Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 09:52

COLECTIVO TELARTES

Excepción y cultura

Excepción y cultura
Cada semana, diferentes cultores escriben esta columna como estrategia de incidencia política para difundir los “irrenunciables” sobre los que deberían asentarse las políticas culturales en Bolivia. Hoy debería haber escrito sobre la excepción cultural, pero después de la sorpresiva aprobación de la nueva Ley del Cine en la Cámara de Diputados y de toda la experiencia de haber llevado adelante una propuesta de reforma a esta ley —que tenía el consenso del sector en pleno— solo voy a hablar de la relación entre “excepción” y “cultura” en la clase política boliviana.

La RAE dice que excepción es toda “cosa que se aparta de la regla o condición general de las demás de su especie”. Con ese precepto, la “excepción cultural” es un concepto, parte del derecho jurídico internacional cuyo objetivo es proteger la diversidad cultural mediante el trato diferenciado desde lo comercial. Es decir que, frente a la doble naturaleza de la industria cultural de la que forma parte el cine y el audiovisual, debe primar lo cultural sobre lo comercial. Dentro del espacio audiovisual, en general dentro del espacio cultural, la cultura debe ser tratada excepcionalmente desde lo económico.

Vanos han sido los intentos de hacer entender que el gran aporte de la cultura al país es precisamente la misma cultura. Que si bien la soya, el estaño, o el gas aportan con creces al PIB, nada le aportan a la cultura. Pero peor aún vanos son lo intentos de hacer entender cuánto significa la cultura para un país como el nuestro cuya riqueza deviene de sí misma. La mezquindad, miopía y “chatura” del político y del servidor público, sea nacional o local, ha dado lugar a la inexistencia de verdaderas políticas públicas y a falta de transparencia en lo que respecta a la cultura.

La nueva Ley del Cine aprobada en grande el miércoles pasado carece de una mirada integral que fije el horizonte hacia una verdadera revolución cultural. Esta esgrime un fondo cinematográfico, una base económica que —como prebenda— ha hecho levantar las manos de representantes ilegítimos del Congreso del Cine Boliviano y así queda demostrado que la cultura sigue siendo una excepción.

Entonces, queridos drugos, salgamos de la narcolepsia, dejémonos de exprimir las rasureras y tocarnos los yarblocos, aguzemos los sentidos y usemos la gullivera, porque —así como la militso— el político también cree que todo se soluciona con dengos y que los snitos pueden recuperarse. Es tiempo de organizar un soviet supremo y llamar a todos para devolver los cracos infringidos a la kultura.