tecnológicos más importantes. En una zona llama Arecibo, en Puerto Rico, existe uno de los radiotelescopios más grandes del mundo. Desde allí, el equipo dirigido por Frank Drake y Carl Sagan envió un mensaje al espacio exterior junto a su equipo. El “Mensaje de Arecibo” fue enviado el 24 de noviembre de 1974 hacia el Cúmulo Globular (constelación de Hércules) a unos 25.000 años luz. Está formado por 400.000 estrellas, aproximadamente. El mensaje, envasado en 1679 bits, contiene información relevante sobre los planetas del sistema solar, la hélice doble del ADN, los números, los elementos químicos principales y la descripción del ser humano. La transmisión es considerada la más potente realizada hasta el momento, porque utilizó el transmisor de megavatios del radiotelescopio Arecibo conectado a su antena de 305 metros. La emisión fue equivalente a realizar una omnidireccional de 20 billones de vatios, lo que significó que sería detectable por un experimento SETI en cualquier lugar de la galaxia. Sin embargo, el mensaje solo ha recorrido 44 de los 416 billones de kilómetros. Aún tiene camino por delante.

Hace unas semanas, un tribunal en Italia multó a las multinacionales Apple y Samsung por “obsolescencia programada”. Un concepto relativo a la caducidad que tienen los productos para estimular su consumo. El clásico ejemplo lo tiene Philips, la empresa de bombillas eléctricas. ¿Sabías que en una estación de bomberos en Livermore, Estados Unidos, hay un foco prendido desde 1901 y que nunca se apagó o quemó? Si quieres saber por qué hoy los focos duran solo algunos meses, busca en Google “Cartel Phoebus” y descubre cómo desde hace muchas décadas, el “bótese después de usar” se ha vuelto la norma, en vez del consumo inteligente del reducir, reutilizar y reciclar.

Al respecto, resulta curioso que precisamente, la industria de los teléfonos sea la que más preocupa a padres, colegios y universidades por sus “consecuencias negativas”. Desde letreros que prohíben el uso de teléfonos hasta charlas con padres sobre cómo lidiar con las nuevas generaciones y los dispositivos. ¿Qué diría Carl Sagan de todo esto? Que son solo un juguete en comparación con lo que se ha logrado hace cuatro décadas. Un teléfono no

es un distractor sino una poderosa herramienta de aprendizaje si sabes usarla bien. Nuestros jóvenes no necesitan lo último en tecnología, sino mirar atrás de nuevo, y redescubrir las preguntas importantes, esas que Google no tiene respuesta.