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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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SENTIDO COMÚN

Por qué tanta oposición al aborto

Por qué tanta oposición al aborto
El miércoles pasado se discutió en el Senado argentino el proyecto de ley de legalización del aborto. Como era de esperar, los senadores votaron no, pese a que en la Cámara de Diputados se había aprobado anteriormente. De esta forma, estos señores y algunas señoras se pusieron en contra de la vida de muchas mujeres que mueren por las prácticas clandestinas. Tampoco consideraron la demanda de las mujeres organizadas que pedía su aprobación en la campaña del pañuelazo y que logró movilizaciones a nivel mundial. Estas mujeres luchaban, de la misma manera, por su independencia y por el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

En nuestro país, al igual que en muchos de Latinoamérica, existe una fuerte oposición a respetar la autonomía y la capacidad de decisión de las mujeres, pese a que el derecho al aborto, es parte fundamental de los derechos sexuales y derechos reproductivos. Todas creemos que el derecho al aborto no es solo el más elemental de los derechos reproductivos, sino uno de los más importantes para las mujeres. El aborto es la base de muchos otros derechos y si este se pone en cuestión, o no es reconocido, o es solo medio reconocido, lo que está en juego es el derecho de todas las mujeres a ser dueñas de sí mismas, de sus cuerpos, en definitiva a ser libres.

Indudablemente, uno de los pilares de la oposición al derecho al aborto es el sistema patriarcal, que tiene como base el control de la sexualidad de las mujeres. El patriarcado se forma y sostiene desde dos ejes fundamentales: la división sexual del trabajo, en la cual nosotras tenemos una situación de subordinación y la imposición de un modelo de familia tradicional que mantiene todos los mandatos de género femeninos y masculinos, siendo este el espacio de sumisión de las mujeres en primera instancia.

La apropiación del cuerpo de las mujeres, la expropiación de los deseos, de los planes de vida, especialmente de las decisiones, es lo que sostiene la ilegalidad del aborto cuando lo que debe ser más importante es la voluntad de la gestante. La maternidad, ese estereotipo de maternidad que usan los fanáticos y fanáticas religiosas y provida es pura entrega, incondicional y sin lugar para atender a la propia salud, que nos convierte en meras incubadoras, depositarias del deber ser del patriarcado

Desde nuestra posición feminista, defendemos la vida y queremos que sea un valor en nuestra sociedad. Pero no la vida en abstracto, sino las vidas concretas de mujeres. Apostamos por una vida digna para niños y niñas; queremos que lleguen al mundo siendo queridos, deseados; que puedan ser atendidos, cuidados, alimentados y no como fruto de un error o un accidente. Y, además, nos importan en igual medida, las vidas de las mujeres que se ponen en riesgo con abortos clandestinos y de lucro.

¿Entonces, qué podemos hacer después de que varios intentos tímidos de despenalizar el aborto han fracasado en nuestro país?

En primer lugar organizarnos, crear movilizaciones y debates en torno a que el aborto es una cuestión de salud pública, luego insistir en la educación sexual y el acceso a métodos anticonceptivos para prevenir el aborto.

Es necesario promover programas de prevención y autocuidado en salud sexual y salud reproductiva de los hombres que son los corresponsables de los embarazos no deseados y que nunca se los cuestiona.

Reiniciar el debate en ámbitos legislativos por el aborto legal, seguro y gratuito, puesto que el cuerpo de cada persona debe ser respetado y no puede ser concebido como un objeto del patriarcado.