Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 03:42

ENTREVISTA EN COCHABAMBA

Maricruz Ribera: "Yo sufrí violencia psicológica y hoy cambiar vidas lo es todo para mí"

La fundadora del programa Yo soy mi primer amor cree que todas las mujeres han enfrentado maltrato, y el empoderarlas previene muertes. 
Maricruz Ribera: "Yo sufrí violencia psicológica y hoy cambiar vidas lo es todo para mí"

MARICRUZ RIBERA EXPLICA EL ALCANCE DEL PROYECTO "YO SOY MI PRIMER AMOR", SOBRE EL AUTOESTIMA DE LAS NIÑAS Y ADOLESCENTES EN COCHABAMBA.



Tras una larga entrevista sobre las estadísticas, los datos, las críticas y los resultados de sus tres años de labor como líder del programa Yo soy mi primer amor, a Maricruz Ribera se le llenaron los ojos de lágrimas cuando se le consultó si tenía alguna historia personal ligada a la violencia que se haya convertido en el motor de su trabajo hoy. Pero no lloró por el dolor que le causaron, sino al recordar la forma en la que su padre la ayudó a superarlo.

“Todas las mujeres han sufrido algún tipo de violencia. Todas hemos tenido alguna relación en la que nos han hecho sentir poca cosa, o han vulnerado nuestros derechos”, dice.Y es que aún existe el prejuicio de que la violencia solo afecta a las personas de escasos recursos, o a las que no han tenido posibilidades en la vida.

“Está en todas partes. Yo no salgo de ese cuadro. Tenía todas las posibilidades del mundo e igual sufrí violencia psicológica. Después analizas y dices: ¿porqué me sometí a eso? ¿Por qué me costó tanto levantarme y salir de ahí? Pero, lo logré, gracias a mi papá que estuvo ahí para reforzar mi autoestima y contenerme”.

Maricruz Ribera, oriunda de Santa Cruz, era una adolescente cuando entró en una relación tóxica con un joven. La personalidad de ella estaba en etapa de construcción, era insegura. “Y fui muy dañada. Sufrí un maltrato psicológico fuerte con palabras que me menoscababan, me disminuían, que me marcaban como mujer”. Entró en depresión. Hasta que un día se sentó en el pretil de la ventana de su habitación.

“Y dije: Dios ayúdame. Esto no es vida. No puedo estar con alguien con quien me da miedo ser como soy, o decir algo que él considere incorrecto, con quien me hace sentir insegura hasta de mi forma de vestir, que me controla tanto, que me destruye con sus palabras. Y la respuesta de Dios fue mi papá”, asegura, con los ojos arrasados y la voz quebrada.

“Yo me encerraba en mi cuarto, triste. Él entraba y me decía, ven, levántate, allí afuera está el sol. Vas a salir adelante, eres inteligente, eres la líder de tu vida, eres la protagonista de tu historia y de tus sueños. Vas a lograr lo que te propongas. No hay imposibles. Y me levantaba una y otra vez”, rememora.

De sus largas charlas con su padre, Maricruz aprendió a aceptarse y a que las normas hay que ponerlas en una relación desde el principio. Tiempo después, en enero de 2011, su padre, el ingeniero Armando Ribera, perdió la vida trágicamente mientras estaba en un edificio en construcción que se desplomó. Maricruz sufrió lo indecible. “Aquel que me levantaba estaba en el cielo. Antes, había oído a mi papá decirle a mi madre: “Maricruz tiene un gran defecto: escoge a las peores parejas”. Y aquello la martillaba. “¿Quién iba a levantarme ahora. Solo podía hacerlo yo misma”.

Supo que necesitaba irse de Santa Cruz y reiventarse a sí misma. Trabajaba en ATB y pidió su cambio a la sede de Gobierno, donde ya la habían invitado a ir. “En La Paz, viviendo sola, completé el aprendizaje. Es una ciudad diferente que amo, como amo a Santa Cruz. Y aprendí a perdonarme, a aceptarme, a amarme, a entender que la felicidad no me la da otra persona, que estar en pareja es una decisión”.

Mientras trabajaba en ATB se dio cuenta de que siempre presentaba las noticias de feminicidios. “Éramos varios presentadores y las notas rotaban, pero a mí me tocaban esas. Y el día que presenté el caso de una mujer asesinada en El Alto, algo hizo un click en mi alma. El padre de ella lloraba y decía: ‘Sí, él la pegaba y ella lo denunció, pero volvió por el bien de sus hijos. No puedo creer que me la haya matado’. Me di cuenta de que había tantas mujeres que no habían tenido un papá como el mío”.

