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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

La mujer padre

La mujer padre
Los nuer son una sociedad africana que fue estudiada por el antropólogo Evans-Pritchard durante 1930 y 1956. Esta cultura está localizada en Sudán del sur y también en Etiopía. Pritchard se basó en el trabajo etnográfico y estableció un modelo para conocer la estructura política característica de las diversas tribus nuer; también demostró cómo cada una de las partes componentes de una tribu funcionan para el mantenimiento de su estructura. En este modelo estructural. la fertilidad de la mujer es el eje de la vida, siendo así es muy interesante el abordaje de la esterilidad femenina, pues a una mujer estéril se la considera como hombre, al que se le atribuye una descendencia.

Veamos como: si en esta sociedad la mujer después de haber estado casada bastante tiempo no puede quedar embarazada, regresa a su linaje inicial y en este espacio es considerada como hombre para todos los efectos. Es decir, esta mujer al no haber podido cumplir el destino de ser madre - en consecuencia estigmatizada - gana el prestigio de la condición masculina accediendo al estatus de hombre.

Para los nuer, según Evans-Pritchard “una de las características de esta cultura es la pasión por el ganado, tanto de hombres como de mujeres”, y tal es el caso que a todo matrimonio legítimo se le otorga importantes cantidades de ganado de la familia del marido a la familia de la esposa.

De manera que cuando la mujer estéril regresa obligada a la casa paterna, se beneficia como tío paterno del ganado por compensación, para acumular capital e indemnizar matrimonialmente al obtener una esposa de la cual se convierte en marido. Esta relación conyugal no implica relaciones homosexuales, sin embargo, la esposa “adquirida” sirve a su marido (la mujer estéril) y trabaja en su beneficio y, la reproducción de ese matrimonio estará asegurada gracias a un criado que lleva a cabo otras tareas como pastor del ganado y, por supuesto, también sirve en la cama a la esposa adquirida.

Es así que el ganado obtenido como compensación a su esterilidad pasa a los hijos nacidos de la nueva esposa con el pastor, en consecuencia, se ha cumplido la ley social que determina la filiación, pues estos hijos llevan el apellido de la mujer estéril, la llaman “padre”, la honran y, lo más interesante, es que no reconocen ningún vínculo concreto con el auténtico progenitor.

De manera que el estatus del papel masculino y femenino es independiente del sexo, pues lo que crea la línea de reparto de herencia es la fecundidad de la mujer o la ausencia de ella. Sin embargo, esto no queda en el hecho de tener o no descendencia, sino que esta mujer/padre está autorizada por la sociedad nuer a desempeñar el papel de hombre en todas las dimensiones sociopolíticas y el hombre pastor donante es reconocido simbólicamente y desprovisto de derechos sobre los hijos que crecieron ante sus ojos.

En nuestros Andes, de la mujer estéril dicen que es como hombre, porque no sufre, no tiene miedo, no llora, es decir, “tiene corazón de hombre, así como de piedra”, sin embargo, no tiene el estatus de hombre y lastimosamente es marginada. En ese contexto, la infertilidad es excluyente, pues existe una relación identitaria con la madre tierra, al ser la fertilidad uno de los ejes de la cosmovisión andina.