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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Lengua chiquita

Lengua chiquita
Los documentos encontrados de la época misional coinciden en calificar al idioma chiquito como “diferentísimo y difícil”, se indica que ofreció muchas dificultades a los jesuitas. Se habla del caso de un misionero que con mucho esfuerzo en cinco meses apenas asimiló cuatro conjugaciones de la lengua chiquita. Uno de los fundadores de las misiones, el P. Felipe Suárez decía que “era una de las más difíciles de esta América”.

Según el P. Roberto Tomicha, fuente de este artículo, “las particularidades de esta lengua que complicaba a los jesuitas radicaban en la estructura gramatical, a saber, la definición de los verbos, la diferencia del hablar masculino y femenino e incluso la pronunciación. En chiquito, el verbo se usa siempre en presente, indicándose el pasado y futuro por medio de adverbios de tiempo”.

Es importante señalar que el territorio que actualmente se conoce como la Gran Chiquitanía era multiétnico con alrededor de 50 parcialidades étnicas, dialectos y culturas diferentes y es en las reducciones jesuíticas que se estandariza la lengua besiro, hablada por los indios trabacicosis o tapuymiri – a quienes los españoles denominaron chiquitos -, pues la diversidad lingüística creaba dificultades en la evangelización. En efecto, esta región contaba con tantas lenguas como etnias, llegándose a hablar en los poblados muchas veces más de una lengua.

Cuenta L. Caballero, que entre los manasicas, “en cada pueblo ay tres lenguas: la de los Indios, la de las Indias, y la de los Demonios”. (Tomicha, 2002:414).

De ello resulta decir que en este espacio geográfico de encuentro de mundos culturales, aparentemente parecidos, existía la distinción del habla entre los hombres y las mujeres, además de la gramática, de manera que supuestamente ese fue un problema serio para llevar a cabo la misión evangelizadora.

El investigador Julian Knogler (1769-1979) escribía: “un muchacho habla desde joven con la madre en la lengua de hombres y la madre le contesta en lenguaje de mujeres; de la misma manera conversa la hija con el padre en el lenguaje de las mujeres que también la mujer usa para hablar con el marido”.

Sin duda la evangelización fue compleja, no obstante, es probable que se haya aplacado la dificultad de la lengua por el sentimiento artístico de los indios, característica de las etnias chiquitas, encontrando por esta vía la transmisión del mensaje cristiano.

Lo cierto es que la música y el canto fueron incentivados por los religiosos produciendo gran gusto entre los nativos. “Cuenta L. Caballero que él mismo cantaba en lengua indígena algunas coplas que había compuesto para tal fin”. (Tomicha, 2002:425).

Entonces, en las reducciones se habría evangelizado a través del arte y el canto eclesiástico. Con la llegada del jesuita suizo Martin Schmid, en 1730, la actividad artística alcanzó su punto culminante en la danza, teatro, canto, música y arquitectura. “La música ayuda a convertir infieles” decía el religioso. Las misiones jesuíticas estuvieron en este territorio de 1691 a 1767.

Lastimosamente en la república las lenguas indígenas fueron desprestigiadas por los criollo-mestizos como política del Estado-nación. Así, los indígenas dejaron de hablar su lengua madre para no sentirse inferiores y discriminados.