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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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MIS CIRCUNSTANCIAS

Súbita partida de nuestro querido loco

Súbita partida de nuestro querido loco
La muerte artera, perversa y ladrona, nos priva prematura e inesperadamente de un ser excepcional en su trascendencia familiar y social, cuando disfrutaba de la siembra, conmocionando el mundo del deporte.

Javier Cosío Hurtado, el personaje más malhablado, pero educado y noble que conocí gracias al deporte, pasó a la dimensión desconocida, donde seguramente seguirá organizando y dando ejemplo de pasión y entrega en lo que promovía.

El año pasado tuvimos oportunidad de entrevistarlo en Sábado Crítico y él mismo prometió no decir malas palabras en la hora y media que no alcanzó para recordar toda su trayectoria, como hijo, hermano, deportista, estudiante, papá, dirigente, autoridad y abuelo. Fueron 63 años, 4 meses y 24 días de vida intensa e inquieta, con material para una novela completa del loco más cuerdo que convertía los sueños en realidad.

Cuando asumimos por Cochabamba la responsabilidad de organizar los XII Juegos Deportivos Bolivarianos de 1993, en una época de grandes dirigentes deportivos, encomendamos la dirección ejecutiva a Javier, que no defraudó nuestra confianza y fue parte decisiva de un engranaje que funcionó impecablemente pese a no contar con los recursos de este año.

Acompañamos y alentamos sus grandes realizaciones, como la construcción del Circuito de Quintanilla, el Campeonato Latinoamericano para motocross y el Rally Sudamericano de autos por el Valle Alto. Otra de sus locuras fue impulsar la edificación de la sede para la Asociación Deportiva Cochabamba (Adeco), en la zona este de la laguna Alalay.

Atleta de primer nivel en su juventud lasallista, practicó ciclismo, pero después se inclinó definitivamente por el motociclismo y el automovilismo, para después fungir de dirigente a nivel local y nacional por muchos años.

Rendía culto a la amistad, fue compadre y padrino de muchos, pero amigo de casi todos, presto a colaborar y aconsejar sabiamente, con esa agudeza entre chascarrillos para reforzar el mensaje al interlocutor.

Pero sobre todo, doy fe de que fue un buen papá, orgulloso de sus hijos que heredan una legión de amistades que compartimos el gran dolor. Tras el impacto nos arranca una sonrisa recordar su vida llena de anécdotas, situándolo entre los luchadores victoriosos, más allá de la muerte, porque perdurará en la memoria.