Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Warmipachakuna

Warmipachakuna
“Warmipachakuna” significa: “tiempo y espacio de las mujeres”. Pacha es Universo, es la base común de las distintas dimensiones de la realidad, que básicamente son tres: el Hananpacha, el Kaypacha y el Ukhupacha. No se trata de mundos distintos, sino de aspectos o espacios de una misma circunstancia que están interrelacionados. Pacha, palabra panandina y polisémica, de varias interpretaciones, rica de acepciones y connotaciones. Es un concepto espacio-temporal, y al decir warmipacha, se refiere a lo citado líneas arriba: tiempo y espacio de la mujer, donde kuna es el plural, pues en quechua no existe la “s”.

Según las formas de organización política en los Andes, la parcialidad mujer o Warmi Pacha se inicia con el Sata Qallta, el 21 de septiembre que marca el tiempo de la mujer, de lo femenino, de la fertilidad, en el que comienza la siembra. Es el tiempo de lluvia, de humedad y de cosecha, que finaliza con el equinoccio de otoño. Es decir, es el tiempo de la naturaleza y mujer, el que se refiere también al espacio simbólico pues tiene un campo de acción al proyectar nuevas formas de expresión, sueños, trabajos, emprendimientos, que constituyen la semilla que es engendrada a partir de ella y en la naturaleza.

En este orden de ideas, el calendario ancestral marca el inicio del año el 21 de junio para los pueblos del hemisferio sur, pues el sol retorna a la tierra e inicia nuevamente el recorrido. No es casualidad que en lengua aimara el mes de julio se llame “willkakuti phaxsi”, el tiempo que vuelve el sol. Asimismo, si prestamos atención a los nombres de los meses del calendario incaico, que se determinó por el curso del sol, las fases lunares y la aparición de las Pléyades, pero sobre todo por el ciclo de siembras y cosechas; desde septiembre hasta mayo se hacen referencias a la siembra, a cantos, a inicio de las lluvias, a fiestas, a tiempo de inmaduro, a humedad, a fertilidad, a la lluvia en anata, a los campos en flor, a maduración, a cavar y a nacer. Los otros meses se refieren a roturar la tierra y a los rituales al sol y a la Pachamama, definidos como espacios masculinos.

En ese mismo sentido, se inicia la siembra en septiembre y se cosecha nueve meses después. Si pensamos en una relación identitaria del ser humano con la naturaleza y sus ciclos, estaríamos viviendo los meses de gestación de la mujer. Posteriormente la tierra descansa tres meses, en los que no se la debe tocar, vale decir en el tiempo cuando todo está seco y en el cual se realizan rituales para agradar a la tierra, halagándola tal cual madre recién parida.

Lo interesante es que asistimos a dos realidades, a la vida y a la muerte, que para el andino son opuestas, pero no antagónicas, pues donde hay muerte (el fin de algo seco), ahí mismo hay nacimiento o inicio de algo nuevo. Por eso se señala que la muerte da inicio a la vida y la creencia es que cuando llegan las almas el 1 de noviembre, a mediodía, traen la lluvia para la germinación y el crecimiento de las semillas.

Entonces, para el andino esto significa la vida celebrada en forma mítica; no es el conocimiento teórico, ni la meditación, ni el empeño ético, sino la presentación celebrativa, productiva y simbólica. Así trasciende y se vive el warmipachakuna.