Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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OJO DE  VIDRIO

En torno al 6

En torno al 6
Uno construye su alma observando lo que otros no quieren ver: un país sometido a la colonia y a la república que, sin embargo, se construyó con el empuje de la sociedad, no del Estado y sus políticas públicas, tan erráticas. Pero somos un país signado por la colonia, que cambió nuestras formas de organización económica, política, legal e ideológica y nos obligó a aceptar un nuevo régimen en el cual solo éramos convidados de piedra, porque una minoría blanca había prolongado la sociedad colonial en la sociedad republicana, quizás hasta nuestros días.

Nosotros somos de clase media y nos duele porque tenemos conciencia de ello y, sin embargo, no queremos renunciar a nuestros privilegios de casta. 

Escritores y lectores en particular somos de clase media y escribimos para la clase media, por lo tanto, para un mercado muy reducido. ¿Qué problemas reflejamos? Los de la clase media. Si vas por la Cancha, todas las caseritas están leyendo. ¿Qué leen? Una prensa que las refleja a ellas que, cuando más, saldrán en crónica roja o en necrológicas, ni siquiera en sociales. Miras los suplementos de fotos sociales y no vas a encontrar ni una sola pollera, pero vas a contratar una página y te dicen que el servicio es gratuito y que dejes tu dirección y nunca van. Yo no sé en qué país viven, porque sales a la calle y todas y todos somos de rostros morenos, de tórax amplio, de ojos rasgados, sin pestañas. ¿Cómo entonces las reinas de belleza lucen tan “lindas figuras”? Es porque nos han impuesto unos cánones de belleza occidentales, ajenos. 

Lo grave es que la clase media aquí, y en buena parte de América Latina, es repetible hasta el bostezo. Todas y todos son igualitos y la identidad de un país no la construye la clase media, sino la Bolivia profunda, indígena, única, nuestra. Esa que no sabemos, o peor, no queremos expresar. Esa es la Bolivia que los turistas buscan y no la gente de clase media, que hallarán igualita y con los mismos prejuicios sociales allí donde vayan.

Yo mismo tengo una novela reciente, inédita, que transcurre en un café. Pero ¿quién va a un café? Gente de clase media, cosa que jamás harán los que practican lo nuestro, la picardía popular, la costumbre de reír a moco tendido, de llorar a mandíbula batiente o de compartir bancos en las aceras con los vecinos. O ir a los velorios, que en los barrios populares es un rito, pero en los barrios pitucos se ha vuelto un acto social.

En general, tengo planteadas las preguntas, pero no sé todavía las respuestas.