Y la idea del programa Yo soy mi primer amor empezó a rondarla. Ya existen varias instituciones que trabajan con las mujeres víctimas de violencia.

“Y yo tenía la certeza de que la violencia no se la previene diciendo solamente: denuncia. La mayoría no lo hace. Anhelaba trabajar con las mujeres antes de que la violencia sea un problema en sus vidas, para que no sean víctimas, sino protagonistas”.

Desde niñas, la idea implantada por la sociedad, de que el amor tiene que doler, permite justificar a quien ejerce violencia. “En la cabeza de una adolescente, las mentiras de que si tu enamorado te cela es porque te ama, y si te lastima es porque te cela, te colocan en una situación de tanta vulnerabilidad, que aceptas someterte a la violencia. Yo estuve en esa situación de vulnerabilidad, y no quiero que otras generaciones lleguen a ese estado”.

La tesis de Maricruz, con base en teorías psicológicas, es que cuando una mujer ha crecido amándose, sabiendo que es valiosa, conociendo sus derechos, no para un examen, sino para ejercerlos; cuando tiene un plan de vida y ha aprendido a manejar sus emociones, no dejará que la violencia sea parte de su historia y la someta.

“A una mujer así, si un hombre viene a decirle que no vale nada, simplemente le dirá chau. Si alquien que dice amarla pretende prohibirle que trabaje, ella le dirá adiós, porque no negociará su plan de vida, porque ha aprendido a amarse”.

Es esto lo que se trabaja en el programa educativo Yo soy mi primer amor, que consiste en la realización de talleres en unidades educativas, en coliseos, en universidades, casas comunales y otros lugares, para que niñas y adolescentes de entre 6 y 17 años puedan ser empoderadas, a partir del fortalecimiento de su autoestima, en la toma de decisiones, liderazgo, identidad, manejo de emociones, cuidado del cuerpo, roles de género, prevención de violencia, proyecto de vida y la promoción de los derechos humanos, en el marco de la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia 348, la Ley 548 Código Niña, Niño y Adolescente, con una metodología lúdica y vivencial. Paralelamente, el programa realiza talleres con padres y madres sobre pautas de crianza, una comunicación asertiva que les acerque a sus hijas, y que rompa los patrones reproductores de violencia.

Los frutos del programa

El programa Yo soy mi primer amor ha sido diseñado por un equipo de psicólogas, sociólogas y psicopedagogas. En tres años de labor, más de 50.000 niñas y adolescentes han participado activamente de talleres en los que han sido empoderadas en varias áreas. En estos talleres, realizados en ciudades y municipios de los diferentes departamentos de Bolivia, han salido a luz decenas de testimonios de violencia que han sido derivados a las Defensorías de la Niñez y la Adolescencia, o a tutores, padres o familiares.

Las participantes aprenden lúdicamente y a través de la programación neurolinguística. Descubren sus talentos, habilidades; lo inteligentes y únicas que son en diferentes áreas; realizan sus planes de vida y se trabaja en su seguridad, en su autoestima. Con dinámicas, en las que no se las interroga, ellas escriben acerca de las situaciones que las hacen sentir incómodas, tristes o enojadas. Y acceden a una contención psicológica inicial con profesionales del equipo. Las voluntarias en todo el país ya suman 2.040 personas que, al haber sido libres de violencia, decidieron dar lo mismo que recibieron.

50.000

Niñas y adolescentes ya han sido alcanzadas en talleres planificados por el programa Yo soy mi primer amor en todo el país. 

2.040 Voluntarias en el país

La mayoría ha participado de los talleres y, tras empoderarse, se convierten en voluntarias para dar lo mismo que recibieron. Las capacitaron para ayudar a mujeres adultas, adolescentes y niñas.

Yo soy mi primer amor trabaja con varones en nuevas masculinidades

El programa Yo soy mi primer amor también trabaja con niños, adolescentes y jóvenes varones con el enfoque de “nuevas masculinidades”, con el fin de prevenir y reducir los altos índices de violencia.

“A los varones se los reprime desde niños. No los dejamos llorar, desahogarse, ni expresar sentimientos. No se les enseña a compartir las tareas del hogar, sino a imponer, y luego nos sorprendemos cuando estallan en violencia”, dice Maricruz Ribera.

Por ello, con actividades lúdicas, el programa Yo soy mi primer amor genera espacios de reflexión sobre el relacionamiento entre pares, con la pareja y la sociedad, para evitar frustraciones, noviazgos violentos y violencia de género.

En unidades educativas, en clubes de fútbol, y otros espacios comunitarios, los participantes descubren nuevos modelos de masculinidades que los ayudan a cuestionar el modelo hegemónico del “macho” que golpea, grita y humilla.

