Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 23:26

LOS CASOS DE EDITH Y LUCÍA

Dos historias retratan la violencia sexual familiar

La Fundación Munasim Kullakita trabaja en la reconstrucción de las menores que son víctimas de abusos por parte de sus parientes.
Dos historias retratan la violencia sexual familiar



La violencia física y especialmente la sexual tiene casos extremos en familias bolivianas, en los que las historias de Edith y Lucía retratan el tránsito por la senda de la prostitución, la violación y la vida en la calle a temprana edad.

Los casos de Edith y Lucía, nombres ficticios para proteger sus identidades, son especiales puesto que después de varios años ven la luz al final del túnel gracias al apoyo de la Fundación Munasim Kullakita, que en aimara significa quiérete hermanita y que trabaja en la reconstrucción de sus vidas.

Edith, de 20 años, contó que su vida cambió cuando tenía 11, momento en que su madre, después de haberla abandonado, decidió pedir su custodia a una tía con la que vivía desde que tenía "uso de razón", recordó. El reencuentro implicó un cambio de residencia, de La Paz a la ciudad de Oruro, y la ilusión de conocer "el calor de madre". "Las primeras semanas era bien, estaba contenta, feliz, me daba todo mi mamá (...)", rememoró. Sin embargo, las cosas cambiaron después de algunos meses, ya que su madre se volvió "agresiva" y la llenó de obligaciones, para primero lavar ropa y después cocinar. "Lavaba la ropa de ella, de mis hermanastras y de mi sobrina, después poco a poco ya me hacía cocinar, después me exigía que trajera dinero", sostuvo Edith. Consultada sobre en qué consistía traer dinero, dijo que implicaba conocer chicos y después de algún tiempo aceptar tener relaciones sexuales con ellos para luego pedirles dinero. Los jóvenes daban "lo que tenían", el equivalente entre 7 y 14 dólares. Con ello buscaba conseguir "lo más que podía", pero si su hermana mayor conseguía más dinero que ella, su madre la agredía. "Me gritaba y me golpeaba", dijo.

Aquella rutina hizo que Esther decidiera escapar y regresar donde su tía, pero su madre fue tras ella para exigir su custodia con autoridades de defensa de la niñez. La chica evitó su regreso al contar los abusos que sufría, desde entonces vive en el hogar de la fundación Munasim Kullakita y ahora es madre de una bebé de un año.

La historia de Lucía tiene algunos rasgos parecidos, ya que desde pequeña comenzó a trabajar con su madre, una vendedora de cerveza, dueña de un carácter duro y en contacto con hombres de toda naturaleza. Ella contó que a los 8 años fue víctima de una violación y que a partir de ello, después de que contara a su madre lo que le pasó, el maltrato empeoró con insultos y golpes.

El Alto

Según la ONG Educo, colaboradora de Munasim Kullakita, en El Alto muchos niños son forzados a mantener relaciones sexuales.