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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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OIKOS

Del sartén al fuego

Del sartén al fuego
Estamos tan inmersos en lo nuestro, en los gajes de nuestra humanidad, que nos olvidamos del gran esquema de las cosas, de que somos tan solo inquilinos interinos en este “pálido punto azul”. Y eso tiene sus raíces en la educación que recibimos, por y para nosotros mismos; egocentrista y egoísta. Educación centrada en la visión escueta del significado de este bello planeta, visión imbuída por sus propias necesidades y la insaciable ansiedad de satisfacerlas sin importar el costo.

Lo vemos en las calles, en el hecho de que el ciudadano no reconoce la importancia de los árboles, de las lagunas y ríos limpios, en la cruel realidad de que ese ciudadano está convencido que todo es culpa de alguien más. En la elección de autoridades tan ciegas como el resto; los ciegos guiando a los ciegos sin dar valía al medio ambiente, fuente de sustento y continuidad de vida.

Y el sistema educativo que se quiere imponer ahora, el de las competencias, tampoco significa una solución a nuestra ceguera, por cuanto busca la potenciación de dimensiones netamente humanas y que avivan el sentido narcisista del hombre, produciendo profesionales altamente capaces de transformar su entorno por y para la humanidad o, por lo menos, para su sociedad más inmediata; a las necesidades de la cual responden sumisa y fielmente.

Mientras tanto, la lucha del momento, la situación crítica de Albarrancho deja entrever la inhabilidad para reconocer la infracción en el entorno o, en el otro bando, para encontrar soluciones viables y definitivas. Reluce la sagacidad criolla para transmutar ideas y palabras, desviando la atención de los datos que muestran la insostenibilidad de toda vida en esa zona desde hace varios años. Históricamente, más allá de dos vagas e inefectivas ideas, no ha existido una intención concreta de cambio.

El estado de la planta de tratamiento de aguas, el loteamiento de la laguna, los efectos deletéreos de basura, agua y suelos contaminados, el aire enrarecido por ladrilleras y emanaciones de la misma planta de tratamiento, y el riego de plantaciones con aguas llenas de excrementos y desechos industriales, se han resumido ahora a forcejeos, insultos y atentados criminales.

Es paradójico que sea esta misma sociedad la que se haya lanzado en pos de un sistema educativo liberador, tal como si un condenado a muerte hiciera planes para la siguiente semana, sabiendo que la sentencia se cumple hoy. Y resulta que la otra sociedad, la del norte y creadora de la idea de las competencias, tuvo hace 30 años, según Nathaniel Rich (NY Times), los datos y todas las condiciones para revertir el cambio climático que hoy nos lleva al cadalso. Y no lo hizo porque en ella priman, tal como en la nuestra, sed de poder y dinero, partidismo, corrupción y una llana desidia. Y para nosotros, ese es el riesgo del “copie y pegue”, acto ciego y carente de análisis, el peligro de traer modas foráneas simplemente porque venden mejor.

Pero la educación permanece como única salida. Es evidente que nuestra generación es incapaz de solucionar sus propios problemas.

Las generaciones futuras tendrán entonces que rectificar nuestros errores. Pero nos toca enseñarles cómo hacerlo. ¡Qué círculo vicioso, qué falta de ética, qué sinvergüenzura!