En palabras sencillas y prácticas, la estética urbana es el reconocimiento subjetivo de la condición “bonita” del entorno construido, donde circunstancialmente estemos ubicados. Esta condición, como valoración social, debemos asumirla extensible a “toda” la parte urbana de Kanata y como expresión multicultural construida en el tiempo. Independientemente de su condición espontánea o planificada (más lo primero que lo segundo), constituye el reflejo de las expectativas de sus habitantes y de la capacidad de gestión de sus sucesivas autoridades que se tienen en la región.

Con la salvedad histórica y de diversidad cultural antes indicadas, nuestra ciudad acusa inmensas áreas y ángulos de condición anodina, o en el peor de los casos, de “fealdad” urbana. Existen barrios (formados por OTB) o sectores caracterizados por su monotonía visual y abandono en términos de ornato público.

Actualmente, se han empezado a manejar conceptos relativamente nuevos para nuestro medio como el de “centralidades urbanas” y “sistemas de vida”, entendiendo al primero como lugares de concentración de personas; por la confluencia de dinámicas originadas con la aparición de edificaciones importantes, existencia de vías con mayor capacidad de transporte, aumento de negocios y servicios, principalmente. Y al segundo como “un recorte territorial continuo o discontinuo que supone un nivel relativamente homogéneo de organización de la vida…”. En los hechos, el énfasis se limita predominantemente al “carácter funcional del espacio urbano”, en la seducción a la premisa de “destruir para construir”. Todo esto facilitado por una incipiente “cohesión social” de los habitantes de la “ciudad regional”, azuzada por la difusa “identidad” de sus moradores, que obstaculizan la traducción en “valores estéticos” de su sentido de pertenencia y de su participación en el “diseño” de sus vivencias espaciales. Si se afirma que “la estética urbana es el rostro de la ciudad”, por nuestra parte debemos cuestionarnos ¿cuál es el rostro de Kanata? De ninguna manera, solo el centro del municipio de Cochabamba (El Prado), sino que es un rostro multifacético y ampliado a lo largo y ancho de la región metropolitana. Todos tenemos derecho a reconocer como lugares agradables a los espacios donde se ubican nuestros domicilios, todos tenemos derecho a identificarnos con nuestras formas urbanas.

Empecemos por algo sencillo, reclamemos “ver” el nombre de nuestra zona, barrio u OTB en el diseño de nuestros espacios públicos.