También identifican y reflexionan sobre prácticas y actitudes que refuerzan el machismo, rompiendo estereotipos. Aprenden a gestionar sus emociones para evitar reprimirlas y que deriven en frustracion, ira o rabia que genera violencia.

Yo soy mi primer amor, en los talleres con mujeres adolescentes, trabaja en la prevención de relaciones violentas, y de embarazos precoces. El plan de vida es una gran herramienta para ellas, para fijarse metas y tomar decisiones en consecuencia.“Ver cómo se les ilumina el rostro a estas niñas al descubrir sus talentos, para mí no tiene precio. Esto es algo que amo hacer, ayudar a cambiar vidas lo es todo para mí, es mi motor”, asegura Ribera.

Las menores son separadas en círculos de confianza por edades. Después de varias dinámicas en las que se van implantando principios, y se las ayuda a descubrir sus potencialidades, llega la dinámica de la liberación de violencia, en las que ellas escriben, anónimamente, aquellas situaciones o recuerdos que quieren soltar para seguir adelante con sus vidas. “Un comandante de la Policía me preguntó: ¿ cómo logran que las niñas les digan todo esto? Es que no las interrogamos, las empoderamos, le enseñamos lo importante de pedir ayuda para salir de la violencia y de ejercer sus derechos”. Las críticas de los sectores feministas más acérrimos la acusaron de una barbieficación y domesticación de las niñas. “Nunca se acercaron siquiera a ver qué hacíamos. Se fijaron en el color fucsia, que lo elegí porque atrae a las niñas, pero no vieron más allá. No soy monedita de oro para caerle bien a todos, pero pido que vean los frutos”.

Los testimonios que liberaron las niñas en talleres

“No me gustaba estar en mi casa, me daba mucho miedo porque mis papás me golpeaban y mi mamá me decía que odiaba que yo sea su hija”, niña de 8 años. Una voluntaria habló con la Defensoría y la niña vive con una familia ampliada en Santa Cruz.

“Cuando me explicaron que mi cuerpo es mío, y que nadie me puede tocar, y que si una caricia te incomoda está mal y hay que pedir ayuda, me puse a llorar y de dije a una voluntaria que mi primo me tocaba desde mis cinco años y me callaba porque tenía miedo que mis papás no me crean o me culpen. Hablé con mi mamá y mi primo tiene prohibido ir a mi casa”, contó una niña de 12 años, en La Paz.

“Mi exnovio me chantajeaba para tener relaciones con él. Y cuando yo le decía no, me perseguía en la calle, me empujaba en la calle. Tenía mis los brazos llenos de moretes. El equipo de Yo soy mi primer amor me acompañó para hablar con mis papás y pudimos denunciarlos. Sé que fui valiente y que el amor de verdad no duele ni hace daño”, relató una adolescente de 17 años, Viacha, en La Paz.

“Cuando tenía 8 años, mi hermano abusó de mí y me dijo que esa era una tarea del colegio. Nunca pude decir nada. Es la primera vez que pude decir algo. Mi hermano piensa que yo no me acuerdo. Ahora está casado y vive en otra ciudad. Yo solo quiero olvidar y poder continuar con mi vida. El programa me está dando ayuda, una psicóloga viene hasta Challapata, cada semana, para darme terapia. Solo quiero tener una vida normal”, declaró una adolescente de 15 años, en Oruro.

“Mis hijas de 8 y 12 años asistieron al programa en el Plan 3.000 y las psicólogas me llamaron. Primero me molesté porque pensé que habían hecho algo malo, pero habían contado ahí que, mientras yo viajaba, mi hermano se metía a la cama de ellas y las manoseaba. Gracias porque me ayudaron a salvar a mis hijas. Yo desconocía esto. Ahora, si viajo, las llevo conmigo, nunca más las pondré en riesgo”, contó una madre de 34 años, en Santa Cruz.

“Con retos me enseñaron acontrolar mi enojo. Aprendí a que las mujeres y los hombres tienen derechos, que hay que respetarlos, aprendí cómo llevar una relación sin peleas, hablando. Y también cómo terminar una relación con respeto”, relató una adolescente varón de 14 años, en Huanuni.

“En el taller yo no hablaba, estaba tímida. Me llevaron a hablar con una psicóloga y me puse a llorar . Me dijeron que vinieron para ayudarme, y les dije que mi padrastro me violaba cuando mi mama no estaba. Llamaron a mi mamá y ella no me creyó, pero mi tía sí y denunció a mi padrastro. Ahora mi padrastro está en la cárcel”, develó una niña de 9 años, en Cochabamba.