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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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DESDE AFUERA

Continuidad y cambio en Cuba

Continuidad y cambio en Cuba
La Asamblea Nacional del Poder Popular cubana ha discutido la propuesta de una nueva Constitución, que deberá ser aprobada en referendo. A medida que se conocieron detalles de su contenido saltaron ciertas sorpresas, entre ellas algunas tan trascendentales como la eliminación del comunismo, el reconocimiento de la propiedad privada y del matrimonio homosexual o la división de la cúpula del poder entre un presidente de la República y un primer ministro.

La aprobación del nuevo marco constitucional culmina un prolongado proceso dirigido personalmente por Raúl Castro. Se quería actualizar el texto de matriz estalinista de 1976, reformado en 1992 y 2002. Su principal objetivo no es solo "aggiornar" las viejas normas, sino también dotar de un marco legal a la modernización económica impulsada por el menor de los Castro a partir de 2008.

Para valorar mejor lo que ocurre en Cuba es necesario incorporar a la ecuación la elección el pasado abril de Miguel Díaz-Canel como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. El debate suscitado entonces acerca de si se abría o no una nueva etapa, del ritmo de las reformas con el nuevo Gobierno y, muy especialmente, de la magnitud del cambio adquiere hoy una nueva dimensión.

Aparentemente son transformaciones de gran calado, pero una lectura más atenta de lo que sucede resalta los elementos de continuidad sobre los de cambio, ya que de momento es imposible hablar de ruptura. Una lectura a medio y largo plazo podría ser más optimista al insistir en que se están sentando las bases de transformaciones posteriores, especialmente para después de 2021, cuando Castro abandone el cargo de Primer Secretario del Partido Comunista Cubano (PCC).

El nuevo presidente tiene 58 años frente a los 87 de su predecesor. Esto permite hablar de cambio generacional en la cima de un régimen donde todavía sobreviven en el poder algunos veteranos de la Revolución, como el vicepresidente Ramiro Valdés, de 86 años, o el número dos del PCC, José Ramón Machado Ventura, de 87. A esto habría que agregar que por primera vez el país está al mando de alguien ajeno a la familia Castro, que ni participó en la Revolución Cubana ni integra las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Por eso, la legitimidad de Díaz-Canel difiere de la que tuvieron Fidel y Raúl Castro. Será en el ejercicio de su cargo donde demostrará su capacidad de liderazgo y su habilidad para conquistar a la masa cubana que todavía, con mayor o menor entusiasmo, sigue respaldando al régimen. De ahí su interés en forjarse una imagen de modernidad y proximidad con la gente corriente.

Ahora bien, no hay que llamarse a engaño, ya que el nuevo estilo mantiene una continuidad total con la ortodoxia revolucionaria. Sin el carisma de los Castro, ni su control sobre todo el sistema, comenzando por el PCC y las FAR, Díaz-Canel necesita sintonizar con los principales sectores de las élites, mientras procura que se mantengan en un armonioso equilibrio.

De ahí que repitan los pasos que tanto éxito le dieron en su larga marcha al poder, no mostrar la más mínima pulsión aperturista, buscando contentar a los partidarios más firmes de la Revolución. En su discurso de aceptación de la Presidencia reconoció que Raúl Castro seguiría tomando las grandes decisiones, a las cuales se sometería sin discusión.

Tomado de la agencia EFE