Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

DIOS ES REDONDO

Que 25 años es mucho

Que 25 años es mucho
Este 19 de septiembre se cumplirán 25 años de la última gran hazaña futbolística de Bolivia: la clasificación por mérito propio al Mundial de Estados Unidos 1994. No es casual que se hayan organizado dos partidos conmemorativos para esa legendaria generación de jugadores, dirigida por el vasco Azkargorta y abanderada por, entre otros cracks, el Diablo Etcheverry. Los apellidos Trucco, Sandy, Rimba, Borja, Cristaldo, Melgar, Sánchez, Baldivieso, Sánchez, Ramallo o Peña, además del ya citado 10 de la selección, adquieren aún hoy una resonancia incontestable, sobre todo para quienes fuimos testigos de esa gesta insuperable para nuestro balompié.

Por casualidades que no termino de entender, en días pasados asistí a una reunión de mi particular generación dorada 93-94. Me reencontré con algunos excompañeros de colegio con los que, durante ese bienio, me entregué al delirio futbolero y al sueño confeso de algún día vestir la verde para jugar un Mundial. Nos vimos de muchos años para volver a correr detrás de la pelota y corroborar nuestro declive físico, técnico y táctico para ese deporte que por mucho tiempo fue el centro de nuestras vidas. Al cabo del bochorno que procuramos disfrazar de fútbol sobre un campo de césped sintético, nos sentamos a tomar refresco y ponernos al día. Actualizaciones familiares aparte, uno de los compinches contó que hace no mucho se topó en un ascensor nada menos que con Marco Etcheverry, su ídolo mayor de la infancia. Y cuando todos esperábamos que nos relatara cómo le confesó su devoción por él, la forma en que debió abrazarlo y besarlo y agradecerle por todo lo que hizo por nuestra niñez, el amigo admitió que no pudo decirle nada. Un Diablo muy educado lo saludó y no hubo más conversación.

Por supuesto le reclamé por haber desperdiciado esa oportunidad para materializar uno de nuestros más caros sueños infantiles, pero no pudo explicar el porqué sucumbió al mutismo. Luego me acordé de que yo también tuve una reacción como la suya, y en más de una ocasión, al ver en carne y hueso a ídolos como Baldivieso, Ramallo o Álvaro Peña. No supe qué decirles, menos aún confesarles cuán importantes fueron para mi vida. Acaso, aun de manera inconsciente, comprendí que no era justo seguir exprimiendo el/mi pasado. Que no podía volver a tener 10 años así como así. Que los ídolos no son tales abajo del pedestal. Que había que seguir adelante y no llorar más por las glorias de un pasado que, aunque querido, ya empieza a ser remoto, oxidarse y oler rancio.