Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 08:55

COLECTIVO TELARTES

Espacios irrenunciables (I)

Espacios irrenunciables (I)
Todos necesitamos ESPACIOS, MÁS ESPACIOS. Así, en mayúsculas. Espacios para ser, para estar, para hacer. Espacios para soñar, discutir, construir. Espacios donde podamos planear futuros deseables, celebrar presentes vivos, poner en valor pasados significativos. Espacios en los que podamos sentirnos libres y creativos, sin miedo al poder y su prepotencia, con confianza recíproca y en el ser humano. Espacios para humanizarnos, frente a una fuerte dinámica de cosificación… Porque, como decía Bertolt Brecht, “nadie ve realmente al ser humano si no es consciente de que Ser Humano es el destino del ser humano”.

Como TELARTES, uno de nuestros irrenunciables, validado en sucesivos encuentros y grupos de trabajo, tenía que ver con incentivar la revitalización de espacios públicos en desuso. ¿Para qué? Para eso, justamente. Para humanizarnos a través del ejercicio de nuestros derechos culturales. Pero además fomentando también la participación ciudadana, la protección recíproca de artistas y gestores en cuanto profesionales y creadores, implementando procesos de investigación e información cultural, promoviendo flujos de circulación, facilitando la formación y la creación, resignificando barrios, articulando anhelos…

¿Y dónde están esos espacios? En sociedades contemporáneas, nada debería estar ocioso ni en desuso. Lo tangible se activa con lo intangible, y es eso lo que le da sentido y razón. Más aún si son espacios públicos, inmuebles municipales, departamentales o estatales que se encuentran muchas veces en abandono, o en un uso demasiado restringido. El Estado, en sus distintos niveles administrativos, somos todos. Y juntos deberíamos exigir la mayor función social de los bienes comunes. Varias cartas internacionales, como la de Nizhny Tagil, promueven esa idea. El patrimonio es un soporte perfecto para resignificarlo dinamizándolo con acciones culturales y artísticas estratégicamente planteadas. Así se añade valor a sus valores, vida a su existencia.

Cada día, con cada iniciativa, miles de espacios culturales en Latinoamérica demuestran su increíble capacidad de promover la ciudadanía activa y creativa. Son detonadores de procesos como el Centro de Desarrollo Cultural Moravia, en Medellín; como Tiuna el Fuerte, en Caracas; como Arena y Esteras, en Lima; como Santa Ana, en Valparaíso; y como cientos de ellos por todo el territorio de nuestro continente. En suma, espacios en permanente construcción y resignificación, que cuestionan las frecuentemente anquilosadas estructuras físicas y organizacionales de los poderes públicos.˚